El catalán Albert Rivera (Barcelona, 1979) podría llegar a presidente de España. Si miramos el calendario de elecciones generales, tiene tiempo a su favor: Todo un año. Rivera es joven como el líder de Podemos, la neo comunista formación que se perfila como primera fuerza política en intención de votos. Rivera, igual que Pablo Iglesias, representa la tan añorada ruptura de la alternancia entre el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
España se merece un cambio de rumbo luego de esta alternancia que ha controlado el país prácticamente desde finales de los años 70, en que tuvo lugar la transición del franquismo a la democracia. En esa dinámica ha vivido el país desde entonces; o sea, una alternancia de escándalos de corrupción con diferente color político (de izquierda a derecha y viceversa), más miles de historias con tráfico de influencia en alcaldías y gobernaciones de todo tipo, muchas de estas historias sin salir a la luz pública todavía.
Cansada de esto y agobiada la ciudadanía por la crisis económica actual, es casi seguro que en las elecciones generales de finales de 2015 o principios de 2016 salga un partido nuevo para encargarse del poder ejecutivo. De Pablo Iglesias, la opción de ultra izquierda, se ha hablado mucho. De Albert Rivera, posible opción de centro derecha, no tanto.
Hagamos un perfil.
Visualmente, Rivera es todo lo contrario a Iglesias. Pelo corto, traje –al menos saco sivno lleva corbata– y "buena percha", como se diría en argot popular. Dialogante, reflexivo y con capacidad para escuchar. No tan mediático como Iglesias, lleva menos recorrido en las pantallas de televisión, aunque no así en el panorama político. En las elecciones regionales de 2010, el partido de Rivera, Ciutadans, ocupó unos seis puestos en el Parlamento de Cataluña, algo que impresionó sobremanera al electorado y a la sociedad de esa autonomía.
Los cubanos que vivíamos en Cataluña lo conocemos bien. Ciutadans, con su color naranja corporativo, fue el único partido que aparecía a menudo para apoyarnos en las manifestaciones opositoras al régimen de La Habana, que tenían lugar en los bajos del consulado de Cuba en Barcelona, en el magnífico Passeig de Grácia. Allí vimos en más de una ocasión a Albert Rivera, metido en el grupo de opositores que se enfrentaba, verbalmente, a otro grupo de cubanos afines a la dictadura.
Policía mediante, la gente que pasaba no entendía nada. Algunos curiosos se detenían para poder estudiar la escena. Los grupos opuestos llevaban la misma bandera. La sangre nunca llegó al río, pero sí hubo fuertes discusiones y sesiones de fotografía desde el balcón del consulado, para el almacén de datos del propio cónsul, que enviaba luego a La Habana su archivo y en base a eso se negaba la entrada a territorio nacional.
En un ambiente como ese, contar con la presencia de un líder político español –en aquel momento solo era un líder catalán– era balsámico. Los cubanos del exilio español siempre nos sentimos desprotegidos de los partidos políticos, al menos esa es mi opinión. Sobre nuestras espaldas, sentimos el uso del comodín. Y eso duele, más si, como algunos de los manifestantes del consulado, habíamos quemado las naves.
Leyendo la prensa española de hoy, encontramos a un Albert Rivera lanzado a un terreno mayor. Su formación ya no se llama Cuitadans sino Ciudadanos, evidentemente en sintonía con un electorado ampliamente español. Esto quiere decir: No nacionalista, no catalanista.
Le han criticado el cambio de idioma, pero a Rivera parece no importarle mucho los ataques. Desde que salió su grupo en Cataluña, él manejaba los dos idiomas indistintamente, sin complejo y sin buscar réditos políticos a partir de la lengua. En política, toda estrategia legal es válida. Incluso un partido de derecha como el histórico PP le ve como enemigo. Lógico que sea así.
Ciudadanos (Ciutadans) se reporta como cuarta fuerza política con intención de votos, por detrás de Podemos (primera), PP (segunda) y el PSOE (tercera), según muestra el diario El País. Se ha ido por encima de UPyD y de Izquierda Unida y ha entrado en la Eurocámara.
Con solo 36 años, Albert Rivera sacude la derecha española. Como quiera que sea, el camino a recorrer en la perspectiva de un año es factible para que el electorado escoja. También es saludable contar con una alternativa a Pablo Iglesias, quien ha recogido millones de adeptos de las calles españolas; indignados, desahuciados y descontentos con la alternancia histórica de dos partidos. Gente "hasta el moño" por tener que lidiar con lo mismo.
Rivera hizo su campaña para el parlamento catalán literalmente desnudo, aunque también lo vimos en calzoncillos. Con aquella foto suya se sacudió en 2006 la rancia sociedad catalana, la burguesa y conservadora. Luego, con la propuesta de no priorizar el idioma catalán sino darlo por igual al castellano, captaba así a una parte de la sociedad regional que no quiere independizarse de España pero asume su cultura local en el día a día.
Y con el tema de Cuba a pie de calle sumó a una parte de exiliados y amigos de exiliados, que no éramos muchos entonces, pero hacíamos bulla.
Si Rivera llega a la Presidencia, al menos, con nosotros, entra con buen precedente: El de la calle. Nada mejor.