Las distintas asociaciones para los discapacitados en Cuba han caído en su promoción, en la efectividad de integrar a estas personas al trabajo y sobre todo en ayudarlos materialmente.
En el centro sur de la isla, el periodista independiente Alejandro Tur Valladares, quien además es discapacitado físico, afirmó que “se han creado un grupo de talleres que tienen grandes carencias de toda índole y en otro caso la labor a realizar tiene un perfil muy estrecho, como el trabajo artesanal o reparaciones menores con muy baja remuneración. De otra forma, si otros tienen otro perfil, encuentran una gran limitante”.
La supeditación al trabajo ideológico, al control de un organismo central y la falta de espacios han hecho mella en los intereses que tuvieron estas asociaciones en su creación.
La labor de coordinación de entidades como la Asociación Cubana de Limitados Físicos y Motores (ACLIFIM) o la Asociación Nacional de Ciegos (ANCI) no son autónomas y se rigen por una estructura férrea que va desde el nivel nacional, pasa por el provincial y termina en el municipio. Debido a estos canales burocráticos algunas gestiones han fracasado.
“En el pasado los impedidos físicos recibían ropas de donación y calzado de manera directa, que venían del exterior, pero en el afán del régimen de controlarlo todo hizo que organizaciones humanitarias de este tipo se hayan retirado”, concluyó Tur Valladares.
Una alternativa
Cuando fallan los mecanismos establecidos, los ciudadanos deciden echarlos a andar por sus propios medios. Annia Peralta Romero es vice-presidenta nacional de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR) y desde la oriental ciudad de Bayamo, lugar donde reside, ha implementado una red para ayudar a los discapacitados.
“Tenemos pocos recursos y hacemos lo que podemos con eso. FLAMUR ha trabajado en cinco centros cívicos, nuestro trabajo es con la mujer rural, netamente social y se les han distribuido manuales para que sepan sus derechos, enseñando a los padres dinámicas sobre este tema, porque sabemos el abandono con estas personas y la burocracia tan grande que hay”, indicó.
La asistencia que pueden dar grupos alternativos de la sociedad civil independiente es poca, pero aún así, la policía política ha intentado impedir esta ayuda.
“Hemos entregado un módulo mínimo de aseo personal y algún alimento. Pero la burocracia es muy grande. Yo tengo el caso de Lourdes, una señora que va a mi iglesia y tiene su hija discapacitada mental, a la que tiene que lavarle las sábanas todos los días, pero no recibe ninguna ayuda por mucho que haya pedido y esperado, y hemos tenido a bien extender la mano y dirigirnos allí”, afirma Annia, quien dice haber recibido persecusión por esta labor.
Lo mismo ocurrió hace pocas semanas en Colón, Matanzas cuando las fuerzas policiales impidieron a opositores y damas de blanco distribuir el almuerzo sabatino que ofrecen a los ancianos de su comunidad. El proyecto de beneficencia se denomina “Capitán Tondique” y se hace con fondos de exiliados y la ayuda de campesinos de la zona.
La espera eterna
Con un certificado otorgado por un galeno, luego un peritaje médico más abarcador y por último el visto bueno de los funcionarios que dirigen las asociaciones para los discapacitados se obtiene un carné que ofrece facilidades en el transporte, acceso a algunas dependencias y licencias para vender productos artesanales.
Sin documentación aún para ser catalogado como un discapacitado y en espera de un juicio por una reyerta pública, Juan Manuel Cotilla sufre los días de su vida postrado en una cama.
“Estaba despidiendo a un amigo en la terminal de Bayamo y él discutió con el chofer, llamaron a la policía y me aplicaron una llave de estrangulación que me afectó la médula espinal”, explica Juan Manuel.
Annia Peralta, la activista independiente es quien ha visitado a Juan Manuel Cotilla durante este tiempo, entregándole módulos de aseo personal y algo de alimentos
“Como estoy postrado debo esperar tres meses más en mi recuperación, como estoy en cama, hasta que no me recupere no me harán el juicio, sólo así se decide que harán conmigo. Gracias a los muchachos de FLAMUR he podido sobrevivir con esta enfermedad”, concluyó agradecido Cotilla.
