Gracias, señor Presidente, por esta audiencia. Déjame ser lo más claro posible en este tema como lo he dicho desde diciembre: 18 meses de negociaciones secretas producen un mal negocio, es malo para el pueblo cubano. Si bien puede haber sido hecho con la mejor de las intenciones, en mi opinión, hemos comprometido principios fundamentales por concesiones mínimas.
Al final de la jornada, 53 presos políticos fueron liberados, mientras que muchos más permanecen en la cárcel, y el pueblo cubano, el que más sufre bajo el régimen, no tienen garantías para sus libertades básicas. También me preocupa que los 53 prisioneros no fueron liberados incondicionalmente y tienen obstáculos legales. Y que varios de ellos han sido de nuevo arrestados, incluyendo Marcelino Abreu Bonora quien fue golpeado violentamente por la Seguridad cubana el día después de Navidad y detenido durante dos semanas.
Me preocupa que el Presidente anunciara que al Comité Internacional de la Cruz Roja y a las Naciones Unidas se le concederían un mayor acceso en Cuba. Sin embargo, sabemos por el Departamento de Estado de reuniones informativas, que se les permitirá viajar a La Habana, pero sólo para discutir las condiciones carcelarias con funcionarios del régimen, y no tienen acceso a las cárceles cubanas o a los presos cubanos, que no hace nada para mejorar las condiciones de los Derechos Humanos en Cuba.
Me preocupa que no hubiera ni un paso sustancial hacia unas elecciones democráticas transparentes, mejoras en los Derechos Humanos, libertad de reunión, o la capacidad de formar partidos políticos independientes y sindicatos independientes. Irónicamente, sólo dos semanas después del anuncio, el régimen arrestó a más de 50 personas que trataron de hablar sobre el futuro de su país.
El acuerdo no logró nada para los estadounidenses cuyos familiares han sido víctimas de violaciones de Derechos Humanos por parte del régimen de Castro. O para los miles de ciudadanos estadounidenses que reclaman más de $6.000 millones en propiedades y empresas confiscadas por los Castro. O los estadounidenses que todavía están a la espera de que Cuba cumpla con los $2.000 millones en sentencias dictadas por los tribunales de Estados Unidos contra el régimen de Castro.
Y me preocupa que el 17 de diciembre del 2014, en un artículo que publica en Político, el congresista James McGovern dijo que Raúl Castro reconoció haber dado la orden para derribar dos aviones privados en 1996 –"Yo di la orden", dijo Castro. "Yo soy el responsable"–. Y con él es con quien estamos negociando.
Me preocupa que liberáramos a un espía cubano condenado por conspiración para cometer asesinato. Tuvo la oportunidad de volver a Cuba y no conseguimos nada en relación con las decenas de fugitivos estadounidenses que viven con asilo en Cuba, incluyendo Joanne Chesimard, quien sigue en la lista de terroristas más buscados por el FBI. ¿Por qué su extradición no fue parte del trato?
Y ahora que Raúl Castro está exigiendo la devolución de Guantánamo y una lista completa de concesiones de los Estados Unidos incluyendo compensación por el impacto del embargo –y, sin embargo, no concederá nada.
¿Cuánto más estamos dispuestos a dar? ¿Cuánto más estamos dispuestos a hacer para ayudar al régimen de Castro a llenar las arcas de sus monopolios militares mientras el pueblo cubano todavía lucha por llegar a fin de mes?
Fue un mal negocio, y yo me opondré a otro cambio en la política de Estados Unidos –cualquier alivio adicional de las sanciones– que no estén condicionados a claras concesiones iniciales del régimen de Castro que lleven al pueblo cubano hacia un Gobierno democrático libre y abierto.
Con eso, déjeme usted, señor Presidente, agradecer por la celebración de esta audiencia del Subcomité. Espero con interés escuchar las opiniones de nuestros testigos en exactamente qué libertades adicionales al pueblo cubano esperan para disfrutar con la nueva política de la Administración hacia Cuba.