La vida da muchas vueltas, pero en Cuba da muchas más. El protagonista de la espiral esta vez es el Capitolio de La Habana, edificio que es símbolo de la ciudad y uno de los palacios más hermosos del mundo. Lleno de historias y leyendas, el monumento es remozado y convertido en sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El proyecto se inició en 1912 y luego de varias re-proyecciones y detenimientos en sus obras, se comenzó a construir el 1 de abril de 1926 y fue oficialmente inaugurado el 20 de mayo de 1929.
El edificio, que costó 17 millones de pesos, es mayor que el Capitolio de Washington.
Ya en esa época algunas voces se alzaron en protesta por los desmanes del machadato y la construcción de esta millonaria empresa en detrimento del pueblo. Sin embargo, la fisonomía arquitectónica de La Habana fue definida por muchas de las obras de esta época.
Fue rechazada como sede parlamentaria luego de 1959, pues para el nuevo gobierno significaba un símbolo del pasado que se intentaba negar. La condena a la República era significada con la negativa de utilizar el Capitolio.
“Es parte de nuestra historia, representa a La Habana hace muchos años, incluso antes del triunfo de la Revolución. Ya era hora de que lo restauraran porque si dejamos perder las cosas buenas que nos quedan, que no son muchas, estamos mal”, comentó Damaris Luján, una habanera que no está de acuerdo en su uso como sede de la Asamblea. “El capitolio debería seguir siendo una institución científica, o de cualquier tipo, pero no política”
La Historia de Cuba ha estado sesgada por criterios tendenciosos que eligen parcelas convenientes de la misma por razones políticas, así carecemos de visiones totales de los fenómenos. La República cubana en su período de 1902 a 1959 es uno de los peores tratados, si bien es verdad que los males de la naciente República son innegables, es necesario entender que no se pueden negar otros datos y acontecimientos positivos para el desarrollo del país, nadie es tan ingenuo para creerse una historia de héroes y villanos como la tenemos escrita.
Dentro de esta paradoja se encuentra el Capitolio. La noticia de su uso como sede de la Asamblea pone en entredicho el discurso instaurado después del 59. Pues en Cuba van sucediendo las cosas, de manera sigilosa, se cambian conceptos y no se dan explicaciones, que se supondrían incómodas.
“Es innegable que el proceso de restauración al que ha sido sometido ha sido importante, necesario y eficiente. Pero muchos hemos recibido con sorpresa su cambio de uso. Pues el discurso habitual es negado o contradicho”, explicó Luis Espinosa, arquitecto habanero.
Mientras tanto Mario Alonso, cree que la recuperación del Capitolio hace resplandecer una ciudad que estaba opacada, mientras nos reconoce que le da igual el uso que se le dé al edificio, mientras lo restauren y le devuelvan su esplendor.
El simbolismo del Capitolio es muy amplio, y los cubanos hace mucho tiempo lo hemos dejado de ver como algo vinculado a lo político. El imaginario social está relacionado con sus significados culturales, patrimoniales, como perfil y parte de la estética de una ciudad que muestra el esplendor de sus años jóvenes.
“La arquitectura de La Habana en su eclecticismo y modernidad, fue un fenómeno pre-revolucionario, pues poco se aportó a la estética de la ciudad después del 59. En esta época se concentraron más en las otras provincias y luego llegó la horrible y disfuncional estética soviética, que más bien desfiguró La Habana. Si lo analizamos bien la declaratoria de Ciudad maravilla se la debemos a esa arquitectura anterior”, subrayó Espinosa.
El Capitolio fue el sitio donde se redactó la Constitución del 40, un éxito sin precedentes de la historia constitucional del país. Negar el pasado no lo hace desaparecer.
En las calles la mayoría siente satisfacción por la recuperación del emblema de la ciudad. Algunos se quejan de que la Asamblea tenga allí su sede, y a la mayoría les da igual. Lo cierto es que el Capitolio será en breve testigo de otro acontecimiento; el cambio de poder en Cuba. Nuestro Versalles tropical espera que su corte determine el heredero al trono. Ojalá que sus lujosos salones permitan reflexiones más acertadas, y que los disputados no se queden tan deslumbrados y desorientados en su salón de los pasos perdidos. Habrá que esperar para ver si ha valido la pena regresar al Edén.