Aunque las estadísticas oficiales aseguran que la carne de cerdo abunda en la Isla de la Juventud, los pineros no la encuentran ni para hacer un chicharrón.
El diario oficial Juventud Rebelde lo admite en un reportaje titulado “No encaja la producción con la oferta”, y lo cuenta en el estilo de aquella vieja balada trovera de “no es lo mismo, pero es igual”.
Sutilezas aparte, Juventud Rebelde merece cierto crédito por hacer algo inusual en la prensa oficialista: Cuestionar las cifras de producción de un organismo estatal publicadas con elogios por la prensa local.
El reportaje firmado por Roberto Díaz Martorell, dice que una nota de prensa de la Empresa Porcinos de la Isla de la Juventud, divulgada en el diario Victoria de ese municipio especial, asegura que sobrecumplió sus planes de producción de carne de cerdo en más de 20 toneladas al cierre de abril.
“Sin embargo, hasta la primera quincena de junio en los mercados agropecuarios estatales (MAE) no se ha reflejado ese éxito”, afirma Juventud Rebelde.
A partir de ahí el reportaje se adentra en una enmarañada explicación que require de amplios conocimientos eufemísticos para entender los galitamatías empleados por el periodista, para moderar la cruda realidad: la carne de cerdo, no alcanza para satisfacer las necesidades de la población pinera.
Es obvio que sólo dos carnicerías no alcanzan para abastecer los 86,000 habitantes de Nueva Gerona, la capital pinera, pero ésto sólo lo desliza el periodista al final de su reportaje.
Antes de llegar a tan brillante conclusión, el artículo de Juventud Rebelde, culpa a la Empresa Porcinos de destinar la casi totalidad de su producción a las necesidades de la industria cárnica nacional olvidándose de la población local.
“El plan del año es de 1,917 toneladas. De ellas, 20 son para los mercados agropecuarios, pero esta entrega no se cumple”, admitió Dalia Hechevarría García, jefa de Producción de la entidad estatal.
El director de Porcinos, Julio César Vázquez Osorio, reconoce que en lo que va de año sólo le han vendido a los mercados agropecuarios estatales 2.5 toneladas de carne de cerdo. Según el empresario estatal la culpa es de la Empresa de Acopios, encargada de la distribución a los mercados. Porcinos no le vende a Acopio porque ésta no le paga lo que le debe.
Mientras tanto los pineros tienen que recurrir al Mercado privado, y comprar la carne de cerdo “a precios entre 22 y 25 pesos la libra”. El reportaje no lo dice, pero esto equivale a 12 horas de trabajo, de acuerdo al salario promedio mensual de $455 que devenga un trabajador cubano.
El reportaje cita a Juan Manuel Escalona Tames, vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal afirmando que la carne de cerdo que se vende a la industria cárnica nacional “se utiliza como extensor para la elaboración de picadillo y embutidos que se distribuyen a la población en las bodegas y las entregas a Comercio y Gastronomía”.
Eso de “extensor” es un eufemismo castrista que en castellano equivale a mezclar o alterar la calidad de un producto con otro de diferente calidad. Extensores existen, por ejemplo, de chicharos para el café, de soya para el picadillo, de gofio para el pan, y un largo etcétera celosamente guardado en las fórmulas de elaboración de la industria alimenticia cubana.
El diario oficial Juventud Rebelde lo admite en un reportaje titulado “No encaja la producción con la oferta”, y lo cuenta en el estilo de aquella vieja balada trovera de “no es lo mismo, pero es igual”.
Sutilezas aparte, Juventud Rebelde merece cierto crédito por hacer algo inusual en la prensa oficialista: Cuestionar las cifras de producción de un organismo estatal publicadas con elogios por la prensa local.
El reportaje firmado por Roberto Díaz Martorell, dice que una nota de prensa de la Empresa Porcinos de la Isla de la Juventud, divulgada en el diario Victoria de ese municipio especial, asegura que sobrecumplió sus planes de producción de carne de cerdo en más de 20 toneladas al cierre de abril.
“Sin embargo, hasta la primera quincena de junio en los mercados agropecuarios estatales (MAE) no se ha reflejado ese éxito”, afirma Juventud Rebelde.
A partir de ahí el reportaje se adentra en una enmarañada explicación que require de amplios conocimientos eufemísticos para entender los galitamatías empleados por el periodista, para moderar la cruda realidad: la carne de cerdo, no alcanza para satisfacer las necesidades de la población pinera.
Es obvio que sólo dos carnicerías no alcanzan para abastecer los 86,000 habitantes de Nueva Gerona, la capital pinera, pero ésto sólo lo desliza el periodista al final de su reportaje.
Antes de llegar a tan brillante conclusión, el artículo de Juventud Rebelde, culpa a la Empresa Porcinos de destinar la casi totalidad de su producción a las necesidades de la industria cárnica nacional olvidándose de la población local.
“El plan del año es de 1,917 toneladas. De ellas, 20 son para los mercados agropecuarios, pero esta entrega no se cumple”, admitió Dalia Hechevarría García, jefa de Producción de la entidad estatal.
El director de Porcinos, Julio César Vázquez Osorio, reconoce que en lo que va de año sólo le han vendido a los mercados agropecuarios estatales 2.5 toneladas de carne de cerdo. Según el empresario estatal la culpa es de la Empresa de Acopios, encargada de la distribución a los mercados. Porcinos no le vende a Acopio porque ésta no le paga lo que le debe.
Mientras tanto los pineros tienen que recurrir al Mercado privado, y comprar la carne de cerdo “a precios entre 22 y 25 pesos la libra”. El reportaje no lo dice, pero esto equivale a 12 horas de trabajo, de acuerdo al salario promedio mensual de $455 que devenga un trabajador cubano.
El reportaje cita a Juan Manuel Escalona Tames, vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal afirmando que la carne de cerdo que se vende a la industria cárnica nacional “se utiliza como extensor para la elaboración de picadillo y embutidos que se distribuyen a la población en las bodegas y las entregas a Comercio y Gastronomía”.
Eso de “extensor” es un eufemismo castrista que en castellano equivale a mezclar o alterar la calidad de un producto con otro de diferente calidad. Extensores existen, por ejemplo, de chicharos para el café, de soya para el picadillo, de gofio para el pan, y un largo etcétera celosamente guardado en las fórmulas de elaboración de la industria alimenticia cubana.