Si la señora Ana Belén Montes hubiera sido arrestada en Cuba por espiar para Estados Unidos, no tengo dudas que habría sido ejecutada por un pelotón de fusilamiento, como les sucedió a tantos cubanos que lucharon por la libertad y la democracia para su país. Y si hubiera salvado milagrosamente la vida, se las habría visto de espanto, como tantas prisioneras políticas del régimen, en la prisión de Manto Negro, la ergástula de mujeres preferida de los aliados que aún defiende.
Los crímenes de Montes fueron muchos, aparte de apoyar a la dictadura más sangrienta que ha padecido el continente.
Durante 17 años, sirvió al totalitarismo insular enviando a La Habana información que afectó la gestión de varios centenares de agentes estadounidenses, influyó a favor de la dictadura castrista en los círculos en los cuales se desenvolvía difundiendo la creencia de que el castrismo no era una amenaza para Estados Unidos. Además, durante su juicio, fue asociada al derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, que resultaron en la muerte de cuatro jóvenes civiles que realizaban trabajo humanitario.
El especialista de la contrainteligencia militar de Estados Unidos, Chris Simmons, le dijo a Ricardo Quintana, periodista de Radio Martí, que la espía debió haber sido condenada a cadena perpetua porque había suficientes evidencias de que la guerrilla salvadoreña atacó el cuartel de la Cuarta Brigada, cinco semanas después de que ella visitara esa instalación.
Simmons afirma, que conocieron que Montes pasó información a los cubanos sobre cuándo, exactamente, la guarnición estaría casi indefensa, señalando que “ese período de cuatro horas que estuvo en esa base, ayudó a que la guerrilla matara a un asesor estadounidense y a 70 soldados salvadoreños. Sí, sabemos que la información, como mínimo, fue a parar a Rusia y a China, además, por supuesto, a varios grupos guerrilleros”.
La excarcelada reconoció que espiaba para Fidel Castro y, tras su liberación, al arribar a Puerto Rico, dijo ser una persona irrelevante que llevaría una existencia privada, a la vez que condenó el embargo de Estados Unidos a Cuba, demostrando que sus convicciones no han cambiado, razón por la cual, en la Isla de sus anhelos, en vez de estar en libertad, habría sido recondenada, al menos una vez.
Estoy convencido de que si Montes hubiera estado encarcelada por el régimen para el cual espió. Aparte de seguir en prisión después de cumplir su condena, habría sufrido otras experiencias particularmente penosas. Su encierro hubiera transcurrido bajo el manto del olvido, como le sucedió a Cary Roque y a Ana Lazara Rodríguez, entre otras muchas mujeres de las que nadie habló ni escuchó durante sus largos años de encarcelamiento.
La prisión de Ana Belén Montes en Cuba habría estado signada por el hambre, hacinamiento y falta de atención médica, sin descontar los malos tratos y vejaciones a las que son tan proclives los esbirros del régimen. Mejor no imaginar lo que le habría ocurrido si hubiera declarado en una prisión cubana, al año de su sentencia, que había obedecido a su conciencia y que la política de Estados Unidos hacia Cuba era cruel e injusta. En palabras de la convicta por espionaje: “Me sentí moralmente obligada a ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos por imponerle nuestros valores y nuestro sistema político”.
No cabe dudas de que es una mujer de fuertes convicciones, las cuales no es de dudar la conduzcan a repetir el pasado, porque todo parece indicar que potenciales aliados no le faltarán si, como afirman el senador Marco Rubio y el señor Chris Simmons, la red de espionaje cubana sigue vigorosa, calculando que hasta 300 agentes están activos en EEUU, y dos tercios de esa cantidad trabajan el área de Miami.
Aunque haya quien lo dude, por ingenuidad o por imbéciles útiles, lo de tonto es muy generoso. El sistema totalitario castrista tiene dos practicas regulares inherentes a su naturaleza de escorpión, reprimir a la población todo lo más que le sea posible y destruir a Estados Unidos por los medios que estén a su alcance, y el espionaje contra este país es algo que viene ejecutando desde 1959.
Estoy convencido de que esta confrontación solo terminará cuando una de las partes desaparezca. Por mi parte, trabajaré por el fin del castrismo.
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