"El país que forma a sus jóvenes para que emigren", es el título de un excelente reportaje del periodista Stephen Sackur, publicado hace apenas unos días en el sitio digital de la BBC. El artículo expone una iniciativa del Gobierno filipino para formar a decenas de miles de empleadas del hogar, chóferes, mecánicos y jardineros "con el propósito expreso de enviarlos a servir en el extranjero". A pesar de que la economía de Filipinas es de las de mayor crecimiento en Asia, según se dice en el artículo, no hay suficientes puestos de trabajo para una población considerada entre aquellas de índices de natalidad más elevados.
El titular de la BBC atrajo mi atención tal vez como pudo hacerlo con cualquier lector en un país cuya economía se sostiene sobre la base de las remesas de sus emigrantes. Cambiando aquellos detalles que particularizan el fenómeno en Filipinas, el escenario pudiera ser similar al cubano, donde año tras año el Gobierno, en ocasiones de manera directa pero de modo perpetuo de forma indirecta, "prepara" a las personas para que emigren o al menos permanezcan fuera del país el tiempo suficiente para convertirse en el sostén económico no solo de las familias que dejan atrás sino de la nación.
Nunca se ha publicado una estadística oficial sobre los jóvenes cubanos que al terminar sus estudios de nivel medio o universitarios deciden abandonar el país, ya no solo para ejercer sus profesiones en el extranjero sino para poner distancia entre ellos y una realidad que los agobia o, simplemente, aspirar a un empleo, cualquiera que sea, que los ayude a resolver sus carencias materiales.
Con solo analizar nuestro entorno, revisar nuestras listas de amigos en las redes sociales, escuchar las opiniones de los jóvenes en la calle, podemos intuir que los números pueden ser alarmantes.
Emigrantes: renglón exportable
Considerando los miles de profesionales de la salud que, bajo la bandera de la "solidaridad internacional", el Gobierno cubano usa como renglones exportables, las estadísticas pudieran ser elevadísimas y el caso nuestro pudiera clasificar entre los más horrendos, téngase en cuenta que el Gobierno predispone a las personas para que se marchen pero, a la vez, mediante regulaciones migratorias, compromisos y leyes mucho más parecidas a un chantaje (como sucede con los médicos que cumplen misión), las manipula para convertirlos en fuentes de ingresos seguros, de modo que el "futuro próspero y sostenible" del socialismo en gran medida dependería del control que logre ejercer el Estado sobre sus emigrantes y profesionales en "misión de trabajo", una manera eufemística de considerar un estatus laboral muy cercano a ciertas formas de esclavitud.
Aunque en Cuba no exista un programa de preparación como el de Filipinas, el modo de administración caótico, errado y antojadizo que ha caracterizado al Gobierno durante más de 50 años, muy a pesar de la "planificación socialista", ha ido adiestrando las mentes de los ciudadanos para que el único propósito de todo cuanto haga o emprenda sea con la finalidad de "escapar", "alejarse" de la isla, como lo confirman los testimonios de numerosas personas entrevistadas al respecto.
"Quiero terminar la carrera y pedir una beca afuera. Si me va bien, creo que no regreso", nos dice un estudiante de cuarto año de Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Sus planes coinciden con los de un amigo suyo al que, nos asegura, un familiar ya le ha gestionado la práctica de su especialidad en el extranjero.
"Creo que muy pocos en mi año quieren quedarse en Cuba", nos dice este otro estudiante, "por lo que sé, la mayoría quiere irse, si no definitivo al menos buscarse una misión de Cultura. Pero una misión no te resuelve, eso es pan para hoy y hambre para mañana. Lo mejor es irse y ver qué pasa. Cualquier cosa que venga será mejor".
Para una estudiante de quinto año de Letras en la Universidad de La Habana, la mejor oportunidad de trabajo es enrolarse en una misión en cualquier país. "No tengo pensado irme de Cuba pero entiendo que quedarse aquí a vivir de un salario no es fácil. Aunque me gustaría viajar, no quiero vivir fuera, ni abandonar a mi familia, a mi novio. Me gustaría vivir en Cuba pero sé que todo se hace muy difícil aquí. Si algún día me quedo trabajando afuera no es porque yo lo quiera. Ojalá no tenga que hacerlo".
