Ahora en estos días primeros del mes de julio de 2013, en que se acerca tal acontecimiento, nos detenemos a observar la decoración de la ciudad y no encontramos aquellas lumbreras multicolores, las grandes vallas anunciando la fiesta y sus participantes, el serpentinaje desplegado en las calles, además de la llegada de los comerciantes y artistas más exóticos para alegrar a todos los santiagueros.
Sin embargo, lo primero que apreciamos al entrar a la Ciudad es el espíritu de la celebración histórica del 60 aniversario del Asalto al Cuartel Moncada y Carlos
Manuel de Céspedes, con la reconstrucción de mármol de la Plaza Antonio Maceo, la colocación de una valla gigante que exhibe a un Fidel Castro victorioso, las innumerables consignas con diferentes vivas, en las más insospechadas paredes en ruinas y descoloridas. Como el otro contraste que se aprecia para celebrar el carnaval santiaguero y que no llega a disimularse con el color blanco de la peor calidad, que se usa siempre por esta fecha para simular belleza y alegría.
Porque en nuestra tierra, aunque continúa siendo una de las más calientes, no solo por lo calurosa y afectiva, ya no apreciamos las otras cualidades que la hacían hervir: su ímpetu patriótico, temperamento firme y festivo, además de la belleza, rica comercialización y luminosidad de la que hacíamos gala con orgullo los santiagueros.
Asumiendo u ocupando en un primer plano en la actualidad una actitud indiferente, conformista, o del celebrar por celebrar (sin motivos personales y sociales sustanciales). Dada la no recuperación de muchos de las ruinas dejadas por el huracán Sandy, muchos aunque les gusten las fiestas no irán, pues no tienen seguridad en sus casas sin techos, con lonas o totalmente destruidas, otros no asistirán por temor al cólera, pues es normal en estas fiestas el contacto con los desechos humanos hace ya varias décadas de insuficiente control sanitario, otros no irán porque no tienen dinero.
No obstante, se darán unas fiestas populares con mucha bebida barata y sin calidad, que es la de mayor acceso para el pueblo trabajador, restaurantes improvisados en las calles de limitada entrada por capacidad y sobretodo precios de la comida y cerveza, música grabada, la conga con su corneta china y alguna que otra orquesta de punta nacional, pero con la ausencia de un vestuario con calidad, caballitos bailadores y órganos por todos lados, numerosas máscaras, fuegos artificiales, la habilitación de todas las áreas habituales del carnaval, sus comparsas y carrosas bellas y diversas, etc., sin la uniformidad actual de un solo tipo de tela y colores porque es lo asignado. Además de la asistencia de todo el pueblo.
Para decir, que celebramos la tradición como el pueblo santiaguero sacrificado y fiel a la revolución se merece, imagino estas serán las palabras de clausura, de su secretario del Partido. Pero sin haber tenido en cuenta la opinión de la mayoría para la realización o no de estas fiestas, ni mucho menos dado cuenta de donde se sacó y a dónde irán los recursos financieros devengados por estas festividades.