El escritor soviético Mijail Bulgakov puso en la boca de Voland, uno de sus personajes de la obra El Maestro y Margarita, una frase que sentó la base de toda la historia del siglo XX – "Los manuscritos no arden". Y es que los archivos se han convertido en el mejor juez de los seres humanos, pues al paso de los años la historia se va componiendo sin ribetes políticos o ideológicos.
El llamado Consejo de Katyn, un grupo de investigadores polacos dedicados a reconstruir el crimen donde murieron asesinados por ordenes de Stalin mas de 22 mil soldados y oficiales del ejército polaco en 1940, logró que se hicieran públicas más de mil páginas sobre la matanza.
En nombre de este grupo, dos congresistas demócratas estadounidenses; Marcy Kaptur, de origen polaco y representante por Ohio y su colega Daniel Lipinski, de Chicago, Illinois, le pidieron al presidente Barack Obama en diciembre del 2011 que desclasificara los documentos relacionados a Katyn, existentes en los archivos de EEUU.
Oficiales estadounidenses, que fueron prisioneros de los alemanes, vieron y documentaron a la Casa Blanca, lo sucedido en Katyn en 1943, cuando los nazis presentaron al mundo las fosas con los cadáveres de los polacos. El presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt supo por oficiales de la inteligencia de la autoría del crimen por parte de Stalin, pero incluso intentó calmarle echando a un lado cualquier investigación de la Cruz Roja.
En su intento de aplacar a Stalin le apoya el primer ministro británico, Winston Churchill, quien si tenía una mayor información sobre la participación soviética en el crimen. De 1944 a 1947 se recopiló en Estados Unidos el testimonio de cientos de personas que constataron la participación soviética en la matanza. Pero en la Casa Blanca pensaban que cualquier información de ese tipo podría enojar a Stalin y decidiera que las tropas soviéticas no participarán en la batalla contra Japón. El cálculo político fue exacto, pero en el comportamiento moral no parece aprobar el examen.
En el Congreso de Estados Unidos se creó en 1951 una comisión que determinó la responsabilidad de los soviéticos en el Kremlin, que aunque no señaló la cooperación de la Casa Blanca con la mentira soviética, si recomendó crear un tribunal internacional para exponer la verdad. Los resultados de la comisión no se hicieron públicos.
Tal actitud de indiferencia ante el pueblo polaco la repite en el verano de 1944, cuando Varsovia se sublevó contra los alemanes. Durante 63 días el ejército polaco (Armia Krajowa), tomó el control de la ciudad. En varios puntos de la ciudad ondeaba la bandera roja y blanca.
Los soviéticos, a 20 km de Varsovia no se movieron para ayudar a los polacos, permitiendo que los nazis ahogaran la sublevación. Aviones ingleses que volaban desde Italia lanzaron pertrechos y alimentos a los insurgentes, pero fue insuficiente. Roosevelt se negó a firmar las misivas que Churchill manda a Moscú pidiendo abrir el espacio aéreo soviético y el uso de bases estadounidenses en Ucrania para las naves británicas.
Los documentos, además de demostrar la verdad histórica, muestran una faceta de la personalidad de Roosevelt que poco se ha investigado, la falta de voluntad política para enfrentar las atrocidades del estalinismo, la negativa reiterada de apoyar las genuinas aspiraciones de justicia (caso de Katyn) y de libertad (sublevación de Varsovia).
Katyn siempre ha sido una herida abierta en la sociedad polaca y en especial en las relaciones con Moscú. Katyn es el asesinato de la elite de la oficialidad polaca a manos del NKVD, la mentira de la URSS al culpar a los nazis del crimen, la verdad que sale a flote con la perestroika, los archivos que entrega Boris N. Yeltsin y ahora la negativa de Moscú por recompensar a los familiares de las víctimas.
