Corea del Norte realizó esta semana la tercera prueba nuclear de su historia, desafiando así a la ONU y, sobre todo, a los EE.UU. que quieren defender la paz mundial excluyendo la proliferación nuclear y mucho más aún, quieren proteger a Corea del Sur de un eventual ataque de su vecino septentrional.
Pese a todo esto, el desafío norcoreano es muchísimo más un problema de política interna que externa. Porque el país es la última dictadura estalinista que queda en el mundo y tiene aún hoy – en el 2013 – las estructura políticas de la URSS de 1920, es decir un poder basado en el terror policial, el apoyo militar y la gestión pública monopolizada por el partido único.
Con este sistema la Unión Soviética acabó en la quiebra económica y la ruina política, pero el pánico de los comunistas norcoreanos a perder el monopolio del poder es tal que sus estructura políticas están petrificadas desde la segunda mitad del siglo pasado. El país vive – lo correcto sería decir sobrevive a trancas y barrancas - hoy en día casi exclusivamente de la ayuda china y un magro negocio de venta de armas de vieja tecnología al tercer mundo y las organizaciones terroristas.
Pero en Corea del Norte la vida es precaria, con hambrunas frecuentes, y un terror policial omnipresente. Lo malo para el Gobierno del dictador Kim Jung-ul, el tercer Kim al frente del país porque los norcoreanos han dado la nota asiática al comunismo inventándose el “liderazgo democrático hereditario”, es que en esa constelación la dureza de la vida es tal que a la población le falta el canto de un diente para estallar en protestas.
Militares y politburó recurren a la vieja formula dictatorial de esconder las vergüenzas domesticas bajo exabruptos de orgullo nacional. Y entre los pocos logros del sistema, el despliegue militar con su industria nuclear bélica es uno de los pocos aspectos positivos. Y además de presumir, el arsenal nuclear y de misiles sirve para chantajear un poco a los EE.UU. y Corea del Sur.
De ahí que ante el incremento de las sanciones económicas impuestas por la ONU en diciembre del 2012 por la realización de pruebas con misiles intercontinentales, el Gobierno de Pyongyang ha respondido con el primitivo “si no quieres caldo, pues ahí van dos tazas” y ahora se ha descolgado con una prueba nuclear subterránea.
El que esta haya sido de pequeña potencia (10 kilotones que generaron un temblor sísmico de 4,9 grados) no tranquiliza en absoluto porque indica que los generales norcoreanos piensan dotar así a sus misiles de pequeñas ojivas nucleares o incluso fabricar miniojivas nucleares para morteros y cohetes destinados a combates de proximidad…. Es decir, para ataques contra Corea del Sur.
Pese a todo esto, el desafío norcoreano es muchísimo más un problema de política interna que externa. Porque el país es la última dictadura estalinista que queda en el mundo y tiene aún hoy – en el 2013 – las estructura políticas de la URSS de 1920, es decir un poder basado en el terror policial, el apoyo militar y la gestión pública monopolizada por el partido único.
Con este sistema la Unión Soviética acabó en la quiebra económica y la ruina política, pero el pánico de los comunistas norcoreanos a perder el monopolio del poder es tal que sus estructura políticas están petrificadas desde la segunda mitad del siglo pasado. El país vive – lo correcto sería decir sobrevive a trancas y barrancas - hoy en día casi exclusivamente de la ayuda china y un magro negocio de venta de armas de vieja tecnología al tercer mundo y las organizaciones terroristas.
Pero en Corea del Norte la vida es precaria, con hambrunas frecuentes, y un terror policial omnipresente. Lo malo para el Gobierno del dictador Kim Jung-ul, el tercer Kim al frente del país porque los norcoreanos han dado la nota asiática al comunismo inventándose el “liderazgo democrático hereditario”, es que en esa constelación la dureza de la vida es tal que a la población le falta el canto de un diente para estallar en protestas.
Militares y politburó recurren a la vieja formula dictatorial de esconder las vergüenzas domesticas bajo exabruptos de orgullo nacional. Y entre los pocos logros del sistema, el despliegue militar con su industria nuclear bélica es uno de los pocos aspectos positivos. Y además de presumir, el arsenal nuclear y de misiles sirve para chantajear un poco a los EE.UU. y Corea del Sur.
De ahí que ante el incremento de las sanciones económicas impuestas por la ONU en diciembre del 2012 por la realización de pruebas con misiles intercontinentales, el Gobierno de Pyongyang ha respondido con el primitivo “si no quieres caldo, pues ahí van dos tazas” y ahora se ha descolgado con una prueba nuclear subterránea.
El que esta haya sido de pequeña potencia (10 kilotones que generaron un temblor sísmico de 4,9 grados) no tranquiliza en absoluto porque indica que los generales norcoreanos piensan dotar así a sus misiles de pequeñas ojivas nucleares o incluso fabricar miniojivas nucleares para morteros y cohetes destinados a combates de proximidad…. Es decir, para ataques contra Corea del Sur.