En diciembre de 2015 Martí Noticias publicó el artículo “Cuba sin la ‘ayuda’ venezolana, ¿qué esperar?”, basado en las advertencias de dos prestigiosos economistas, el cubanoamericano Carmelo Mesa-Lago, y el oficialista Pavel Vidal, respecto a la posibilidad real de que la isla sufriera una nueva crisis económica, de menor intensidad que el llamado “período especial en tiempo de paz” de los años 90, pero igualmente derivada de la fuerte dependencia y las subvenciones de un país aliado, por entonces, la Unión Soviética, y en el siglo XXI, Venezuela.
Previendo la tormenta económica que se formaba en el país suramericano bajo la desastrosa e impopular gestión de Nicolás Maduro, Vidal había analizado a principios de 2014, en un ensayo publicado en la web del Cuba Study Group (Proyecciones macroeconómicas de una Cuba sin Venezuela), los posibles efectos en la isla de la pérdida gradual del apoyo del aliado bolivariano.
Sin embargo, la dependencia continuó, se hizo muy poco para amortiguar el previsible golpe, y en la última sesión de la Asamblea Nacional de Cuba el gobierno advirtió a la población que se preparara para ajustes en los gastos, recortes en la electricidad y el combustible, y afectaciones aún mayores debido a ingresos inferiores a los esperados y caídas de los precios de las exportaciones cubanas… y del petróleo.
Ahora el economista cubano, actual profesor de la filial de Cali de la Universidad Javeriana en Colombia, y que participa esta semana en Miami, con una ponencia sobre el tema, en la reunión anual de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, ha publicado un nuevo ensayo en la web del "laboratorio de ideas" Cuba Posible cuyo título bien podría ser: “No digan que no les advertí”.
El shock venezolano y Cuba: crisis anunciada
El experto remonta al fallecimiento de Hugo Chávez, en marzo de 2013, las primeras alarmas sobre la sostenibilidad de los acuerdos económicos y financieros entre los gobiernos de Cuba y Venezuela, las que empezaron a sonar con más fuerza al hacerse cargo del país Maduro y estancarse la economía venezolana. El cuadro se agravó con la estrepitosa caída del precio del petróleo a fines de 2014. Ya entonces, dice, “era sólo cuestión de tiempo (…) cuándo ocurriría la inevitable caída de estos flujos comerciales y financieros”.
Aunque los medios oficiales cubanos han criticado recientemente a quienes comparan la nueva crisis con la de los años 90, Vidal señala que la comparación “para nada es espuria. La vulnerabilidad ante la caída de los vínculos con Venezuela es muy parecida a la que existía en relación con la caída de la URSS. En ambos casos se ha tratado de relaciones formadas bajo acuerdos y alianzas políticas entre los gobiernos, con precios y condiciones financieras que distan de los estándares en los mercados internacionales. Por tanto, ello genera una vulnerabilidad adicional dadas las características de esos flujos comerciales, financieros y de inversión, que resultan de muy difícil relocalización en otros países”.
Aclara que, “no obstante, en principio, el choque no será de la misma magnitud que el experimentado a partir del año 1991”, pero explica, con cifras, su proyectado impacto en la economía de la isla, y en las vidas de los cubanos.
Los principales impactos
●El intercambio con Venezuela disminuirá alrededor de un 20 por ciento debido a la reducción de los despachos de petróleo. Ello implicará menos ingresos por exportación de servicios médicos y otros profesionales (la principal fuente de divisas de Cuba) debido a que ambas cosas están indexadas.
● Es muy probable que la economía cubana entre en una recesión (decrezca el Producto Interno Bruto o PIB). Ello tendrá un impacto negativo en los diferentes sectores económicos, el comercio externo, los equilibrios macroeconómicos, las finanzas internacionales y el bienestar de los cubanos.
● El crecimiento del PIB quedaría muy cercano a cero o ligeramente negativo este año. Lo peor vendría en 2017, cuando su caída sería de 2.9 por ciento, para la primera disminución del PIB en 24 años.
● La agricultura y la industria sufrirán ambas una contracción, mucho más marcada en 2017 con registros de -9 por ciento y -7.3 por ciento, respectivamente.
● El turismo seguirá creciendo y siendo una fuente importante de ingresos de divisas.
● La inversión caerá 17 por ciento en 2016 y 20 por ciento en 2017, una proporción similar a la registrada en 1991 que pudiera aliviarse si el gobierno cubano comienza a dar luz verde a los proyectos de inversión extranjera pendientes de aprobación
● Se espera una disminución de las exportaciones corrientes mayor que de las importaciones corrientes, por lo que se prevé un déficit en el balance comercial de bienes y servicios que pondrá en riesgo los pagos a los acreedores internacionales, el respaldo a las monedas nacionales y la estabilidad del sistema bancario.
