Según datos del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, un poco más de 60 000 norteamericanos visitaron Cuba tan solo en el primer trimestre del 2015, una cifra considerable si se tiene en cuenta que el mercado turístico aún no ha sido abierto oficialmente. Es, sin embargo, una cantidad modesta para esa primera oleada de entre 800 000 y 1 millón y medio de turistas estadounidenses que pronostican los expertos, y para los tres o cuatro millones de vacacionistas que el gobierno cubano espera “robar”, en un futuro, a los enclaves turísticos de la Florida, República Dominicana, Jamaica y México, atendiendo al lugar prominente (más del 60 %) que ocupa el incremento del fondo habitacional en la más actualizada Cartera de Inversiones de la isla.
Pero los planes de gran crecimiento económico del gobierno cubano, a partir de la venta del “producto Cuba” a los norteamericanos, pudieran verse frustrados por numerosos factores, todos ellos ampliando ese gran abismo que existe entre lo que se pretende ofertar, lo que se demanda de países como el nuestro en el mercado internacional y lo que realmente la isla puede ofrecer.
Desde hace algunos años, la Organización Mundial del Turismo viene alertando sobre un posible declive de los llamados “destinos de sol y playa” ―donde se inscribe la mayor parte de nuestro turismo―, aun así los organismos cubanos vinculados al sector insisten en incrementar la infraestructura hotelera para atender a esa gran oleada de visitantes que, para algunos, irá disminuyendo en poco tiempo al comprobar que los niveles de competitividad de nuestra oferta están muy por debajo de los estándares que exhiben las otras naciones de la región cuyas economías dependen de los vacacionistas foráneos.
El profesor Eladio Somavilla, economista que ha investigado el tema, es de la opinión de que el crecimiento del 21 % que registró el turismo cubano el semestre pasado, según cifras oficiales, es algo muy positivo pero a la vez extremadamente alarmante, ya que está relacionado con el entusiasmo por la novedad y no con la calidad del producto:
“El incremento puede ser real pero eso no es garantía de sostenibilidad. Habrá que ver qué sucede cuando el producto Cuba, que no es muy sólido, pase de moda dentro de cinco años o cuando esos primeros turistas norteamericanos decidan no repetir porque no somos capaces de satisfacer sus demandas, porque la calidad de nuestros servicios es negativamente incomparable con la de otros destinos como Dominicana o Cancún, donde los años de experiencias han conformado un verdadero producto de calidad. (…) Uno de los factores que impedirá esa sostenibilidad es la falta de preparación del personal e incluso de los directivos, sin hablar del desespero de los inversionistas y empresarios extranjeros por recuperar lo que invirtieron y obtener ganancias lo más rápido posible y no a largo plazo porque ellos, mejor que nadie, saben que el nuestro es un mercado de ocasión. (…) No creo que aquí estén muy claros de la situación, hay planes de incrementar el número de habitaciones hasta más de 85 000 para el 2020, en la modalidad pasiva de sol y playa, con hoteles de 4 y 5 estrellas, cuando se espera que el turismo que recibamos sea como el que actualmente recibimos de Canadá con turistas de 2da. y 3ra., es decir, personas de poca solvencia. ¿Valdrá la pena tanta inversión? ¿Qué pasará después con todos esos hoteles cerrados? Ahora mismo hay muchos que aún no han recibido ni a su primer turista. Son hoteles fantasmas consumiendo recursos y acumulando pérdidas sin generar ni un centavo”.
Roger Block, ejecutivo de Travel Leaders Group, una de las mayores agencias de viajes norteamericanas, reconoce que habrá mucho de entusiasmo por la novedad en esa primera gran oleada de turismo estadounidense: “Hay ese atractivo de ser el primero en ir”. Pero también deja ver que no será el turismo que esperan los funcionarios cubanos ―que han invertido millones de dólares en habitaciones hoteleras―, aunque tal vez sea el más conveniente en esa disyuntiva “revolucionaria” entre ganar dinero rápido con los americanos y no perder el control sobre ellos: “es probable que el gobierno continúe su control sobre los movimientos de los turistas, que se limitan principalmente a los centros turísticos de playa”, así que, en opinión de Block, serán las líneas de cruceros de Estados Unidos como Carnival y Royal Caribbean las primeras en poner en contacto a los turistas estadounidenses con Cuba: “La isla tiene múltiples puertos para barcos grandes y podría controlar más fácilmente a los visitantes de cruceros, que tienden a no alejarse de puerto”.
