Pocos creen en Estados Unidos, o en el resto del mundo occidental, que Hugo Chávez regrese a Venezuela a ocupar el palacio presidencial, pero tampoco imaginan que su régimen acabará rápidamente o que la oposición conseguirá reagruparse a tiempo de substituir al sistema instalado por Chávez.
Aunque los medios informativos han seguido el debate en torno a la no-toma de posesión del presidente enfermo, no hay grandes especulaciones en cuanto al proceso político que se avecina . En muchos lugares parecen aceptar el hecho de que, al menos por un cierto tiempo, Chávez seguirá mandando en Venezuela, ya sea desde una cama de hospital o desde la tumba.
Donde sí hay debates es en torno al peso internacional de Venezuela. Está basado en su riqueza petrolífera pues, en teoría, es la mayor del mundo ya que algunos expertos calculan que sus reservas son superiores a las de Arabia Saudita.
No hay unanimidad, ni gran interés, en las proyecciones de lo que puede representar la desaparición de Chávez para los mercados petroleros internacionales. Ello se debe, en buena parte, a dos circunstancias que se dan casi al mismo tiempo.
Por una parte, está la pérdida en efectividad de las explotaciones petroleras de Venezuela, que han ido cambiando en los años de gobierno chavista para convertirse en un sistema de financiación de su régimen, dispuesto a sacrificar incluso aspectos técnicos esenciales al mantenimiento de las instalaciones,. Se suma la retórica bolivariana que ha reducido su atractivo en el mercado exportador, agravado por las características peculiares del crudo venezolano: a diferencia de los petróleos obtenidos en Libia o Arabia Saudita, el de Venezuela es de gran densidad y alto contenido en azufre, lo que requiere procesos especiales y costosos para el refinado y un mantenimiento especial de las instalaciones para extraerlo. Su precio no puede ser tan elevado como el de los petróleos de mejor calidad, pero su costo de explotación es mayor, algo que no se refleja en los programas venezolanos para mantener sus instalaciones..
Si esto afecta globalmente la atracción del petróleo venezolano, otro factor tiene un peso igual o mayor: la nueva situación energética en Estados Unidos que, debido a sus enormes necesidades, domina los mercados. Han quedado atrás los tiempos en que Chávez se envalentonaba ante la presión que podía ejercer frente al consumidor norteamericano pues esperaba precios del petróleo próximos a los 200 $ por barril. Tampoco pueden, ni él ni quienes ocupen su cargo, apoyarse en la amenaza de recortar los suministros a un país de grandes distancias y necesidades industriales como Estados Unidos, que lo convierten en un gran consumidor de energía.
Es porque los norteamericanos, gracias a las nuevas técnicas de extracción, han conseguido reducir su dependencia del petróleo importado y, en este año, el país puede cubrir el 80% de sus necesidades energéticas. Vecinos como Canadá y México, además de países árabes amigos, pueden cubrir la diferencia. Además, el gas natural es tan abundante, que los precios se han desplomado y las industrias automovilísticas estudian la posibilidad de desarrollar más vehículos que lo utilicen como combustible, mientras el país se plantea la construcción de centrales exportadoras..
El petróleo es tan abundante en algunas zonas del centro del país, como Dakota o Texas que experimentan algo así como en su día fue la fiebre del oro en California y los presupuestos locales gozan de enormes superávits. Algunos expertos dicen que en menos de una década Estados Unidos puede tener reservas mayores que Arabia Saudita.
Nada de ello significa que Venezuela no va a poder vender su petróleo, pero sí reduce la posibilidad de mantener los elevados precios que esperaba Chávez y, menos aún, el perfil internacional de que tanto ha disfrutado, aunque consiga mantener el chavismo en el más allá y en los límites de su país y de sus amigos en el continente.