LA HABANA, Cuba.- El escultor Wilay Méndez Páez descubre el sentido artístico de los escombros que le saltan a la vista en las calles de La Habana. El artista de 32 años, oriundo de Pinar del Río, considera que reciclar es un término del pasado; él crea su obra a partir del up cycling, otorgándole valor ambiental a elementos inútiles que culminaron su ciclo de reaprovechamiento.
El artista acumula ocho exposiciones individuales, más de quince colectivas y varios premios por su creación artística, que lo han llevado a galerías europeas (Alemania) y en Seattle, en Estados Unidos. El diseño de su obra cobra vida mediante metales oxidados, maderas corroídas, piedras, plásticos… hasta los pequeños trozos de pintura que se desprenden de las paredes de los viejos edificios colapsados por el abandono.
Sus obras trascienden desde el sacrificio y la marginalidad, en correspondencia con la vida del escultor, que a los 23 años aprendió dominar el hierro forjado y otros metales, en una escuela-taller de restauración.
La formación autodidacta del artista se compuso de la experiencia de su abuelo, un carpintero que le enseñó el arte de “enamorar” la madera y torcer el metal, cuando de niño lo acompañaba a remendar autos viejos en el poblado pinareño de Candelaria.
Nichos, la serie artística de carros de guerra, parece evocar esa época de la infancia bautizada con el pensamiento actual del escultor. Las obras, de pequeño formato, son una alegoría a la industria automotriz con diseños de carros rusos y estadounidenses del periodo de la guerra fría.
Sobre esta colección, su autor explicó a CubaNet: “El hombre en tiempo de paz produce monstruos, producto de su propio miedo y de su egoísmo. La obra es representada como un archivo, un nicho donde se depositan los cadáveres, es una representación del deterioro”.
La preparación de este artista contemporáneo cubano también emerge de su interés por investigar la expresión de cada imagen que crea desde las impurezas de los desechos. Su interés por el tema afrocubano tiene sus aciertos en la serie Siguarayal, un proyecto ambicioso donde el autor tiene la intención de mostrar 365 rostros que solemos usar los cubanos para salir a la calle, cada día del año.
Esta serie describe rasgos de la personalidad de un artista enfrascado en cuestionar la realidad en la que vive, sin el temor a que se dañe el progreso de su talento. En la serie Código de Barras, Wilay representa, en una continuidad de edificios hechos de planchas de hierro oxidadas, su preocupación por los “valores presupuestarios de la ciudad y el deterioro de la manera comercial”.
“Cuando lo miras de lejos es un código comercial de barras, y si le pones imaginariamente números arriba, hace un código de barra de la ciudad”, dijo el autor a CubaNet.
“Una ciudad que está en un consumo constante tratando de subsistir a pesar que dentro de ella cada cualquier tiene un número de identificación (…) Es una reflexión sobre el deterioro, el estatismo, de las leyes basadas en las miles maneras que tenemos los cubanos de subsistir”, añadió en la explicación de la obra.
La obra y el espacio de trabajo de Wilay Méndez Páez tienen mucho de su naturalidad campesina que lo hace volver cada semana a su tierra natal, para abrazar a su madre y compartir con la familia que lo vio crecer. La humildad de la barraca donde vive en un rincón de Guanabo, al Este de la capital, fortalece la imagen que nos ofrece en el diálogo este joven artista, que no le teme al trabajo difícil, desde donde parte cada creación formada por un amasijo de martillazos, soldaduras y cortes que sacan de la basura una obra de arte.
[Realizado por Augusto César San Martín y Rudy Cabrera, de Cubanet, 5 de junio de 2017].