Si los palestinos resolvieron lanzar piedras para exigir sus reclamos territoriales en los años 80, o un desesperado vendedor ambulante en Túnez decidió convertirse en una pira en protesta por los abusos del Estado, desencadenando la Primavera Árabe, una porción de la disidencia cubana utiliza como arma contra el autoritarismo y las violaciones jurídicas del régimen castrista las huelgas de hambre.
Es su grito de guerra. Reprobable para muchos, por el alto perjuicio a la salud humana, un sector de la oposición en la isla cree que este método de lucha pacífica es una de las claves para forzar a los hermanos Castro a detener los abusos en materia de derechos humanos.
No es un arma nueva de la disidencia. Hagamos un repaso. Ya desde 1966 las huelgas de hambre han provocado la muerte de varios opositores políticos.
Según registra Wikipedia, Roberto López Chávez, 25 años, murió el 11 de diciembre de 1966 en la cárcel de Isla de Pinos. En prisión desde 1961, comenzó su huelga de hambre en protesta a una salvaje golpiza aplicada por los guardias.
Le trasladaron a una celda de castigo y le negaron agua, lo que empeoró su condición. Estaba tirado en el suelo boquiabierto y gritaba pidiendo agua, cuando varios guardias entraron a su celda y uno orinó en su boca. Murió a la mañana siguiente, tras 70 días de huelga, sin recibir atención médica.
Luis Álvarez Ríos, 31 años, murió el 9 de agosto de 1967 en la prisión Castillo del Príncipe de La Habana. Había sido condenado a 20 años de prisión por contrarrevolución. Él y otros presos iniciaron una huelga de hambre pidiendo ser separados de los delincuentes peligrosos.
Al onceno día, las autoridades carcelarias aceptaron negociar y los presos depusieron la huelga. Pero, no se les prestó atención médica y, en cambio, se les sirvió comida pesada. Los presos médicos dijeron que era peligroso comer así, ya que el cuerpo debe ingerir alimentos gradualmente luego de un ayuno. Un grupo de presos comió y Álvarez Ríos murió casi de inmediato. A la familia sólo se le permitió un funeral de dos horas.
Francisco Aguirre Vidarrueta, murió en septiembre de 1967 en la prisión Castillo del Príncipe. Se negaba a vestir el uniforme azul de los presos comunes y pedía ser reconocido como preso político.
Carmelo Cuadra Hernández, murió el 21 de julio de 1969 en una prisión de La Habana en huelga de hambre, sin atención médica.
Pedro Luis Boitel, 34 años, murió el 25 de mayo de 1972 en el Castillo del Príncipe, prisión de La Habana. Líder de la lucha contra Batista, lo condenaron a 10 años por oponerse al secuestro del ideal democrático.
En la cárcel sufrió torturas, palizas y abusos y se le prolongó la sentencia. Junto a otros reos, participó en muchas huelgas de hambre en protesta de los fusilamientos y exigiendo derechos de presos políticos.
Murió el duodécimo año de su encierro y el día 53 de huelga, sin asistencia médica y maltratado por los guardias mientras agonizaba. Al morir, la Seguridad de Estado agredió a su madre viuda y la aisló en su casa.
Olegario Charlot Spileta, murió el 15 de enero de 1973 en la prisión de Boniato, Santiago de Cuba, en huelga de hambre, sin recibir atención médica.
Enrique García Cuevas, murió el 23 de mayo de 1973 en la prisión provincial de Pretensado, Las Villas. Comenzó su huelga en la prisión de Manacas, ya débil por la desnutrición, en protesta por el trabajo forzado y las condiciones inhumanas. Con 25 días de huelga, lo trasladaron a otra prisión, donde murió sin atención médica.
Reinaldo Cordero Izquierdo, murió el 21 de mayo de 1975 en una prisión de Pinar del Río. Después de servir su sentencia de 10 años, se la aumentaron arbitrariamente. Durante su último año de reclusión había sido torturado severamente. Comenzó su huelga exigiendo su liberación y murió en su celda por complicaciones, sin atención médica.
José Barrios Pedré, murió el 22 de septiembre de 1977 en la prisión Pretensado, Las Villas. Comenzó su huelga de hambre recluido en una celda de máximo castigo.
Santiago Roche Valle, 45 años, murió el 8 de septiembre de 1985 en la prisión Kilo 7 de Camagüey. Sufrió un paro cardíaco, sin haber recibido atención médica.
Nicolás González Regueiro, 42 años, murió el 16 de septiembre de 1992 en la prisión de Manacas, Las Villas. Estaba cumpliendo 4 años de prisión por distribuir propaganda enemiga cuando le salió una úlcera duodenal. Comenzó su huelga para protestar la falta de medicina y su encierro entre delincuentes.