El presidente polaco Lech Kaczynski, junto a miembros de su gabinete y la alta oficialidad, falleció cuando su nave se precipitó a tierra cerca de Katyn, en abril del 2010, cuando viajaba para rendir tributo a los asesinados. Esa herida se expande ahora a las relaciones con Washington, en la época de Roosevelt.
El llamado Consejo de Katyn, un grupo de investigadores polacos dedicados a reconstruir el crimen donde murieron asesinados por ordenes de Stalin mas de 22 mil soldados y oficiales del ejército polaco en 1940, logró que se hicieran públicas más de mil páginas sobre la matanza.
En nombre de este grupo, dos congresistas demócratas estadounidenses; Marcy Kaptur, de origen polaco y representante por Ohio y su colega Daniel Lipinski, de Chicago, Illinois, le pidieron al presidente Barack Obama en diciembre del 2011 que desclasificara los documentos relacionados a Katyn, existentes en los archivos de EEUU.
Oficiales estadounidenses, que fueron prisioneros de los alemanes, vieron y documentaron a la Casa Blanca, lo sucedido en Katyn en 1943, cuando los nazis presentaron al mundo las fosas con los cadáveres de los polacos. El presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt supo por oficiales de la inteligencia de la autoría del crimen por parte de Stalin, pero incluso intentó calmarle echando a un lado cualquier investigación de la Cruz Roja.
En su intento de aplacar a Stalin le apoya el primer ministro británico, Winston Churchill, quien si tenía una mayor información sobre la participación soviética en el crimen. De 1944 a 1947 se recopiló en Estados Unidos el testimonio de cientos de personas que constataron la participación soviética en la matanza. Pero en la Casa Blanca pensaban que cualquier información de ese tipo podría enojar a Stalin y decidiera que las tropas soviéticas no participarán en la batalla contra Japón. El cálculo político fue exacto, pero en el comportamiento moral no parece aprobar el examen.
En el Congreso de Estados Unidos se creó en 1951 una comisión que determinó la responsabilidad de los soviéticos en el Kremlin, que aunque no señaló la cooperación de la Casa Blanca con la mentira soviética, si recomendó crear un tribunal internacional para exponer la verdad. Los resultados de la comisión no se hicieron públicos.
Tal actitud de indiferencia ante el pueblo polaco la repite en el verano de 1944, cuando Varsovia se sublevó contra los alemanes. Durante 63 días el ejército polaco (Armia Krajowa), tomó el control de la ciudad. En varios puntos de la ciudad ondeaba la bandera roja y blanca.
Los soviéticos, a 20 km de Varsovia no se movieron para ayudar a los polacos, permitiendo que los nazis ahogaran la sublevación. Aviones ingleses que volaban desde Italia lanzaron pertrechos y alimentos a los insurgentes, pero fue insuficiente. Roosevelt se negó a firmar las misivas que Churchill manda a Moscú pidiendo abrir el espacio aéreo soviético y el uso de bases estadounidenses en Ucrania para las naves británicas.
Los documentos, además de demostrar la verdad histórica, muestran una faceta de la personalidad de Roosevelt que poco se ha investigado, la falta de voluntad política para enfrentar las atrocidades del estalinismo, la negativa reiterada de apoyar las genuinas aspiraciones de justicia (caso de Katyn) y de libertad (sublevación de Varsovia).
Katyn siempre ha sido una herida abierta en la sociedad polaca y en especial en las relaciones con Moscú. Katyn es el asesinato de la elite de la oficialidad polaca a manos del NKVD, la mentira de la URSS al culpar a los nazis del crimen, la verdad que sale a flote con la perestroika, los archivos que entrega Boris N. Yeltsin y ahora la negativa de Moscú por recompensar a los familiares de las víctimas.
El presidente polaco Lech Kaczynski, junto a miembros de su gabinete y la alta oficialidad, falleció cuando su nave se precipitó a tierra cerca de Katyn, en abril del 2010, cuando viajaba para rendir tributo a los asesinados. Esa herida se expande ahora a las relaciones con Washington, en la época de Roosevelt.