En el centro sur de la isla, el periodista independiente Alejandro Tur Valladares, quien además es discapacitado físico, afirmó que “se han creado un grupo de talleres que tienen grandes carencias de toda índole y en otro caso la labor a realizar tiene un perfil muy estrecho, como el trabajo artesanal o reparaciones menores con muy baja remuneración. De otra forma, si otros tienen otro perfil, encuentran una gran limitante”.
La supeditación al trabajo ideológico, al control de un organismo central y la falta de espacios han hecho mella en los intereses que tuvieron estas asociaciones en su creación.
La labor de coordinación de entidades como la Asociación Cubana de Limitados Físicos y Motores (ACLIFIM) o la Asociación Nacional de Ciegos (ANCI) no son autónomas y se rigen por una estructura férrea que va desde el nivel nacional, pasa por el provincial y termina en el municipio. Debido a estos canales burocráticos algunas gestiones han fracasado.
“En el pasado los impedidos físicos recibían ropas de donación y calzado de manera directa, que venían del exterior, pero en el afán del régimen de controlarlo todo hizo que organizaciones humanitarias de este tipo se hayan retirado”, concluyó Tur Valladares.
Una alternativa
Cuando fallan los mecanismos establecidos, los ciudadanos deciden echarlos a andar por sus propios medios. Annia Peralta Romero es vice-presidenta nacional de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR) y desde la oriental ciudad de Bayamo, lugar donde reside, ha implementado una red para ayudar a los discapacitados.
“Tenemos pocos recursos y hacemos lo que podemos con eso. FLAMUR ha trabajado en cinco centros cívicos, nuestro trabajo es con la mujer rural, netamente social y se les han distribuido manuales para que sepan sus derechos, enseñando a los padres dinámicas sobre este tema, porque sabemos el abandono con estas personas y la burocracia tan grande que hay”, indicó.
La asistencia que pueden dar grupos alternativos de la sociedad civil independiente es poca, pero aún así, la policía política ha intentado impedir esta ayuda.
“Hemos entregado un módulo mínimo de aseo personal y algún alimento. Pero la burocracia es muy grande. Yo tengo el caso de Lourdes, una señora que va a mi iglesia y tiene su hija discapacitada mental, a la que tiene que lavarle las sábanas todos los días, pero no recibe ninguna ayuda por mucho que haya pedido y esperado, y hemos tenido a bien extender la mano y dirigirnos allí”, afirma Annia, quien dice haber recibido persecusión por esta labor.
Lo mismo ocurrió hace pocas semanas en Colón, Matanzas cuando las fuerzas policiales impidieron a opositores y damas de blanco distribuir el almuerzo sabatino que ofrecen a los ancianos de su comunidad. El proyecto de beneficencia se denomina “Capitán Tondique” y se hace con fondos de exiliados y la ayuda de campesinos de la zona.
#Cuba Desde temprano, SE y policía política tienen puestos altavoces y cerraron las calles en los alrededores d la sede dl @CapitanTondique
— Lazaro Diaz Sanchez (@LazaroDiazSanch) August 24, 2013
La espera eterna
Con un certificado otorgado por un galeno, luego un peritaje médico más abarcador y por último el visto bueno de los funcionarios que dirigen las asociaciones para los discapacitados se obtiene un carné que ofrece facilidades en el transporte, acceso a algunas dependencias y licencias para vender productos artesanales.
Sin documentación aún para ser catalogado como un discapacitado y en espera de un juicio por una reyerta pública, Juan Manuel Cotilla sufre los días de su vida postrado en una cama.
“Estaba despidiendo a un amigo en la terminal de Bayamo y él discutió con el chofer, llamaron a la policía y me aplicaron una llave de estrangulación que me afectó la médula espinal”, explica Juan Manuel.
Annia Peralta, la activista independiente es quien ha visitado a Juan Manuel Cotilla durante este tiempo, entregándole módulos de aseo personal y algo de alimentos
“Como estoy postrado debo esperar tres meses más en mi recuperación, como estoy en cama, hasta que no me recupere no me harán el juicio, sólo así se decide que harán conmigo. Gracias a los muchachos de FLAMUR he podido sobrevivir con esta enfermedad”, concluyó agradecido Cotilla.