Algunos activistas hablan que quieren que Estados Unidos levante el embargo a Cuba en forma unilateral y urgen al presidente Barack Obama que lo haga con una orden ejecutiva; así de fácil. Dicen que si no lo ha hecho en sus primeros cuatro años en el poder lo podría hacer si gana la presidencia de nuevo en noviembre.
Pero quienes sugieren esta solución aparentemente fácil e instantánea, desconocen como funciona el gobierno de Estados Unidos. En este caso, hay poco que el presidente pueda hacer por cuenta propia. Aquí las cosas no son como en Cuba u otros países del mundo donde un ejecutivo fuerte puede hacer a dedo lo que le plazca.
En este caso en particular, para cambiar las leyes que regulan el embargo con Cuba hay que contar con el Congreso estadounidense. Y en el mismo hay seis congresistas de origen cubanoamericano – cuatro republicanos y dos demócratas que han cerrado filas en contra de una apertura unilateral hacia Cuba.
Que conste, que la administración del Presidente Obama ha dicho en repetidas ocasiones que está opuesto a concesiones unilaterales hacia Cuba ya que en este país no hay libertad, elecciones libres o respeto a los derechos humanos. Ya lo han dicho tanto el Presidente como la Secretaria de Estado Hillary Clinton.
Por si esto no fuese suficiente en el Congreso están los senadores Bob Menéndez, demócrata de Nueva Jersey y Marco Rubio, republicano de la Florida. Además están Albio Sires, representante de Nueva Jersey; e Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y David Rivera, todos republicanos del sur de la Florida.
No son muchos, pero la influencia que han ganado con el pasar de los años es considerable. Por ejemplo, Ros-Lehtinen preside el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.
Además los congresistas cubano-americanos del sur de la Florida han logrado formar una unión bipartidista con sus colegas demócratas de la zona. Cuando en el 2008 un grupo de demócratas cubano-americanos y una candidata colombo-americana, aspiraron al cargo que ocupaban los tres republicanos se encontraron que sus tres colegas demócratas de la zona le negaron el apoyo.
La más importante del grupo es Debbie Wasserman-Schultz, presidenta del Comité Electoral del Partido Demócrata en el Congreso. Se negó a hacer campaña por los candidatos demócratas. Ella y otros dos colegas explicaron que los congresistas del sur de la Florida habían establecido un vínculo muy fuerte en el Congreso para defender los intereses de los residentes de la zona.
Por ejemplo, los congresistas republicanos del sur de la Florida votan con regularidad para defender los derechos de los jóvenes indocumentados de otros países a quedarse y poder trabajar en los Estados Unidos. Eso lo hacen en contra de las directrices del Partido Republicano. A la vez Ros-Lehtinen defiende con fuerza todas las leyes que puedan beneficiar a las personas de la tercera edad. Lo hacen por convicción y porque de esta forma logran el apoyo de los demócratas de la zona a votar con ellos en cuestiones que tengan que ver con Cuba.
Por eso es que para cambiar la política hacia Cuba es más importante romper la unidad de los cubano-americanos republicanos y demócratas en el Congreso que reelegir al presidente Obama.
Obama puede hacer pequeños cambios, pero para poner en vigor una nueva política hacia Cuba, hay que contar con el grupo de cubano-americanos en el Congreso. Y eso es más difícil.
Pero quienes sugieren esta solución aparentemente fácil e instantánea, desconocen como funciona el gobierno de Estados Unidos. En este caso, hay poco que el presidente pueda hacer por cuenta propia. Aquí las cosas no son como en Cuba u otros países del mundo donde un ejecutivo fuerte puede hacer a dedo lo que le plazca.
En este caso en particular, para cambiar las leyes que regulan el embargo con Cuba hay que contar con el Congreso estadounidense. Y en el mismo hay seis congresistas de origen cubanoamericano – cuatro republicanos y dos demócratas que han cerrado filas en contra de una apertura unilateral hacia Cuba.
Que conste, que la administración del Presidente Obama ha dicho en repetidas ocasiones que está opuesto a concesiones unilaterales hacia Cuba ya que en este país no hay libertad, elecciones libres o respeto a los derechos humanos. Ya lo han dicho tanto el Presidente como la Secretaria de Estado Hillary Clinton.
Por si esto no fuese suficiente en el Congreso están los senadores Bob Menéndez, demócrata de Nueva Jersey y Marco Rubio, republicano de la Florida. Además están Albio Sires, representante de Nueva Jersey; e Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y David Rivera, todos republicanos del sur de la Florida.
No son muchos, pero la influencia que han ganado con el pasar de los años es considerable. Por ejemplo, Ros-Lehtinen preside el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.
Además los congresistas cubano-americanos del sur de la Florida han logrado formar una unión bipartidista con sus colegas demócratas de la zona. Cuando en el 2008 un grupo de demócratas cubano-americanos y una candidata colombo-americana, aspiraron al cargo que ocupaban los tres republicanos se encontraron que sus tres colegas demócratas de la zona le negaron el apoyo.
La más importante del grupo es Debbie Wasserman-Schultz, presidenta del Comité Electoral del Partido Demócrata en el Congreso. Se negó a hacer campaña por los candidatos demócratas. Ella y otros dos colegas explicaron que los congresistas del sur de la Florida habían establecido un vínculo muy fuerte en el Congreso para defender los intereses de los residentes de la zona.
Por ejemplo, los congresistas republicanos del sur de la Florida votan con regularidad para defender los derechos de los jóvenes indocumentados de otros países a quedarse y poder trabajar en los Estados Unidos. Eso lo hacen en contra de las directrices del Partido Republicano. A la vez Ros-Lehtinen defiende con fuerza todas las leyes que puedan beneficiar a las personas de la tercera edad. Lo hacen por convicción y porque de esta forma logran el apoyo de los demócratas de la zona a votar con ellos en cuestiones que tengan que ver con Cuba.
Por eso es que para cambiar la política hacia Cuba es más importante romper la unidad de los cubano-americanos republicanos y demócratas en el Congreso que reelegir al presidente Obama.
Obama puede hacer pequeños cambios, pero para poner en vigor una nueva política hacia Cuba, hay que contar con el grupo de cubano-americanos en el Congreso. Y eso es más difícil.