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La austeridad llega a Barcelona: Apagan la Torre Agbar


Torre Agbar, emblema arquitectónico de la Barcelona postolimpiada (foto de Jorge Ignacio Pérez)
Torre Agbar, emblema arquitectónico de la Barcelona postolimpiada (foto de Jorge Ignacio Pérez)

Alcaldesa comunista arremete contra el turismo de ciudad, para dar un ejemplo de lo austera que se puede llegar a ser en una metrópolis tan aclamada por el mundo entero.

Conozco alguien que desvía su ruta de noche hacia la Torre Agbar. La ha visto iluminada cientos de veces, pero no se cansa de ese juego de tintas azules y rojas que de lejos parecen una aguada. Las luces del edificio más alto de Barcelona, y más curioso por su diseño en forma de bala de cañón, o diseño fálico para alguna gente, dejarán de encender el 31 de julio.

La razón es que una empresa que ha comprado el inmueble para convertirlo en hotel - el fondo de inversión Emin Capital- no quiere pagar las facturas eléctricas del encendido de la fachada hasta que no le den “luz verde” para operar el ramo hotelero. Gastaría mucho dinero en un edificio cerrado. Ada Colau, la nueva alcaldesa comunista de la Ciudad Condal, ha impuesto una moratoria que paraliza inversiones hoteleras. Ese es el origen del problema.

Para la persona que admira el encendido nocturno de la torre Agbar esto es verdaderamente un problema. Ya no lleva a los turistas a la Sagrada Familia, o sí, pero lo hace luego de pasar por la torre eréctil que fue clavada en la Plaza de las Glorias, a los pies de un mercadillo donde se conseguía –no sé si actualmente- desde unas tijeras estilo Luis XV hasta un elefante embalsamado.

El arquitecto fue el francés Jean Nouvel y desafió los sueños de Gaudí, quien tenía la intención de que los barcos entrantes en la rada vieran las puntas surrealistas del templo de la Sagrada Familia. Pero ahora lo primero que se ve, por un lado –hacia el río Besós- es la Torre Agbar, y por el otro, hacia el Llobregat, el Hotel Vela, que se salvó de la llegada de Colau, porque hubiera quedado en el intento.

La alcaldesa comunista arremete contra el turismo de ciudad, para dar un ejemplo de lo austera que se puede llegar a ser en una metrópolis tan aclamada por el mundo entero. Mientras, Colau ha sido señalada, en tan corto recorrido, como favorecedora de familiares y allegados en el otorgamiento de puestos en el ayuntamiento.

La paradoja está en que, precisamente, Barcelona vive en gran medida del turismo, porque a estas alturas no se puede decir que viva de las fábricas. Ya éstas han sido desmontadas, aunque dejaron las espigadas chimeneas como símbolo de que, un día, allí hubo quien dobló el lomo en los hornos y fundiciones.

Pero Colau tiene fijación con el sector inmobiliario. No en balde su popularidad le viene del movimiento popular anti desahucio.

Aguas de Barcelona (Agbar) salió a tiempo de esa torre tan emblemática, que pronto cumple 10 años y tiene 142 metros de altura. El fondo de inversión Emin Capital, al comprar el edificio, tenía la intención de transformarlo en un hotel de gran lujo, gestionado por la cadena Grand Hyatt. Pero coincidió con la moratoria hotelera de Colau que congela inversiones en el sector. Por lo pronto, y para no gastar de más, han decidido no encender la atalaya. Será un disgusto de quienes veían en ese espectáculo un sueño en dirección al cielo.

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    Jorge Ignacio Pérez

    Nació en La Habana en 1965. Luego de ser tanquista en el servicio militar obligatorio, se graduó en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, en 1992. Trabajó como redactor y fotógrafo de prensa, columnista de teatro y editor en varias publicaciones de la isla. En 2001 se exilió en Barcelona, hasta el año 2012 en que se afincó en Miami, donde reside actualmente. Fue editor del portal on line de asuntos cubanos Cubanet.org. Desde 2007 lleva el blog personal Segunda Naturaleza. Además del libro de memorias Historias de depiladoras y batidoras americanas (Neo Club Press Ediciones, 2014), tiene otro inédito titulado Pasajeros en tránsito.

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