Entonces, ¿para qué la carrera por construir habitaciones que apenas serán utilizadas por ese turismo norteamericano que hoy, sin la aprobación del Congreso, no es más que una apuesta? Según algunos expertos, los organismos cubanos encargados del desarrollo turístico están actuando de manera improvisada, sin estudiar a fondo la situación real, lo que pudiera ocasionar otro de los tantos desastres que han definido a la economía cubana en los últimos 50 años, pero también están los que opinan que el repentino anuncio de la normalización de las relaciones con EE.UU. ha desatado un zafarrancho de “oportunistas”, más que de oportunidades:
Un funcionario del Ministerio de Turismo, que por razones de seguridad nos ha pedido no revelar su identidad, nos ofrece su opinión, respaldada por más de veinte años como funcionario de ese sector:
“No existen verdaderos estudios de mercado, todo es a como se imaginen que deberá funcionar, todo sobre la marcha, así se han construido decenas de hoteles que pasan buena parte del año cerrados o funcionando muy por debajo de su capacidad y con servicios que, si son de excelencia para ese escaso turismo nacional que puede darse el lujo de hacerlo, para los extranjeros que saben de buenos servicios, son pésimos. (…) La estrategia de Cuba es absurda, pretendemos ganar el mercado ofertando instalaciones de 4 y 5 estrellas como si fueran hoteles de mala muerte, posadas con piscinas, de ese modo jamás podremos aspirar a un turismo de alto nivel. ¿Cómo pensar entonces en construir campos de golf? ¿Para quienes? Los taxistas, jubilados, camioneros y gente común que conforman el grueso de los turistas que llegan de Canadá no juegan golf ni comen caviar. Nuestros dirigentes no están conectados con esa realidad. (…) Yo fui una vez a una reunión en donde hasta se habló de convertir la Base Naval [de Guantánamo] en un parque temático porque atraería a muchos turistas y entonces otro decía que no, que era mejor hacer varios condominios y dársenas porque allí no había que invertir mucho, y que si otra zona especial de desarrollo, pero nadie allí era experto en nada, todos son como son los dirigentes en este país, unos improvisados (…). Sí se consulta a los expertos pero al final de nada sirve. (…) Que vienen los americanos, pues a construir hoteles, y cualquier aventurero es bienvenido a la empresa y ahí es donde aparecen todos los vividores, tanto de afuera como de adentro. (…) Se han aprobado proyectos que son verdaderos disparates tan solo porque vienen respaldados por un dirigente, y a la vez se frenan otros que no convienen por cuestiones de política. En el turismo cubano hay mucha política porque allá arriba le tienen fobia a lo que viene de afuera, y por eso hay mucho soborno y mucha chapucería. Demasiado control estatal solo para demostrar quién tiene el poder pero donde al final no se controla nada porque eso estimula la corrupción, y este país vive de eso. Si eliminas la corrupción se viene abajo todo. (…) El gobierno tiene que comenzar a soltar las riendas si de verdad quiere sacar al país del atolladero en que lo metieron. (…) Inversiones en Cuba, tan rápidas y sin investigar a fondo, eso se traduce en cantidades de dinero que nadie sabe al bolsillo de quiénes van a parar”.
La realidad del turismo de norteamericanos hacia Cuba hoy es solo una apuesta que mueve al entusiasmo en algunos mientras que en otros provoca temores, fundados en las experiencias de proyectos de crecimiento económico que solo han sido golpes de efecto, como esos tan hipotéticos como gigantescos bolsones de petróleo en los mares adyacentes o como ese megapuerto del Mariel que nadie sabe si algún día tributará a las arcas de Estado lo que prometen sus dirigentes. Algunas preguntas sería bueno reiterarlas como tareas para nuestro hogar nacional: ¿Se mantendrá el entusiasmo por el producto Cuba cuando la isla deje de ser la fruta prohibida? ¿Tendrán razón los expertos que vaticinan un florecimiento efímero y una inmediata caída estrepitosa debido a la incapacidad de los dirigentes cubanos para generar iniciativas sustentables? ¿Habrá que confiar una vez más en la providencia?
[Este artículo fue publicado originalmente en Cubanet]