La Escuela Nacional de Ballet de La Habana "no es un edificio muerto. Está congelado", dijo el artista y arquitecto francés Didier Faustino, quien prepara un documental sobre la edificación, filmado a través de la perspectiva visual de quienes lo recorren.
En el proyecto, titulado "Edificios muertos 2.0", Faustino graba la experiencia de docenas de locales explorando la escuela con una cámara atada a una armazón de metal instalada en sus cuerpos.
El documental combina las imágenes tomadas por estas personas durante la Bienal de La Habana, en mayo, con una discusión del trabajo del arquitecto cubano Ricardo Porro, diseñador del edificio.
Con este trabajo, el artista francés, quien es conocido por sus instalaciones creativas y coloridas, quiere explorar cómo los edificios pueden convertirse en repositorios de cierto tipo de historia compartida.
Este trabajo del artista francés en el edificio de la escuela de ballet es una especie de metáfora del país y la sociedad cubana, apuntó la publicación digital Curbed.
La edificación, que forma parte de Escuela Nacional de Arte de Cuba, se levantó en 1961 en los predios del antiguo Country Club de La Habana siguiendo los diseños de Porro y se considera un gran exponente de la arquitectura moderna en Cuba, aunque no llegó a terminarse.
En 2011, el documentan Unfinished Spaces (Espacios inacabados), de los realizadores estadounidenses Alysa Nahmias y Benjamin Murray, describió la construcción, abandono y posterior deterioro de las edificaciones que componen la Escuela Nacional de Arte de Cuba y la Escuela de Ballet.
Unfinished Spaces ganó el premio de cine y video convocado por la Sociedad de Historiadores de la Arquitectura de Estados Unidos, y con ello pasó a integrar el archivo permanente de la institución, con sede en el Charnley-Persky House, en Chicago.
Medios de prensa informaron en 2012 que la firma de arquitectos británica Foster and Partners emprendería la reconstrucción de la escuela de ballet, hasta ese momento en total abandono y cubierto de maleza.
En esa ocasión, uno de los arquitectos implicados en el proyecto de restauración dijo que este había sido impulsado por el bailarín cubano Carlos Acosta, una de las más prominentes figuras del Royal Ballet de Londres y quien planea desarrollar en las instalaciones un centro de artes.