En un álbum de bodas han colocado las fotos de las blusas, los pantalones, los zapatos. No son buenas imágenes, pero pueden verse las etiquetas y las marcas que es lo más importante para los compradores. Hay de todo: vestidos de noche, tenis, medias para adolescentes, indumentaria deportiva y ropa interior.
La mayor parte de la mercancía viene de Panamá y Ecuador, pero también entra por la terminal dos del aeropuerto internacional. La traen las llamadas “mulas” en vuelos provenientes desde Miami y a través de Nassau e Islas Caimán.
Moda efímera, colores del momento, tejidos sintéticos y grandes nombres de firmas pintadas sobre las telas, llenan el precario catálogo que se exhibe de puerta en puerta.
Las llamadas “boutique” privadas o “trapi-shopping” han recibido un duro golpe legal en las últimas semanas. Después de convertirse en un fenómeno en expansión por los portales y calles más céntricas del país, ahora les han dado un ultimátum para que rematen su mercancía. Hasta el 31 de diciembre podrán vender las existencias que tienen en sus almacenes, pero 2014 será un “año libre de venta de ropa importada por manos cuentapropistas”.
Ese privilegio sólo lo disfrutarán las tiendas estatales, donde un traje de baño llega a costar el salario de todo un trimestre. Mercancías envejecidas, de mala calidad y pasadas de moda, hicieron que las tiendas del gobierno no pudieran rivalizar con la oferta más moderna y barata que brindaba el sector privado.
Renuente a la competencia —o incapaz de competir— el Estado cubano ha puesto fin al negocio de las “trapi-shopping”. Varios de los locales más conocidos y acondicionados han cerrado ya sus puertas al público. Algunos que invirtieron en redecorar la sala de su casa para recibir a los clientes, han visto como su próspero negocio tiene los días contados.
Sin embargo –como ocurre en un país con tantas prohibiciones- ya algunos le están buscando una solución a la actual crisis. Por el momento se trata de pasar del portal al catálogo; de la venta en un sitio, a la oferta llevada a las casas.
Ninguna legalidad puede impedir que la gente busque lo que necesite. Así que en la clandestinidad, seguirán comprándose faldas, calzoncillos, sandalias… con esa aura —tan atractiva— de lo nuevo y de lo prohibido.
(Publicado originalmente en el blog Generación Y el 11/12/2013)
Se trata de pasar de la venta en un sitio, a la oferta llevada a las casas. Ninguna legalidad puede impedir que la gente busque lo que necesite.