Arte contemporáneo, Art Basel Miami
"El Arte murió", diría cualquier Zaratustra de nuestro tiempo. Lo cierto es que es difícil encontrar la obra y al artista genuino.
Desde su constitución, en 1970, Art Basel ha trabajado por ser un referente en el mercado del Arte mundial. Basilea, Miami y Hong Kong presentan alrededor de 4.000 artistas y unas 300 galerías en cada edición. Las ventas son millonarias, porque es una cita fundamentalmente para coleccionistas y galeristas del mercado fuerte, que van a la caza de "valores sólidos".
Pero Art Basel mueve otro circuito, que va paralelo y que ha crecido casi espontáneamente. Todas las ciudades en las que se presenta Basel han visto crecer verdaderas ciudadelas en las que el arte vive durante todo el año y que celebra la llegada de Basel con exposiciones y programas especiales. En Miami, ha sido el caso del distrito artístico de Wynwood, que este año ha ido expandiéndose hacia el Downtown.
El valor del Arte no puede negarse, sería un horrible acto de apostasía, pero hay que armarse de paciencia para hacer un buen hallazgo. De ahí que buena parte de la crítica haya perdido hasta la fe en el Arte, como que "ya no hay nada nuevo".
El Arte genuino
Tener en cuenta la posición de críticos y espectadores sobre el arte contemporáneo es importante para comenzar a hablar de la obra de Claudio Castillo. Este es un hallazgo de arte tan genuino que es difícil incluso catalogar su obra, lo primero que deberíamos hacer.
Castillo es un artista cubanoamericano. Su formación es en dirección de cine y su vida se ha movido entre Nueva York, Madrid, Londres y Miami. Su obra se ha expuesto en Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido, China, Japón y Latinoamérica.
En relación con Art Basel Miami 2015, puede encontrarse en una de las ferias satélites y puede visitarse en la galería Blinkgroup de Spectrum Feria.
Para clasificar la obra de Castillo, podríamos decir que es "arte generativo"; podemos decir también que es "arte digital". Pero ni para los expertos en Arte estaríamos diciendo mucho. Lo que sí está claro (y no siempre se puede ser tan contundente cuando se trata de la creación contemporánea) es que "es Arte".
Si explicamos cómo es el proceso creativo de su obra, el lector puede captar mejor a qué nos referimos.
En un principio, Castillo trabaja a partir de una pintura. Esa obra la descompone de manera digital y configura con ella diversas películas (capas) que luego combina, a través de un algoritmo.
¿El resultado? Una pintura que se mueve, que cambia constantemente… una suerte de caleidoscopio.
Algunas de sus piezas son absolutamente abstractas y en otras el espectador puede reconocer cierto sentido figurativo y argumental.
Pero la unicidad de su obra no termina ahí. Y volvemos a Nietzsche porque valoramos la originalidad y ello nos devuelve a Zaratustra y su cuestionamiento del eterno retorno:
El soporte de la obra de Castillo, lo que no vemos y es intangible, ese algoritmo, hace que la obra cambie tanto tiempo como durante 400.000 años, unas, y otras ocho trillones de años.
No es que la perspectiva del espectador cambie su visión de ella, no; en este caso la obra en sí misma es la que cambia. Está "programada" para ser diferente cada segundo. Eso hace a Castillo, probablemente, el artista más prolífico de la Historia; un autor cuya obra seguirá produciendo, en original, después de su muerte.
Algunas de las obras de Castillo son interactivas, están conectadas a internet y se mueven en dependencia de las fluctuaciones de la Bolsa de valores, de las noticias, de las fases de la luna y las mareas; otras, son sensibles a la presencia humana…
¿El formato físico? Las obras son enmarcadas en pantallas digitales de alta definición y las dimensiones pueden ser variables.
El Arte habrá muerto el día que nos deje de conmover, el día que deje de ser original. En las manos de Castillo, no ocurrirá por lo menos hasta dentro de 400.000 años.