El nombre de Abel Enrique González Santamaría, ocupa algunos titulares cada vez que Estados Unidos y Cuba se reúnen para analizar temas comunes como criminalidad cibernética, prófugos de la justicia, enfrentamiento al terrorismo, tráfico de drogas, trata de personas, lavado de dinero, contrabando y otros delitos transnacionales.
Normal. Todo tiene un precio en la vida; los pecados y los favores. Este joven abogado y militar (coronel), además de llevar esa característica elegancia heredada de su madre, es máster en relaciones internacionales, doctor en Ciencias Políticas y viceasesor de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional que dirige el, por ahora eternamente, coronel Alejandro Castro Espín, con quien además mantiene una relación de amistad a la que no le aseguro el mismo final feliz que tuvieron Scheherazade y el sultán Shahriar en el cuento “Las mil y una noches”.
Y lo digo, porque ya ni la justicia es capaz de controlar el poder de esta “Comisión cubana de Seguridad Nacional” que pretende congelar el tiempo isleño, o cuando menos que transcurra más despacio para, como todos conocen, estirar la caducidad. Ni tampoco porque sus integrantes se jactan hablando de una seguridad nacional que son incapaces de garantizar, sino porque tres generaciones de hechos ocurridos a más de un Santamaría, evidencian que la cercanía con el general Raúl Castro y su prole, aunque parezca ofrecer una relativa seguridad, solamente les asegura caminar en terreno hostil.
Dudo mucho que este joven, intrépido, bien informado, casado con la periodista Talía González, investigador de imagen impoluta y justificadas ambiciones, desconozca este fragmento de una carta que en su momento publicaré: “…..Fidel Castro y su grupo atacarían el Moncada. Abel (Santamaría) y Raúl (Castro) tratarían de tomar el Hospital Civil y el Palacio de Justicia. Las órdenes se cumplieron. Abel tomó el hospital pero la resistencia del ejército era mucha, se agotaron nuestras posibilidades y Fidel ordenó retirarse. Raúl nunca se lo dijo a Abel y esa descoordinación, y ese histórico abandono provocaron que Abel, Julio Trigo y Juan Manuel Almeijeiras fueran asesinados”.
Menos aún, que ignore que Fidel y Raúl hicieron borrar de a poco, la historia revolucionaria de su tía Haydée Santamaría por haber cometido un acto que con total ligereza, los hermanos catalogaron de “cobardía suicida”.
Entiendo que el astuto y temperamental Abel quiera ser parte importante del nuevo show bussiness cubano; pero es bueno que sepa, que cuando decida salir, lo tomarán como una declaración de guerra. Son muchas las divergencias entre Santamaría y Castro. Sus primos Abel y Celia María Hart, por desgracia, ya no están. También una prima, Normita (hija de Ada Santamaría), a principio de los años noventa, sin beberla ni comerla, cayó en la sombra de la duda y se vio envuelta en un rollo judicial lleno de irregularidades, de incógnitas, de arbitrariedades y de cuestionables investigaciones policiales. Es por simple asociación. Aunque yo particularmente tengo mis dudas, sobre el no parentezco. Este joven es hijo de un viceministro del CITMA y Lidia Santamaría.
Abel Enrique debe estar viviendo una especie de torbellino mental-emocional. Y no solo por tener que tomar diariamente la constante precaución de que se repita la historia y otro Castro abandone a su suerte a otro Santamaría; sino por vivir el conflicto de elegir entre el respeto a sus valores familiares y su derecho soberano de luchar por una posición social.