El perfil del inmigrante cubano de los 60 y 70, educado y que se exilió en EE.UU por razones políticas, ha dejado paso las últimas décadas al del extranjero empobrecido, con necesidades parecidas a las de inmigrantes de otros países, que quiere hacer dinero para ayudar a la familia que quedó en Cuba.
Así lo ha observado el profesor de la Universidad de Princeton (EE.UU.) Alejandro Portes, que lleva años estudiando este perfil, indica la periodista de la agencia Efe Claudia Solís.
Según explica Portes, las primeras generaciones de cubanos que se exiliaron por razones políticas a partir de la década de los 60 crearon en Miami una exitosa comunidad, con gran poder económico y político.
Pero esa situación "cambió con el Mariel (1980) y el éxodo posterior, cuyo nivel de educación es más bajo y su orientación política es distinta, más alejada de la crítica al régimen y más preocupada por ayudar a su familia económicamente en Cuba", apunta.
Según este sociólogo cubano de larga trayectoria académica en prestigiosas universidades de EE.UU., la creciente presencia en el sur de Florida de inmigrantes cubanos a partir de 1980 se ha visto acompañada de una caída de sus ingresos, para quedar "al mismo nivel que los de los mexicanos" o cualquier otro grupo de inmigrantes de la clase obrera.
Así, Portes, que ha participado esta semana en la Conferencia de Estudio Cubanoamericanos de la Universidad Internacional de Florida (FIU), rebate esa vieja idea de que los cubanos eran la "élite" de los inmigrantes en Estados Unidos.
En su opinión, el empobrecimiento medio de este colectivo se debe también parcialmente a que las clases medias y altas cubanas que llegaron antes del Mariel, que fueron los que crearon grupos económicos de poder, cortaron los lazos con los inmigrantes que llegaron luego.
"Los vínculos económicos que habían ayudado tanto a los cubanos antes a escalar posiciones fueron casi completamente cortados para los nuevos inmigrantes, que básicamente han tenido que defenderse obteniendo empleos en un mercado laboral relativamente pobre como es el de Miami", afirma.
Sin embargo, no ha habido un enfrentamiento frontal entre ambos, aunque el viejo exilio no ve con buenos ojos las remesas y los viajes constantes a la isla de la nueva emigración.
"Finalmente, todos son cubanos y lo que están haciendo estas nuevas generaciones de ayudar a sus familias se enmarca en el sistema de valores de la sociedad cubana tradicional, no se puede atacar a gente que está tratando de ayudar a su familia", subraya.
Lo que sí ha ocurrido es que la convivencia de estos dos grupos ha provocado un "fenómeno de bifurcación", especialmente en el sur de Florida, donde se concentra el 75 % de la comunidad cubana en EE.UU.
"Por un lado -explica- está el viejo exilio y sus hijos, que han crecido y escalado posiciones de éxito en la sociedad estadounidense, y por otro la nueva inmigración, con ingresos promedio no diferentes de otros grupos de inmigrantes de clase trabajadora que llegan de toda Latinoamérica".
Estos inmigrantes cubanos hacen lo mismo que otros inmigrantes económicos: trabajan duro para enviar remesas a su país en un sistema que no permite el ahorro, "y eso, unido a que el enclave cubano ya establecido no los ayudan, ha dado lugar a una generación de cubanos empobrecidos", apunta el también profesor de la Universidad de Miami.
Según la Oficina del Censo, en una década la población cubana en este país ha aumentado un 44 %, al pasar de 1,24 millones en 2000 a 1,78 millones en 2010 (de los que el 68 %, 1,2 millones, viven en Florida), aunque en ambos momentos representaban el 3,5 % de la población hispana de este país.
En enero pasado, el Gobierno de La Habana puso en marcha una reforma migratoria que dejó atrás décadas de restricciones para viajar al extranjero y eliminó restrictivos, engorrosos y costosos trámites como el denostado "permiso de salida" o la "carta de invitación".
Según Portes, esa reforma ha tenido un efecto inmediato y los cubanos ya asentados en el sur de Florida lo ven como una amenaza, ya que temen "verse inundados por una nueva oleada de personas que hasta ahora no tenían la facilidad de venir".
Se incluye en ese temor la maquinaria política del sur de la Florida, con el senador Marco Rubio a la cabeza, que no ve con buenos ojos el creciente intercambio con la isla y lo interpreta "como una ayuda para que el régimen de los Castro permanezca en el poder".
Teniendo en cuenta que los cubanos tienen el beneficio de la Ley de Ajuste y con ello acceso al permiso de residencia, Portes está convencido de que la maquinaria política del sur de Florida tratará de frenar la llegada de más inmigrantes de la isla.
