Camajuaní, Villa Clara, Cuba. —Los hechos se suceden vertiginosos en estas postrimerías de febrero de 2016. El 21 de marzo llega a Cuba el presidente de Estados Unidos Barack Obama.
Las festividades en honor a nuestro santo patrono han sido suspendidas. Ni el papa Francisco, ni el patriarca Kirill han desencadenado tal vorágine de acontecimientos como está ocurriendo con la anunciada visita de "San Obama".
Cincuenta y siete años de guerra contra el eterno enemigo toman tintes humillantes para los viejos combatientes que no salen de su asombro al ver en el suelo, arrancadas con saña desde sus cimientos las vallas que muestran a la Cuba rebelde e inclaudicable rendida a los pies del imperio.
Caen las viejas consignas; demostración de cómo la novia despechada se rinde en los brazos de su añorado amor.
El pueblo estupefacto se pregunta: ¿Qué va a pasar aquí? ¿Un nuevo teatro para no afectar la retina de San Obama? Todo dependerá de la posición que asuma el inquilino de la Casa Blanca, muy tontos serán los que aseguren que estas vallas no podrán ser sustituidas por otras alegóricas a la eterna lucha contra el imperialismo yanqui. Eso está por verse.
En la carretera que conduce a la cayería norte de Villa Clara, ruta obligada para turistas, yacen en el suelo numerosas vallas.
Artículo cortesía de Leonardo Rodríguez Alonso.