Nuestra televisión se confirmaba como sargento político de Hugo Chávez y dedicaba tanto espacio a las elecciones de Venezuela como si fueran las propias. Ningún cubano informado a través del noticiero sería capaz de identificar físicamente a Capriles; mucho menos podría dar opinión sobre su programa. Solo se le menciona como “el candidato de la ultraderecha” y su “paquetazo neoliberal”. Es vital la continuidad del chavismo para la continuidad del castrismo.
Redacto este posteo a las cuatro de la tarde del domingo y trasunto que por estrecho margen habrá reelección; mis dudas están más bien en si el presidente sobreviva hasta su nuevo período, lo cual abre una gran interrogante sobre la continuidad del Socialismo del siglo XXI, ese que al igual que la idea Zuche, nadie sabe de qué trata.
Luego de la guerra de las encuestas que precedió a las elecciones de hoy en el país vecino, no pretendo establecer un estado de opinión con mis impresiones de hace dos horas detrás de un variado grupo de jóvenes donde alternaban las camisetas blancas con las blau-grana, que se dirigían hasta un hotelito cercano donde por 2 CUC presenciarían en gran pantalla y con aire acondicionado, el clásico de la liga española de fútbol.
La animación –y por momentos, la animosidad– definía a estos hinchas, a los que me animé a preguntar si sabían algo de las elecciones en Venezuela.
Una marciana. Eso debe haberles parecido aquella temba de gafas oscuras. Ninguno respondió con palabras. El gesto más condescendiente fue un encoger de hombros. Algunos se alegrarán de ese apoliticismo juvenil, yo no. La mayoría de ellos, llevados por la marea, irá a votar, anulará la boleta o votará dócilmente en las próximas elecciones nuestras, pero ninguno será capaz de articular una respuesta, ni individual ni colectiva ante un problema en su trabajo, su centro de estudios o su área de residencia.
Pertenecen a una sociedad que ya lo tiene todo pensado y decidido desde mucho antes de ellos nacer; en esos muchachos el chip de la iniciativa, está defectuoso.
Caminé hasta el punto en que comienza el descenso de una empinada calle que no pretendía remontar de regreso. Desde la elevación veía otros entusiastas con los colores de su club favorito confluir en la acera del hotelito. No estoy para pagar 2 CUC por algo que no sea comida o aseo, por lo que compré pan en la panadería y regresé a casa para no perderme el partido, que yo también tengo mi corazoncito.
Publicado en el blog La mala Letra el 8 de octubre
Redacto este posteo a las cuatro de la tarde del domingo y trasunto que por estrecho margen habrá reelección; mis dudas están más bien en si el presidente sobreviva hasta su nuevo período, lo cual abre una gran interrogante sobre la continuidad del Socialismo del siglo XXI, ese que al igual que la idea Zuche, nadie sabe de qué trata.
Luego de la guerra de las encuestas que precedió a las elecciones de hoy en el país vecino, no pretendo establecer un estado de opinión con mis impresiones de hace dos horas detrás de un variado grupo de jóvenes donde alternaban las camisetas blancas con las blau-grana, que se dirigían hasta un hotelito cercano donde por 2 CUC presenciarían en gran pantalla y con aire acondicionado, el clásico de la liga española de fútbol.
La animación –y por momentos, la animosidad– definía a estos hinchas, a los que me animé a preguntar si sabían algo de las elecciones en Venezuela.
Una marciana. Eso debe haberles parecido aquella temba de gafas oscuras. Ninguno respondió con palabras. El gesto más condescendiente fue un encoger de hombros. Algunos se alegrarán de ese apoliticismo juvenil, yo no. La mayoría de ellos, llevados por la marea, irá a votar, anulará la boleta o votará dócilmente en las próximas elecciones nuestras, pero ninguno será capaz de articular una respuesta, ni individual ni colectiva ante un problema en su trabajo, su centro de estudios o su área de residencia.
Pertenecen a una sociedad que ya lo tiene todo pensado y decidido desde mucho antes de ellos nacer; en esos muchachos el chip de la iniciativa, está defectuoso.
Caminé hasta el punto en que comienza el descenso de una empinada calle que no pretendía remontar de regreso. Desde la elevación veía otros entusiastas con los colores de su club favorito confluir en la acera del hotelito. No estoy para pagar 2 CUC por algo que no sea comida o aseo, por lo que compré pan en la panadería y regresé a casa para no perderme el partido, que yo también tengo mi corazoncito.
Publicado en el blog La mala Letra el 8 de octubre