Orlando Zapata Tamayo, 42 años, murió el 23 de febrero de 2010, el día 82 de su huelga. Arrestado en 2003 es condenado en 2004 a 3 años por desacato, desorden público y desobediencia, fue designado preso de conciencia por Amnistía Internacional.
En prisión, le aumentaron su sentencia a más de 30 años por protestar contra los abusos que sufría. Luego de numerosas palizas y torturas, comenzó su huelga exigiendo su integridad física y ser reconocido como preso político.
Por 18 días, se le negó tomar agua, lo que condujo a una grave insuficiencia renal. Luego, lo dejaron desnudo bajo un aire acondicionado. provocándole una neumonía. Horas antes de su muerte, lo llevaron al Hospital Hermanos Ameijeiras en La Habana.
Wilman Villar Mendoza, 31 años, murió el 19 de enero de 2012 tras varias semanas sin ingerir alimentos. Reclamaba su libertad por considerar injusta su sanción.
Todos los fallecidos eran disidentes. Todos pedían reivindicaciones asequibles a las autoridades. El 97% de la población en Cuba, debido al férreo control informativo del Estado y no tener acceso a internet, desconocen la mayoría de estos sucesos.
Solo las muertes de Zapata Tamayo y Wilman Villar, o las sucesivas huelgas de hambres de Guillermo Fariñas han tenido cierta repercusión, casi siempre filtradas por las ilegales antenas de cable y emisoras extranjeras como Radio Martí.
En un editorial sobre las huelgas de hambre efectuadas por opositores en tiempos recientes, el periódico Granma, órgano oficial del gobernante Partido Comunista, fue tajante “Cuba, que ha demostrado con creces que tiene como divisa principal la vida y la dignidad del ser humano, no aceptará presiones ni chantajes”.
Los obstinados hermanos Castro tienen como principio no negociar con la oposición. El ninguneo consciente y las descalificaciones en estos 54 años dan fe de ello. No creo que las últimas huelgas de hambre que llevan a cabo 30 disidentes pacíficos logren forzar una negociación con las autoridades.
Mahatma Gandhi, un hombre que utilizó esa forma de protesta como arma contra el colonialismo británico, refiriéndose a las huelgas de hambre dijo: “Solo son efectivas si logran ablandar el corazón de tu enemigo”.
Es evidente que, en el caso de los Castro, no lo han conseguido. El dilema de la oposición cubana, consideran algunos, es que no tienen otra arma en su arsenal de estrategias pacificas que pueda cambiar el guión político trazado por los autócratas caribeños. Y prefieren inmolarse.
Es su grito de guerra. Reprobable para muchos, por el alto perjuicio a la salud humana, un sector de la oposición en la isla cree que este método de lucha pacífica es una de las claves para forzar a los hermanos Castro a detener los abusos en materia de derechos humanos.
No es un arma nueva de la disidencia. Hagamos un repaso. Ya desde 1966 las huelgas de hambre han provocado la muerte de varios opositores políticos.
Según registra Wikipedia, Roberto López Chávez, 25 años, murió el 11 de diciembre de 1966 en la cárcel de Isla de Pinos. En prisión desde 1961, comenzó su huelga de hambre en protesta a una salvaje golpiza aplicada por los guardias.
Le trasladaron a una celda de castigo y le negaron agua, lo que empeoró su condición. Estaba tirado en el suelo boquiabierto y gritaba pidiendo agua, cuando varios guardias entraron a su celda y uno orinó en su boca. Murió a la mañana siguiente, tras 70 días de huelga, sin recibir atención médica.
Luis Álvarez Ríos, 31 años, murió el 9 de agosto de 1967 en la prisión Castillo del Príncipe de La Habana. Había sido condenado a 20 años de prisión por contrarrevolución. Él y otros presos iniciaron una huelga de hambre pidiendo ser separados de los delincuentes peligrosos.
Al onceno día, las autoridades carcelarias aceptaron negociar y los presos depusieron la huelga. Pero, no se les prestó atención médica y, en cambio, se les sirvió comida pesada. Los presos médicos dijeron que era peligroso comer así, ya que el cuerpo debe ingerir alimentos gradualmente luego de un ayuno. Un grupo de presos comió y Álvarez Ríos murió casi de inmediato. A la familia sólo se le permitió un funeral de dos horas.
Francisco Aguirre Vidarrueta, murió en septiembre de 1967 en la prisión Castillo del Príncipe. Se negaba a vestir el uniforme azul de los presos comunes y pedía ser reconocido como preso político.
Carmelo Cuadra Hernández, murió el 21 de julio de 1969 en una prisión de La Habana en huelga de hambre, sin atención médica.
