No había espacio en el segundo piso del Salón Padre Félix Varela, en la Ermita de la Caridad, para asistir a la presentación del libro “Biografía de un hombre de Dios”, de Julio Estorino, el sábado 13 de julio del 2019, en la tarde. Como en pocas ocasiones, casi a tiempo se inició al acto con la invocación del Rector del Santuario Nacional, Padre Fernando Hería.
La obra fue presentada por el editor de la biografía, Juan Manuel Salvat, Monseñor José Luis Hernando, el abogado Rafael Peñalver, más la declamación de la poeta Silvia Landa y los acordes de la Coral Cubana.
A pesar de otros eventos que se desarrollaban en la ciudad, la cita en la Ermita era a vox populi, un homenaje a Monseñor Agustín Román, el Obispo del Exilio Cubano.
Con la publicación de la biografía de Monseñor Román ha cumplido Estorino promesa y obligación. El título de la obra es el adecuado, y así lo expresó tanto el editor Juan M. Salvat como Monseñor José Luis Hernando.
El sacerdote, quien por años compartió con Román la dirección de Cursillos de Cristiandad, programas radiales en Radio Paz y en la entonces WQBA La Cubanísima, declaró que el libro es una Catedral con sus vitrales cubanos y destacó la fácil lectura de lo que es un texto obligado en la historia de Cuba.
Los presentes en el acto coincidieron en que el autor es la persona más indicada e idónea para exponer el legado de Agustín Román.
El libro es el relato de toda una vida dedicada al servicio a los demás, como fue la trayectoria del sacerdote cubano expulsado de la isla por el régimen en septiembre de 1961. Es la historia de un cubano que de una forma u otra tocó a millones de compatriotas. Lo mismo en Miami, con su labor virtuosa en la Ermita de la Caridad, como a través de sus Misas dominicales por Radio Martí, dirigida a los cubanos en la Isla.
En 655 páginas y editado por Ediciones Universal (dentro de la Colección Félix Varela), se puede conocer de primera mano la historia de uno de los más prominentes hombres del exilio cubano.
El arte del periodista vence la estructura literaria, intercala recuerdos de Román y de sus vecinos, de colegas de sacerdocio, de exiliados voluntarios de la Ermita, de las Hijas de la Caridad; hilvana viñetas de la vida de un cubano que escogió el sacerdocio como vocación y el exilio como Patria.
Estorino ofrece el testimonio de la persona a la que acompañó por más de 45 años. Desde que arribara el entonces Padre Aleido a Miami a mediados de la década de los sesenta, tuvo en Julio Estorino un amigo, un fiel colaborador, con la disposición permanente para cumplir cualquier labor en beneficio de la Archicofradía y la Ermita. Tenían en común que eran “del campo”, el sacerdote de San Antonio de los Baños (La Habana), y el feligrés de Unión de Reyes (Matanzas). También la fe católica y el dolor de exiliados les unieron. Dirigió el matancero la Archicofradía en una ocasión, al igual que la Junta Patriótica Cubana,y en tres ocasiones los Municipios de Cuba en el Exilio, vital instrumento para organizar las peregrinaciones a la Ermita de los cubanos desterrados.
Muchas veces el mismo autor reconoce ser un “desventajado alumno”. Todo los que pasaron por la Ermita, lo mismo para las misas que a colaborar en la Archicofradía (sin importar la década) sabían que Estorino era un “aventajado discípulo” del padre Román. Nadie con mayor capacidad y conocimiento como Julio para plasmar el legado de quien evangelizó a los exiliados, les llenó de fe en los momentos más tristes y daba bendiciones para afrontar la vida.
Es una combinación del testimonio del propio Obispo con la vivencia del amigo, con declaraciones de cientos de personas que compartieron de una forma u otra con el prelado. Se expone todo lo que se pudo recopilar sobre el adolescente, inclusive el testimonio de los que no saludaban en el pueblo a Aleido Román por ser “religioso”. Y la desgarradora historia de la noche del arresto y la sentencia a muerte al Padre Romeo Rivas. O los planes para ondear la bandera cubana cuando el Papa Juan Pablo II visitó Miami en 1987.
El lector tiene en sus manos más de diez años de charlas, conversaciones y confesiones mutuas entre dos amigos, entre dos coterráneos para ponerlas en blanco y negro. Y muchos de ellos son pasajes revisados por el propio Román, tanto desde su oficina del santuario, como desde el Hospital Mercy. Sumaron casi 18 años para terminar la obra que será el más completo e importante de los libros de Estorino. Todo lo que haga en el futuro tendrá la sombra de este texto.
No es la primera incursión de Julio Estorino en la obra y vida del primer obispo cubanoamericano, pues en el 2012 (año en que falleció el sacerdote),con “Una palabra más fuerte”, compiló los escritos de Monseñor Román. Tanto sus homilías, como artículos de prensa, y reflexiones.
En una futura segunda edición, pues esta primera se agotará en breve, debe haber una detallada exposición (y hasta un capítulo entero) del rol de Román en la creación de la revista IDEAL, y su constante prédica desde las páginas de esa publicación, fundada a inicios de la década del setenta Lorenzo de Toro. Desde el primer número hasta que falleció, en IDEAL estaba la palabra del primer rector de la Ermita. No hubo actividad, evento o conferencia de prensa de IDEAL que no tuviera la huella y el beneplácito del Obispo. Si CRECED, como afirma el autor “llegó a convertirse en algo querido para Monseñor Román”, también lo fue IDEAL y la Fundación Padre Félix Varela, con su sello de correos en el Servicio Postal de EEUU. Ambos esfuerzos tuvieron la guía y el tutelaje de Monseñor Román. Y entre los que compartieron con el Obispo estuvo Monseñor Oscar Castañeda, quien le sustituyó al frente de la Ermita al pasar a retiro Román y por nueve años compartieron a diario. Monseñor Castañeda en más de una ocasión, ha expuesto su testimonio de la santidad del primer rector del Santuario y sería un aporte importante a estas evidencias de virtud sacerdotal.
Hay libros necesarios para la reconstrucción moral, cívica y espiritual del cubano. Este es uno de ellos. Es una lectura obligada para las presentes y futuras generaciones. La historia de Agustín Aleido Román Rodríguez, como sacerdote y exiliado, es uno de los pilares para forjar y formar la cubanía.