Con un enigmático título borgiano, “Senderos que se bifurcan”, titula la revista católica Espacio Laical el editorial de su segundo número de 2013. Al leerlo, no he podido evitar la tentación de homenajear a otro famoso escritor, James Joyce, e intercalar en cursivas el flujo de mi conciencia. Si prefiere leerlo sin mi descarga incoherente, pulse aquí.
La opinión de Roberto Veiga y Lenier González, redactores de la revista, se inicia justamente con una incógnita, reprendiendo a “algunas personas” (¿será que pidieron el anonimato?) por pedirle (N.del E.: “pedirles”) a “importantes centros de poder en el mundo” (pero ¿cuántas “X” hay que despejar en esta ecuación?) que desestabilicen (ojo: palabrita puesta de moda por el artículo 1 de la Ley Mordaza) al gobierno cubano y tomen medidas que pueden dañar fundamentalmente al pueblo de la Isla”.
Estas "algunas personas" también estarían pidiendo a los poderosos no identificados (¿y si me niegan la visa para ir a LASA?) “que contribuyan a imponer en Cuba un modelo socio-económico-político que ha demostrado tener luces, pero también grandes sombras (¡no juegues que Rembrandt también era economista!)
Veiga y González admiten que “Cuba tiene muchísimo que cambiar", pero afirman que “todo indica que la generalidad de los cubanos (¿abrió Gallup oficinas en La Habana?) no desea un cambio al estilo del ocurrido en muchísimos países de Europa del Este” (no sé por qué V. y G. me hicieron recordar una película en la que un grupo de jóvenes cubanos, con tal de irse, se iban hasta para Madagascar).
Agregan que “la inmensa mayoría de los cubanos" (el dato tampoco aparece en la web de la Oficina Nacional de Estadísticas) “no pretende que el país se enrumbe hacia el destino de esa parte del mundo, ni que nuestros cambios sean por medio de una metodología similar a la aplicada allí” (“Tenemos que pensar y repensar cada cosa que hagamos”, dijo Raúl. "Y después, la requetepensamos", pensó Raúl, pero no lo dijo).
González y Veiga dicen ser abiertos a las críticas desde el exterior, pero inmediatamente advierten a los críticos que “la mayoría de los patriotas cubanos (los demás, por eliminación, deben ser apátridas) que abundan en buena parte de nuestra actual diversidad política, anhelan que lo hagan actuando como amigos que nos acompañan y no como jueces que nos condenan, ni como conspiradores (¡uuuuhh!, ¡esta sí que es una implicación fula!: supuestamente por “conspirar” con EE.UU. a los 75 detenidos de la Primavera Negra del 2003 les repartieron nada más que 1485 años de cárcel) que estén dispuestos a llevarnos hacia destinos inciertos, que no emanen de la voluntad expresa del pueblo (Caballeros, debo tener el alemán de guardia ¿Me recuerdan cuándo fue el último plebiscito libre en Cuba?).
Veiga y González aseguran por otra parte que “está comprobado igualmente que han existido y existen personas e instituciones que -sin renunciar a sus preferencias ideológicas, políticas y económicas-- son transparentes” (los otros también tienen preferencias pero deben ser seres muy oscuros, y por eso a veces Espacio Laical les cierra las puertas de sus “plurales” seminarios y conferencias) “y procuran que sus criterios e intereses participen por medio de un entendimiento y un acuerdo que ofrezca estabilidad a todos” (¡Señores, no hagan olas con eso de que aquí no hay quien viva: el país lo que necesita es eso: ES-TA-BI-LI-DAD!).
“Por otro lado, para que esto sea posible se hace imperiosa una evolución política que sea capaz de ampliar el proceso de apertura entre cubanos con pensamientos patrióticos disímiles" (pero armónicos, que este corito tiene que seguir sonando).
"Es necesario que juntos, y con una intensa participación del pueblo (en esos raticos en que no está haciendo cola), podamos cincelar el presente modelo social (paciencia, que el muro está reduro, pero en 200 años acabamos la obra), con el propósito de adecuarlo a las demandas vigentes de la nación, (de que) sea un producto real de la voluntad general (fe de erratas: la voluntad del General) y se evite así que otros (los malos de la película) -en algún momento, aprovechando determinadas circunstancias- logren imponer un nuevo modelo que responda a intereses parciales (de “grupúsculos”) y hasta puedan pretender secuestrar al país” (a punta de mensajes SMS y huelgas de hambre).
“Para ello resulta obligatorio que la política oficial continúe evitando rigideces. Realmente pueden existir fundamentos que justifiquen ciertas inflexibilidades (¿como los inflexibles trancazos a los miembros de la UNPACU?), pero a esta altura de la historia una hipertrofia (¿más?) de las rigideces puede precipitar al país hacia el abismo (¡Hey, alto ahí, eso es diversionismo: el General dijo bien claro “el precipicio”!).
“Se hace ineludible que el Estado, el gobierno y el Partido Comunista, se dejen interpelar por los criterios y proyectos, nuevos y patrióticos, que abundan dentro y fuera de sus filas, estén dispuestos a darles protagonismo (¡Naa, tú me esta’ engañando!), promuevan una síntesis de todas esas ideas, y faciliten el rediseño de nuestra República” (“Tengan paciencia, que yo me retiro en 2018. Allá ustedes con el que venga atrás". Fdo. Raúl Castro Ruz).
