Un grifo abierto, un alcantarilla con la tapa en medio de la calle, un consultorio médico bordeado por aguas albañales componen una foto de la Cuba que no sale ni en la prensa oficial ni en la agenda de los turoperadores que se ocupan del tema cubano en el turismo internacional.
En El Cerro o Centro Habana, en muchas ocasiones las aguas que corren avenida abajo se confunden entre los residuos albañales y las que se escapan por las tuberías derruidas por el tiempo.
Una enfermera habla con un reportero independiente:
En un video clandestino sacado de Cuba, un entrevistador se da de bruces con algo insólito: hay un hidrante en una calle habanera que data de principios del siglo XX, pero ante la carestía del precioso líquido y el hacinamiento en el edificio multifamiliar, los vecinos decidieron retirar la tapa y acarrear el agua directamente. Tres décadas después, sigue el derroche.
La prensa oficial resalta las malas prácticas ciudadanas como los males que atentan contra el ahorro del agua, pero esa información contrasta con las quejas que aparecen en los semanarios provinciales, donde los ciudadanos acusan a las estructuras gubernamentales de la desidia con que tratan sus problemas. Los funcionarios están bien entrenados en hacer oídos sordos ante las quejas populares.
Cada semestre el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reabre una campaña sanitaria contra el mosquito Aedes Aegypti, pero tiene que sumar a los empeños tareas de desratización contra la leptospirosis, ya que la acumulación de residuos trae consigo la proliferación de roedores.
Tapas de alcantarillas y pedazos de hidrantes de cobre o bronce han ido a parar a las oficinas recolectoras de materia prima. A las dependencias que compran pedazos de esos metales a precios considerables llegan carromatos con tuberías, llaves y utensilios que han sido arrancados de las calles.
Llama la atención que en los últimos tiempos, la televisión cubana haya dejado de transmitir un spot del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos en que se informa que más del 50% del agua potable que se colecta, va a dar a las alcantarillas.
El pasado mes de marzo el periodista Carlos Ríos Otero publicó en Cubanet lo que pudiera ser el colmo de la negligencia: una fosa descargaba heces fecales en la esquina de Coco y Rabí, en el barrio habanero de Santos Suárez, justamente donde se encuentra un centro de salud.
“La clínica fue eje de mando durante el mes de enero del 2013 para la vigilancia de los casos de cólera del municipio 10 de Octubre, que fuera declarado en alerta roja. Dicho municipio es el más grande en habitantes de La Habana metropolitana y el tercero del país”, explica Ríos Otero.
Las audiencias públicas entre las autoridades sanitarias, vecinos y los funcionarios de las instancias de gobierno quedan en las promesas de “elevar esas quejas” o “trabajar en base a eso”. Una promesa más.
En El Cerro o Centro Habana, en muchas ocasiones las aguas que corren avenida abajo se confunden entre los residuos albañales y las que se escapan por las tuberías derruidas por el tiempo.
Una enfermera habla con un reportero independiente:
En un video clandestino sacado de Cuba, un entrevistador se da de bruces con algo insólito: hay un hidrante en una calle habanera que data de principios del siglo XX, pero ante la carestía del precioso líquido y el hacinamiento en el edificio multifamiliar, los vecinos decidieron retirar la tapa y acarrear el agua directamente. Tres décadas después, sigue el derroche.
La prensa oficial resalta las malas prácticas ciudadanas como los males que atentan contra el ahorro del agua, pero esa información contrasta con las quejas que aparecen en los semanarios provinciales, donde los ciudadanos acusan a las estructuras gubernamentales de la desidia con que tratan sus problemas. Los funcionarios están bien entrenados en hacer oídos sordos ante las quejas populares.
Cada semestre el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reabre una campaña sanitaria contra el mosquito Aedes Aegypti, pero tiene que sumar a los empeños tareas de desratización contra la leptospirosis, ya que la acumulación de residuos trae consigo la proliferación de roedores.
Tapas de alcantarillas y pedazos de hidrantes de cobre o bronce han ido a parar a las oficinas recolectoras de materia prima. A las dependencias que compran pedazos de esos metales a precios considerables llegan carromatos con tuberías, llaves y utensilios que han sido arrancados de las calles.
Llama la atención que en los últimos tiempos, la televisión cubana haya dejado de transmitir un spot del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos en que se informa que más del 50% del agua potable que se colecta, va a dar a las alcantarillas.
El pasado mes de marzo el periodista Carlos Ríos Otero publicó en Cubanet lo que pudiera ser el colmo de la negligencia: una fosa descargaba heces fecales en la esquina de Coco y Rabí, en el barrio habanero de Santos Suárez, justamente donde se encuentra un centro de salud.
“La clínica fue eje de mando durante el mes de enero del 2013 para la vigilancia de los casos de cólera del municipio 10 de Octubre, que fuera declarado en alerta roja. Dicho municipio es el más grande en habitantes de La Habana metropolitana y el tercero del país”, explica Ríos Otero.
Las audiencias públicas entre las autoridades sanitarias, vecinos y los funcionarios de las instancias de gobierno quedan en las promesas de “elevar esas quejas” o “trabajar en base a eso”. Una promesa más.