La unificación monetaria parecía estar en pausa desde que emergió la desesperada promoción de inversión extranjera.
En los medios cubanos estaba ausente, tanto como el silencio de los dirigentes gubernamentales, pero el segmento “Cuba Dice” de los martes en el Noticiero Nacional Estelar de la televisión presentó un extenso reportaje el 16 de septiembre.
Se trataba de convencer a la población sobre las bondades del sistema de compra alternativa en las tiendas recaudadoras de divisas. Desde hace algún tiempo las empresas del gobierno CIMEX y TRD ofrecen facilidades para adquirir las mercancías en CUC (divisa) o CUP, el devaluado peso con que cobran los salarios y las pensiones la mayoría de los cubanos. Una forma de acostumbrar a la población a la enorme diferencia, 1 CUC= 25 CUP.
A la entrada de las tiendas habilitadas para la utilización de ambas monedas se anuncia y detalla el método en grandes carteles. Los funcionarios y empleados entrevistados explicaron en el reportaje que los precios continúan en CUC, pero si se solicita, en la caja se convierten a CUP. Incluso el cliente puede pagar parte del precio en ambas monedas o con sus tarjetas de depósito bancario, y el cambio (vuelto) se recibe en CUC.
El método comenzado en las grandes tiendas de la capital se está extendiendo a todo el país, en dependencia del equipamiento en los establecimientos comerciales, pues las cajas contadoras deben tener los precios en ambas monedas y estar programadas para la conversión a los efectos contables y de devolución del cambio sobrante al cliente.
El impacto psicológico en los cubanos es grande cuando por un artículo valorado en 40 CUC tienen que entregar 1000 CUP. Téngase en cuenta que el salario medio mensual es 467 CUP y la pensión media mensual es de 269 CUP. Ciertamente la persona sin acceso directo a divisas, fundamentalmente por recibir los envíos de familiares y amigos, o por su labor en Cuba, tienen que ahorrar durante largos períodos.
Pocos cubanos aún guardan bienes que vender para solventar sus necesidades. Los artículos más demandados son las ollas de presión y pequeñas cocinas eléctricas para reemplazar las de baja calidad y gran utilización durante varios años, impuestas por la “revolución energética”, que una parte apreciable de la población no puede adquirir mediante los créditos bancarios, así como ollas arroceras y ventiladores para mitigar el fuerte calor. Otros equipos son verdaderos lujos que imponen continuar las reparaciones hasta que estén totalmente inservibles.
Por otra parte, salta la interrogante de si el “novedoso” método propicia aun más el descontrol de los inventarios y la contabilidad, en un país donde los empleados llevan para vender sus mercancías, le imponen “multas” a los productos, y la contabilidad “no es confiable”. No se trata de que el cubano sea ladrón por naturaleza, sino de que los bajos salarios y las necesidades han corroído la sociedad.
Asímismo, el período de adaptación de la población no tendrá éxito, si con desaparición del CUC se devaluara la moneda. El impacto en la disminución del nivel de vida sería muy grande sobre el nivel irrisorio actual.