Siguiendo las experiencias de otros compañeros de aula, un joven amigo, recién graduado de la especialidad de Letras, ha renunciado a una plaza de editor en una importante institución cultural cubana para aceptar un puesto de instructor en una Casa de Cultura municipal donde los salarios son aún más bajos y el contenido de trabajo es intrascendente. El motivo de su decisión pudiera parecer absurda pero en realidad es una estrategia de escape: El Ministerio de Cultura prioriza a los especialistas de las casas de cultura para conformar las nóminas de sus "misiones" en el exterior, un modo muy "socialista" de atenuar nuestra crisis endémica de bajos salarios y desempleo que no es exclusiva del nuevo "modelo económico". Recordemos que durante los años 70, 80 y aun bien entrado los 90, las fábricas del campo socialista europeo se aprovechaban de nuestra mano de obra barata. No obstante, ser seleccionado para "sufrir la explotación laboral socialista" era considerado un estímulo y de ese modo era promovido por el Gobierno y los dirigentes sindicales.
No podemos revelar la identidad de nuestros entrevistados porque echaríamos a perder sus planes "de escape" inmediatos. Tengamos en cuenta que, a diferencia de las estrategias del Gobierno filipino, el nuestro no persigue el decrecimiento de una población con uno de los más bajos niveles de natalidad en el mundo e incluso con tendencia al envejecimiento, sino tan solo el control estricto de lo que pudiera considerarse como el "gran negocio migratorio cubano" donde varios conflictos sociales, políticos y económicos quedarían resueltos bajo una simple fórmula.
La cuidadosamente diseñada estrategia del Gobierno
Unas puertas abiertas pero rigurosamente controladas permitirían una colosal carambola: Deshacerse de los disidentes, reilusionar a los desilusionados y, al mismo tiempo, emplear las decisivas remesas de todo ese conjunto en las labores de apuntalamiento político.
Un análisis de las nuevas medidas que estimulan las inversiones extranjeras más el trato diferenciado que, en todos los niveles de la sociedad, reciben las personas que ingresan moneda fuerte al país, descubre que para vivir mucho mejor en Cuba lo más inteligente es marcharse para más tarde retornar con los bolsillos llenos.
Observando los precios en las tiendas y las tasas elevadas de los servicios más elementales (incluidos la salud y la educación que si, oficialmente, parecen "gratuitos", sabemos bien que en la práctica se tornan bien costosos), es fácil concluir que la economía nacional ha sido diseñada para que cada familia se vea obligada a enviar a algunos de sus miembros al exterior con el objetivo de convertirse en el pilar económico doméstico.
Siguiendo esta estrategia, los cubanos se preparan desde el nacimiento para el momento de la partida definitiva o temporal. Cada día son más los padres que obligan a sus hijos a matricular en una escuela de idioma, preferiblemente de Inglés. Las academias estatales no dan abasto y en los barrios proliferan los instructores particulares. La finalidad no es resultar mucho más cultos sino estar más capacitados para una acción migratoria que los cubanos hemos asumido tan ineludible como la muerte.
Por otro lado, se incrementa el número de estudiantes que optan por carreras que sean una garantía de salida del país. No en todos los casos ha sido la vocación por la Medicina lo que ha hecho decidirse a algunos jóvenes por su carrera, sino la esperanza de viajar algún día "aunque sea a Burundi", como nos ha dicho uno de los estudiantes entrevistados y como nos lo confirma una médico que además es profesora de una facultad: "Te puedo asegurar que más de la mitad de mis estudiantes no tienen vocación. Pidieron Medicina porque ahora todos quieren salir de misión, pero si ven una simple heridita hay que verles las caras. No tienen estómago ni para quitarle las plumas a un pollo".
En La Habana, las filas para solicitar visas y cambios de ciudadanía en los consulados se han vuelto interminables. Por otro lado, a juzgar por las "aficiones migratorias" de la mayoría de los hijos, nietos y hasta sobrinos de los principales dirigentes del país, pareciera que los entrenan en esa mentalidad de escape. Casi todos estudian, trabajan, viven o se casan en el extranjero y la isla solo les sirve como un rincón de veraneo en el Caribe. Tal vez la iniciativa del Gobierno filipino de educar a sus ciudadanos para que emigren no sea tan original como parece, hasta se pudiera apostar a que los profesores asiáticos guardan bajo la mesa un Manual de Instrucciones que en su contracubierta lleva impreso el sello "Made in Cuba".
Este artículo de Ernesto Pérez Chang fue publicado originalmente en Cubanet.