Nota (imaginaria) de la redacción de E.L.: "Si ves que los senderos se bifurcan, no te comas el millo: ordena 'a retaguardia, mar'” y toca base en el punto de partida".
La opinión de Roberto Veiga y Lenier González, redactores de la revista, se inicia justamente con una incógnita, reprendiendo a “algunas personas” (¿será que pidieron el anonimato?) por pedirle (N.del E.: “pedirles”) a “importantes centros de poder en el mundo” (pero ¿cuántas “X” hay que despejar en esta ecuación?) que desestabilicen (ojo: palabrita puesta de moda por el artículo 1 de la Ley Mordaza) al gobierno cubano y tomen medidas que pueden dañar fundamentalmente al pueblo de la Isla”.
Estas "algunas personas" también estarían pidiendo a los poderosos no identificados (¿y si me niegan la visa para ir a LASA?) “que contribuyan a imponer en Cuba un modelo socio-económico-político que ha demostrado tener luces, pero también grandes sombras (¡no juegues que Rembrandt también era economista!)
Veiga y González admiten que “Cuba tiene muchísimo que cambiar", pero afirman que “todo indica que la generalidad de los cubanos (¿abrió Gallup oficinas en La Habana?) no desea un cambio al estilo del ocurrido en muchísimos países de Europa del Este” (no sé por qué V. y G. me hicieron recordar una película en la que un grupo de jóvenes cubanos, con tal de irse, se iban hasta para Madagascar).
Agregan que “la inmensa mayoría de los cubanos" (el dato tampoco aparece en la web de la Oficina Nacional de Estadísticas) “no pretende que el país se enrumbe hacia el destino de esa parte del mundo, ni que nuestros cambios sean por medio de una metodología similar a la aplicada allí” (“Tenemos que pensar y repensar cada cosa que hagamos”, dijo Raúl. "Y después, la requetepensamos", pensó Raúl, pero no lo dijo).
González y Veiga dicen ser abiertos a las críticas desde el exterior, pero inmediatamente advierten a los críticos que “la mayoría de los patriotas cubanos (los demás, por eliminación, deben ser apátridas) que abundan en buena parte de nuestra actual diversidad política, anhelan que lo hagan actuando como amigos que nos acompañan y no como jueces que nos condenan, ni como conspiradores (¡uuuuhh!, ¡esta sí que es una implicación fula!: supuestamente por “conspirar” con EE.UU. a los 75 detenidos de la Primavera Negra del 2003 les repartieron nada más que 1485 años de cárcel) que estén dispuestos a llevarnos hacia destinos inciertos, que no emanen de la voluntad expresa del pueblo (Caballeros, debo tener el alemán de guardia ¿Me recuerdan cuándo fue el último plebiscito libre en Cuba?).
Veiga y González aseguran por otra parte que “está comprobado igualmente que han existido y existen personas e instituciones que -sin renunciar a sus preferencias ideológicas, políticas y económicas-- son transparentes” (los otros también tienen preferencias pero deben ser seres muy oscuros, y por eso a veces Espacio Laical les cierra las puertas de sus “plurales” seminarios y conferencias) “y procuran que sus criterios e intereses participen por medio de un entendimiento y un acuerdo que ofrezca estabilidad a todos” (¡Señores, no hagan olas con eso de que aquí no hay quien viva: el país lo que necesita es eso: ES-TA-BI-LI-DAD!).
“Por otro lado, para que esto sea posible se hace imperiosa una evolución política que sea capaz de ampliar el proceso de apertura entre cubanos con pensamientos patrióticos disímiles" (pero armónicos, que este corito tiene que seguir sonando).
"Es necesario que juntos, y con una intensa participación del pueblo (en esos raticos en que no está haciendo cola), podamos cincelar el presente modelo social (paciencia, que el muro está reduro, pero en 200 años acabamos la obra), con el propósito de adecuarlo a las demandas vigentes de la nación, (de que) sea un producto real de la voluntad general (fe de erratas: la voluntad del General) y se evite así que otros (los malos de la película) -en algún momento, aprovechando determinadas circunstancias- logren imponer un nuevo modelo que responda a intereses parciales (de “grupúsculos”) y hasta puedan pretender secuestrar al país” (a punta de mensajes SMS y huelgas de hambre).
“Para ello resulta obligatorio que la política oficial continúe evitando rigideces. Realmente pueden existir fundamentos que justifiquen ciertas inflexibilidades (¿como los inflexibles trancazos a los miembros de la UNPACU?), pero a esta altura de la historia una hipertrofia (¿más?) de las rigideces puede precipitar al país hacia el abismo (¡Hey, alto ahí, eso es diversionismo: el General dijo bien claro “el precipicio”!).
“Se hace ineludible que el Estado, el gobierno y el Partido Comunista, se dejen interpelar por los criterios y proyectos, nuevos y patrióticos, que abundan dentro y fuera de sus filas, estén dispuestos a darles protagonismo (¡Naa, tú me esta’ engañando!), promuevan una síntesis de todas esas ideas, y faciliten el rediseño de nuestra República” (“Tengan paciencia, que yo me retiro en 2018. Allá ustedes con el que venga atrás". Fdo. Raúl Castro Ruz).
Nota (imaginaria) de la redacción de E.L.: "Si ves que los senderos se bifurcan, no te comas el millo: ordena 'a retaguardia, mar'” y toca base en el punto de partida".