Algunas calles de La Habana recordaban Venecia –salvando las distancias–, con esos autobuses/barcos librando las vías a duras penas. Las calles del centro de la ciudad se inundaron por el deficiente drenaje, por la basura acumulada en las esquinas y por un intenso diluvio que se adelantó, por horas, al 1 de mayo.
Las inundaciones dejaron un saldo de tres muertos y una veintena de derrumbes de edificios del sector residencial. Entre los fallecidos está un bicitaxista que quedó atrapado por la crecida, cerca del Mercado de Cuatro Caminos, también conocido como Mercado Único (ver video). Las imágenes de desolación –gente que ha perdido sus insumos, las pocas cosas que tienen, sus escasos electrodomésticos y muebles– estaban siendo ignoradas por detrás de la escena. El Gobierno preparaba un acto muy simbólico para el día primero.
Nada podría detener esa gala en la llamada Plaza de la Revolución, donde desfilaría "el pueblo trabajador", encabezado por los cinco nuevos héroes –espías en Estados Unidos devueltos sin completar condena– y en cuyo podio estaría, al lado del dictador Raúl Castro, un Nicolás Maduro exultante porque su mentor le ofrece un reconocimiento público, luego de negociar con los yanquis; o sea, después de conversar con "el enemigo".
La puesta en escena fue perfecta en la Plaza. Un locutor oficial –de Manolo Ortega a Rodobaldo Hernández, pasando por Rafael Serrano, todos con estilo estandarizado– sería el maestro de ceremonias. Éste presentaría a los extranjeros que apoyan el castrismo –como José Luis Centellas, secretario general del partido comunista español– y daría la palabra a un efusivo secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, Ulises Guilarte de Nacimiento, quien leería un discurso más dirigido a la política exterior que a los trabajadores mismos.
"Nos queda un largo camino por recorrer", diría Guilarte de Nacimiento en relación con la nueva política estadounidense de acercarse a Cuba mediante la diplomacia. "Nos queda que nos quiten el bloqueo y nos devuelvan la base de Guantánamo", recalcaría el también miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Luego, marcharía esa parte del pueblo reclutada a las malas para hacer la foto del 1 de Mayo. Se expondría ese plano abierto de la Plaza donde tradicionalmente se ve un enjambre de personas, que supuestamente apoyan a Castro.
En la tribuna estarían los ancianos de la vieja guardia que van quedando: Un Machado Ventura con guayabera y sombrero de yarey; un Ramiro Valdés con uniforme militar y prismáticos de largo alcance para estudiar los rostros entre la masa compacta. El viejo represor, Ramiro, que ha pasado por todos los cargos posibles en más de 50 años, continúa vigilando.
La víspera, desde horas de la tarde, un operativo nacional había colocado agentes de civil afuera de las viviendas de los disidentes para que no salieran a decir nada. Ricardo Lázaro Fiallo y Yilian Marrero, en Güines; Yordan Marrero Huerta, en Sibanicú, Camagüey; Yoandri Montoya, en Bayamo, son nombres de activistas que estarían listados para un arresto domiciliario temporal. La estrategia garantizaría menos protestas antigubernamentales. En la capital la lista sería más extensa.
Paralelamente, TeleSur, canal venezolano organizado por el difunto Chávez, estaría convocando a una marcha de obreros en Caracas, y en todo ese país, esta vez en ausencia de Nicolás Maduro, que tendría compromisos urgentes en la tribuna de La Habana. Luego del apretón de manos con Obama, Raúl Castro tendría un desagravio con Maduro. Y el día 1 de mayo sería ideal.
No importan los eventos meteorológicos que, en una ciudad tan devastada como es la capital de Cuba, dejan a miles de personas en la calle, y envían a otros directamente a la muerte.