Pedro Luis Boitel, 34 años, murió el 25 de mayo de 1972 en el Castillo del Príncipe, prisión de La Habana. Líder de la lucha contra Batista, lo condenaron a 10 años por oponerse al secuestro del ideal democrático.
En la cárcel sufrió torturas, palizas y abusos y se le prolongó la sentencia. Junto a otros reos, participó en muchas huelgas de hambre en protesta de los fusilamientos y exigiendo derechos de presos políticos.
Murió el duodécimo año de su encierro y el día 53 de huelga, sin asistencia médica y maltratado por los guardias mientras agonizaba. Al morir, la Seguridad de Estado agredió a su madre viuda y la aisló en su casa.
Olegario Charlot Spileta, murió el 15 de enero de 1973 en la prisión de Boniato, Santiago de Cuba, en huelga de hambre, sin recibir atención médica.
Enrique García Cuevas, murió el 23 de mayo de 1973 en la prisión provincial de Pretensado, Las Villas. Comenzó su huelga en la prisión de Manacas, ya débil por la desnutrición, en protesta por el trabajo forzado y las condiciones inhumanas. Con 25 días de huelga, lo trasladaron a otra prisión, donde murió sin atención médica.
Reinaldo Cordero Izquierdo, murió el 21 de mayo de 1975 en una prisión de Pinar del Río. Después de servir su sentencia de 10 años, se la aumentaron arbitrariamente. Durante su último año de reclusión había sido torturado severamente. Comenzó su huelga exigiendo su liberación y murió en su celda por complicaciones, sin atención médica.
José Barrios Pedré, murió el 22 de septiembre de 1977 en la prisión Pretensado, Las Villas. Comenzó su huelga de hambre recluido en una celda de máximo castigo.
Santiago Roche Valle, 45 años, murió el 8 de septiembre de 1985 en la prisión Kilo 7 de Camagüey. Sufrió un paro cardíaco, sin haber recibido atención médica.
Nicolás González Regueiro, 42 años, murió el 16 de septiembre de 1992 en la prisión de Manacas, Las Villas. Estaba cumpliendo 4 años de prisión por distribuir propaganda enemiga cuando le salió una úlcera duodenal. Comenzó su huelga para protestar la falta de medicina y su encierro entre delincuentes.
Orlando Zapata Tamayo, 42 años, murió el 23 de febrero de 2010, el día 82 de su huelga. Arrestado en 2003 es condenado en 2004 a 3 años por desacato, desorden público y desobediencia, fue designado preso de conciencia por Amnistía Internacional.
En prisión, le aumentaron su sentencia a más de 30 años por protestar contra los abusos que sufría. Luego de numerosas palizas y torturas, comenzó su huelga exigiendo su integridad física y ser reconocido como preso político.
Por 18 días, se le negó tomar agua, lo que condujo a una grave insuficiencia renal. Luego, lo dejaron desnudo bajo un aire acondicionado. provocándole una neumonía. Horas antes de su muerte, lo llevaron al Hospital Hermanos Ameijeiras en La Habana.
Wilman Villar Mendoza, 31 años, murió el 19 de enero de 2012 tras varias semanas sin ingerir alimentos. Reclamaba su libertad por considerar injusta su sanción.
Todos los fallecidos eran disidentes. Todos pedían reivindicaciones asequibles a las autoridades. El 97% de la población en Cuba, debido al férreo control informativo del Estado y no tener acceso a internet, desconocen la mayoría de estos sucesos.
Solo las muertes de Zapata Tamayo y Wilman Villar, o las sucesivas huelgas de hambres de Guillermo Fariñas han tenido cierta repercusión, casi siempre filtradas por las ilegales antenas de cable y emisoras extranjeras como Radio Martí.
En un editorial sobre las huelgas de hambre efectuadas por opositores en tiempos recientes, el periódico Granma, órgano oficial del gobernante Partido Comunista, fue tajante “Cuba, que ha demostrado con creces que tiene como divisa principal la vida y la dignidad del ser humano, no aceptará presiones ni chantajes”.
Los obstinados hermanos Castro tienen como principio no negociar con la oposición. El ninguneo consciente y las descalificaciones en estos 54 años dan fe de ello. No creo que las últimas huelgas de hambre que llevan a cabo 30 disidentes pacíficos logren forzar una negociación con las autoridades.
Mahatma Gandhi, un hombre que utilizó esa forma de protesta como arma contra el colonialismo británico, refiriéndose a las huelgas de hambre dijo: “Solo son efectivas si logran ablandar el corazón de tu enemigo”.
Es evidente que, en el caso de los Castro, no lo han conseguido. El dilema de la oposición cubana, consideran algunos, es que no tienen otra arma en su arsenal de estrategias pacificas que pueda cambiar el guión político trazado por los autócratas caribeños. Y prefieren inmolarse.