El Gobierno estadounidense se está envolviendo poco a poco en una nueva aventura bélica a lo Afganistán: Washington ha montado en la República del Níger una base militar para apoyar a las tropas francesas que luchen en Malí contra los alqaedistas de “Aquim,”.
De momento, en esta base se halla un centenar de soldados y técnicos militares bien armados “para poderse defender, llegado el caso” y que disponen de sofisticadas instalaciones de espionaje aéreo. Principalmente se trata de aviones no tripulados del tipo “Predator” o “drones”, que pueden vigilar desde el aire amplios espacios y detectar así los movimientos y, con un poco de suerte, los refugios de los guerrilleros islamistas.
La paulatina implicación de la Casa Blanca en la guerra de guerrillas de Malí es perfectamente coherente, porque el fundamentalismo musulmán sigue considerando a los EE.UU como a su principal enemigo y ha trasladado sus ataques desde Asia – donde perdió Afganistán – al África Occidental. En esta zona, antiguamente feudo colonial francés, el principal campo de batalla es Malí y la intervención militar gala – 4.000 soldados – se ha encallado. Después de unas victorias fulgurantes en luchas a campo abierto y reconquista de núcleos urbanos, los soldados occidentales y sus aliados africanos, especialmente los 2.000 hombres enviados por el Chad, no logran ninguna victoria importante en la lucha de guerrillas.
Los alqaedistas han abandonado el desierto del norte de Malí, donde estaban a merced de los aviones y helicópteros franceses para refugiarse en la zona montañosa del Adrar, a caballo sobre la frontera argelino-maliense. Desde allí, lanzan golpes de mano contra las bases francesas más vulnerables del territorio reconquistado por Francia y sus aliados.
Es una situación muy similar a la afgana tanto en sus luchas contra la URSS como contra la coalición estadounidense, con el agravante para Paris de que en el Adrar la población local es escasa y – por lo menos hasta ahora – fidelísima a los tuareg y al Islam. En estas condiciones, la intervención de los “drones” significa una ayuda enorme porque reduce grandemente el factor sorpresa de los ataques guerrilleros.
Además de la ayuda técnica estadounidense, Francia cuenta por ahora con otro factor positivo : un sector de los nacionalistas y en buena parte de los mercenarios tuaregs que regresaron de la Libia de Gaddafi, no han asimilado aún la mentalidad guerrillera y sucumben de tanto en tanto a la tentación de lanzar ofensivas clásicas y se lanzan a campo abierto contra ciudades y objetivos militares ubicados en el norte de Malí. Es el caso de las luchas del pasado fin de semana en Gao, donde murieron 65 guerrilleros y 13 soldados chadistas. Pero si los occidentales y sus aliados africanos no logran rápidamente una erradicación total de los alqaedistas, estos volverán a la esencia de la lucha guerrillera transformando la crisis político-militar actual en un problema crónico.
De momento, en esta base se halla un centenar de soldados y técnicos militares bien armados “para poderse defender, llegado el caso” y que disponen de sofisticadas instalaciones de espionaje aéreo. Principalmente se trata de aviones no tripulados del tipo “Predator” o “drones”, que pueden vigilar desde el aire amplios espacios y detectar así los movimientos y, con un poco de suerte, los refugios de los guerrilleros islamistas.
La paulatina implicación de la Casa Blanca en la guerra de guerrillas de Malí es perfectamente coherente, porque el fundamentalismo musulmán sigue considerando a los EE.UU como a su principal enemigo y ha trasladado sus ataques desde Asia – donde perdió Afganistán – al África Occidental. En esta zona, antiguamente feudo colonial francés, el principal campo de batalla es Malí y la intervención militar gala – 4.000 soldados – se ha encallado. Después de unas victorias fulgurantes en luchas a campo abierto y reconquista de núcleos urbanos, los soldados occidentales y sus aliados africanos, especialmente los 2.000 hombres enviados por el Chad, no logran ninguna victoria importante en la lucha de guerrillas.
Los alqaedistas han abandonado el desierto del norte de Malí, donde estaban a merced de los aviones y helicópteros franceses para refugiarse en la zona montañosa del Adrar, a caballo sobre la frontera argelino-maliense. Desde allí, lanzan golpes de mano contra las bases francesas más vulnerables del territorio reconquistado por Francia y sus aliados.
Es una situación muy similar a la afgana tanto en sus luchas contra la URSS como contra la coalición estadounidense, con el agravante para Paris de que en el Adrar la población local es escasa y – por lo menos hasta ahora – fidelísima a los tuareg y al Islam. En estas condiciones, la intervención de los “drones” significa una ayuda enorme porque reduce grandemente el factor sorpresa de los ataques guerrilleros.
Además de la ayuda técnica estadounidense, Francia cuenta por ahora con otro factor positivo : un sector de los nacionalistas y en buena parte de los mercenarios tuaregs que regresaron de la Libia de Gaddafi, no han asimilado aún la mentalidad guerrillera y sucumben de tanto en tanto a la tentación de lanzar ofensivas clásicas y se lanzan a campo abierto contra ciudades y objetivos militares ubicados en el norte de Malí. Es el caso de las luchas del pasado fin de semana en Gao, donde murieron 65 guerrilleros y 13 soldados chadistas. Pero si los occidentales y sus aliados africanos no logran rápidamente una erradicación total de los alqaedistas, estos volverán a la esencia de la lucha guerrillera transformando la crisis político-militar actual en un problema crónico.