Armando Añel, escritor, periodista, editor, es un provocador incansable. Imposible no mover las neuronas cuando tropiezas con Añel, estés o no de acuerdo con sus puntos de vista. Fundador, junto a su esposa Idabell, de uno de los movimientos culturales más importantes de Miami: el Festival Vista de la Literatura Independiente, Armando Añel ha traído a la cultura de esta ciudad aires de una renovación imprescindible.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
Creo que desde chiquito yo quería irme de Cuba. Siempre, desde que tuve uso de razón, me sentí incómodo en Cuba. Sin los juguetes que quería, sin un miserable parque de diversiones en funcionamiento, con la televisión insufrible de solo dos canales, en la precariedad, la uniformidad, la promiscuidad, el mal olor.
Entonces, la literatura francesa, norteamericana, inglesa, etc., todos aquellos libros que leía hasta la alta madrugada ya desde los 8 o 9 años, tal vez menos, contribuyeron a que pudiera escapar de Cuba, efectivamente, en mi imaginación. Concretamente, hubo un referente literario que ahora me doy cuenta impulsó en mí, desde muy temprano, esa tendencia digamos “escapista”: J.H. Rosny y sus novelas juveniles Los conquistadores del fuego y El león de las cavernas.
Los protagonistas de ambos libros, padre e hijo, son nómadas que abandonan la tribu a la que pertenecen y atraviesan vastas regiones “extranjeras” en busca del fuego, el primero, y de la libertad el segundo. Se trata de una saga que leí con entusiasmo, casi febrilmente, durante mucho tiempo, sin percatarme de que estaba moldeando de alguna manera, en mayor o menor medida, mi psicología posterior, una especie de sentimiento que luego se convirtió en espíritu libertario.
Ya con 15 o 16 años esa incomodidad de vivir en Cuba comenzó a transformarse en oposición instintiva. Hasta que escuché Radio Martí por primera vez, a mediados de los años ochenta. Fue escuchando Radio Martí que mi oposición instintiva se convirtió en oposición razonada. Y casi inmediatamente después, yo tendría ya 21 o 22 años, en la necesidad insistente de escapar de aquel país.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Libertad. Novedad. Posibilidades. Vida. Espacios que pudiera ocupar, o compartir, sin desnaturalizarme, sin dejar de ser yo.
¿Qué encontraste?
He encontrado un mundo. Como bien dijiste una vez, en aquella tertulia de La Otra Esquina de las Palabras, “los cubanos exiliados no perdimos un país, ganamos un mundo”. Se me quedó grabada la frase tal vez porque eso he sentido siempre: que he ganado muchísimo más de lo que perdí al dejar Cuba.
¿Qué es para ti la libertad?
La oportunidad de vivir sin que violen tu naturaleza y tu espacio creativo. De vivir con todo lo que ello conlleva, es decir, la oportunidad de expresarte, moverte, invertir, aceptar, evitar, descubrir... responsabilizándote, claro, contigo mismo y tus acciones.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Muchas cosas. Solo apunto dos aquí, relacionadas con el miedo a la libertad:
Que la libertad es una circunstancia volátil en casi todas partes entre otras razones porque implica responsabilidad, y la humanidad, en su actual estadío, es profundamente irresponsable. No importa a donde vayas: Muy poca gente se responsabiliza con lo que dice y con lo que hace. Lo arduo queda a medio hacer, los planes se diluyen, las ideas, los conceptos, se defienden ciegamente en lugar de contrastarse profundamente.
Lo cómodo es la corriente, lo fácil es la irresponsabilidad; pensar, investigar, desmontar tus propios prejuicios, incluso reconocer tus errores, requiere esfuerzo responsable. En general, la responsabilidad es un peso que poca gente está dispuesta a cargar.
Por eso ya no me extraña tanto que tanto gobierno, pueblo, político, trabajen a favor del castrismo internacionalmente –como sí me sorprendía en Cuba y durante mis primeros años de exilio–, y que el populismo, tanto a la izquierda como a la derecha, esté en auge. El castrismo constituye una especie de faro de la irresponsabilidad global. De ahí que sea irresponsable permitir que sobreviva. Contagia, y atrasa, ferozmente.
Relacionado con esto, he aprendido también que “el perdedor radical”, al decir de Enzensberger, es el verdadero líder de la lucha contra la libertad en todo el mundo. “Lo que al perdedor radical le obsesiona es la comparación con los demás, que le resulta desfavorable en todo momento”, dice el filósofo alemán. “Como el deseo de reconocimiento (el ego del egobiado, agrego yo) no conoce, en principio, límites, el umbral del dolor desciende inevitablemente y las imposiciones del mundo se hacen cada vez más insoportables.
La irritabilidad del perdedor aumenta con cada mejora que observa en los otros”. De ahí el atractivo del populismo, del fascismo, del comunismo –incluso en países donde la pobreza no resulta mayoritaria–, de cara al irresponsable “agraviado”. El totalitarismo iguala a la baja eliminando o reduciendo dramáticamente las comparaciones… y las responsabilidades.
No se olvide que en la Cuba anterior a 1959 se vivía desigual pero aceptablemente, hasta los más pobres tenían jabón y consumían carne ‘puerco, pero llegó el perdedor radical y “mandó a parar”. Castro era hijo de un terrateniente y se graduó de abogado en la universidad, es decir, pertenecía cuando menos a la clase más favorecida, pero desde su ego de egobiado, comparándose con cierta elite habanera, se sentía un perdedor radical.
Cuba constituía entonces una sociedad donde abundaba el perdedor radical sin siquiera saberlo y, tras el triunfo castrista, se convirtió, por antonomasia, en un país de egobiados. Un país donde el agobio es egobio y el irresponsable vegeta permanentemente “agraviado”, inmerso en “la guerra de todo el berro”.
La famosa “igualdad” socialista, o comunista, en realidad es impulsada por el miedo (el ego). Más concretamente, responde al miedo a la comparación y a la responsabilidad. Lo mismo ocurre con el nacionalsocialismo o supremacismo o como se le quiera llamar, otra forma de populismo o colectivismo justificativo.
En el comunismo, el egobiado culpa al rico o al emprendedor de sus “calamidades”. En el nacionalsocialismo, al diferente o al extranjero. Incluso, ambas “culpas” pueden aparecer mezcladas en diverso grado. Porque no importa si de derecha o de izquierda: Casi cualquier tipo de populismo resulta instrumental para el agobio del egobiado.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Patria, para mí, es la libertad de poder descubrir, crear, experimentar, existir. Tu país es el espacio que mejor te deja ser tú en cualquier país. Por eso no hay día que no celebre la gran oportunidad de haber dejado Cuba atrás, de haber descubierto mi verdadera patria.