"Se evitará hacerle el juego al Gobierno de (Raúl) Castro, que -afirma- busca aprovechar la entrada masiva de cubanos (a EE.UU.) para apagar la voz del viejo exilio y representar una masa de recursos en forma de remesas, que finalmente ayudan a la estabilidad económica del régimen".
Así lo ha observado el profesor de la Universidad de Princeton (EE.UU.) Alejandro Portes, que lleva años estudiando este perfil, indica la periodista de la agencia Efe Claudia Solís.
Según explica Portes, las primeras generaciones de cubanos que se exiliaron por razones políticas a partir de la década de los 60 crearon en Miami una exitosa comunidad, con gran poder económico y político.
Pero esa situación "cambió con el Mariel (1980) y el éxodo posterior, cuyo nivel de educación es más bajo y su orientación política es distinta, más alejada de la crítica al régimen y más preocupada por ayudar a su familia económicamente en Cuba", apunta.
Según este sociólogo cubano de larga trayectoria académica en prestigiosas universidades de EE.UU., la creciente presencia en el sur de Florida de inmigrantes cubanos a partir de 1980 se ha visto acompañada de una caída de sus ingresos, para quedar "al mismo nivel que los de los mexicanos" o cualquier otro grupo de inmigrantes de la clase obrera.
Así, Portes, que ha participado esta semana en la Conferencia de Estudio Cubanoamericanos de la Universidad Internacional de Florida (FIU), rebate esa vieja idea de que los cubanos eran la "élite" de los inmigrantes en Estados Unidos.
En su opinión, el empobrecimiento medio de este colectivo se debe también parcialmente a que las clases medias y altas cubanas que llegaron antes del Mariel, que fueron los que crearon grupos económicos de poder, cortaron los lazos con los inmigrantes que llegaron luego.
"Los vínculos económicos que habían ayudado tanto a los cubanos antes a escalar posiciones fueron casi completamente cortados para los nuevos inmigrantes, que básicamente han tenido que defenderse obteniendo empleos en un mercado laboral relativamente pobre como es el de Miami", afirma.
Sin embargo, no ha habido un enfrentamiento frontal entre ambos, aunque el viejo exilio no ve con buenos ojos las remesas y los viajes constantes a la isla de la nueva emigración.
"Finalmente, todos son cubanos y lo que están haciendo estas nuevas generaciones de ayudar a sus familias se enmarca en el sistema de valores de la sociedad cubana tradicional, no se puede atacar a gente que está tratando de ayudar a su familia", subraya.
Lo que sí ha ocurrido es que la convivencia de estos dos grupos ha provocado un "fenómeno de bifurcación", especialmente en el sur de Florida, donde se concentra el 75 % de la comunidad cubana en EE.UU.
"Por un lado -explica- está el viejo exilio y sus hijos, que han crecido y escalado posiciones de éxito en la sociedad estadounidense, y por otro la nueva inmigración, con ingresos promedio no diferentes de otros grupos de inmigrantes de clase trabajadora que llegan de toda Latinoamérica".
Estos inmigrantes cubanos hacen lo mismo que otros inmigrantes económicos: trabajan duro para enviar remesas a su país en un sistema que no permite el ahorro, "y eso, unido a que el enclave cubano ya establecido no los ayudan, ha dado lugar a una generación de cubanos empobrecidos", apunta el también profesor de la Universidad de Miami.
Según la Oficina del Censo, en una década la población cubana en este país ha aumentado un 44 %, al pasar de 1,24 millones en 2000 a 1,78 millones en 2010 (de los que el 68 %, 1,2 millones, viven en Florida), aunque en ambos momentos representaban el 3,5 % de la población hispana de este país.
En enero pasado, el Gobierno de La Habana puso en marcha una reforma migratoria que dejó atrás décadas de restricciones para viajar al extranjero y eliminó restrictivos, engorrosos y costosos trámites como el denostado "permiso de salida" o la "carta de invitación".
Según Portes, esa reforma ha tenido un efecto inmediato y los cubanos ya asentados en el sur de Florida lo ven como una amenaza, ya que temen "verse inundados por una nueva oleada de personas que hasta ahora no tenían la facilidad de venir".
Se incluye en ese temor la maquinaria política del sur de la Florida, con el senador Marco Rubio a la cabeza, que no ve con buenos ojos el creciente intercambio con la isla y lo interpreta "como una ayuda para que el régimen de los Castro permanezca en el poder".
Teniendo en cuenta que los cubanos tienen el beneficio de la Ley de Ajuste y con ello acceso al permiso de residencia, Portes está convencido de que la maquinaria política del sur de Florida tratará de frenar la llegada de más inmigrantes de la isla.
"Se evitará hacerle el juego al Gobierno de (Raúl) Castro, que -afirma- busca aprovechar la entrada masiva de cubanos (a EE.UU.) para apagar la voz del viejo exilio y representar una masa de recursos en forma de remesas, que finalmente ayudan a la estabilidad económica del régimen".