● Se prevé un incremento del déficit fiscal como proporción del PIB, que pudiera superar el 9 por ciento en el año 2017, lo que hace probable un aumento de la inflación cercano al 10 por ciento en 2017. Ello implicará una disminución, en similar o mayor proporción, del poder adquisitivo de los salarios medios.
● Disminución del consumo en 2,8 por ciento este año y 7,5 por ciento el año próximo, así como ligero aumento de la tasa de desempleo, todo lo cual afectará a las familias, aunque menos que en los 90, gracias a fuentes familiares de ingresos más diversificadas.
● La pasarán peor la gran cantidad de familias (la mayoría), que aún mantienen una alta dependencia de los salarios estatales, el consumo racionado de alimentos y los diferentes subsidios. El valor real de estos ingresos representa hoy una tercera parte del valor real que ostentaban en el 1989, por lo que una alta proporción de la población se encuentra en situación de extrema vulnerabilidad ante la nueva crisis, presentando un enorme reto al gobierno en cuanto a la política social, y en el orden político.
Se veía venir y no prepararon al país
El autor lamenta que, con la jugada cantada por economistas de la isla y de la diáspora, el gobierno cubano se quedara cruzado de brazos: “Se sabía que la crisis venezolana en algún momento tendría un efecto negativo sobre la economía cubana. Sin embargo, la dependencia comercial y financiera con Venezuela se mantuvo alta y no se ha hecho lo suficiente para buscar alternativas”.
“Si bien la diplomacia cubana y su política exterior se han movido con rapidez y toman riesgos en el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, en la firma de nuevos acuerdos con la Unión Europea, y en las negociaciones con el Club de París, la política económica no ha marchado al mismo ritmo; su rezago y excesiva precaución siguen sin ofrecer resultados y no han preparado la economía para enfrentar el shock venezolano”.
“La diplomacia cubana ha abierto nuevos espacios de integración internacional como alternativas a Venezuela, pero hasta el momento no se traducen en mayores flujos comerciales, financieros y de inversiones. Hay un gran interés internacional por Cuba, pero la burocracia sigue inmóvil y la preferencia por cambios graduales sigue dejando pasar importantes oportunidades”.
Y ahora, “la salida de la crisis venezolana se ve con muchísimas complicaciones. Los analistas internacionales prevén una caída de 8 por ciento en el PIB de Venezuela en 2016, una inflación de 700 por ciento, una tasa de desempleo de 17 por ciento, un déficit fiscal de más del 20 por ciento del PIB y un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos de más del 6 por ciento del PIB”.
Inmovilismo sería autodestructivo
El catedrático cubano, que encabezó junto con el ahora sancionado Omar Everleny Pérez la crítica económica desde el oficialismo a las reformas de Raúl Castro, recuerda que “La velocidad de la reforma nunca llegó a convencer; a muchos nos resultaba incompatible con la urgencia de cambios que vive el país después de más de veinte años cargando con las consecuencias de la caída del campo socialista y sin poder encontrar un modelo económico alternativo que promoviera progreso económico y bienestar”.
“En muchas áreas de la economía se podían haber aplicado cambios más drásticos con grandes posibilidades de obtener resultados netos, suficientes y positivos. Si antes la velocidad de la reforma parecía excesivamente lenta, ahora ese ritmo resultaría un inmovilismo autodestructivo”.
Vidal todavía concede el beneficio de la duda a la gerontocracia renuente a los cambios que ha conducido a Cuba a este nuevo precipicio:
“De inmediato, las autoridades podrían comenzar por acelerar la aprobación de los proyectos de inversión extranjera pendientes, expandir la pequeña y mediana empresa y las cooperativas con nuevos tipos de licencias y participación de los profesionales, y con la apertura de un mercado competitivo y sin restricciones para el acceso a insumos y bienes de capital físico", señala.
Vidal opina que “si existe algún lado positivo en las difíciles circunstancias actuales sería que, al igual que en los años noventa, la crisis pudiera ser una oportunidad para sumar consensos hacia cambios estructurales más profundos y más acelerados”.
Si las oleadas crecientes y desesperadas de la emigración cubana pueden servir de botón de muestra de la opinión popular, es muy posible que en la isla ya se haya forjado a estas alturas otro consenso: quien debería irse de Cuba, ahora, es la camarilla que conduce al país de una crisis en otra.