La Habana - A todas luces es un divorcio mal llevado. Nadie recuerda el momento que se pasó de aplaudir cualquier proyecto revolucionario, por delirante que pareciera, al diluvio de promesas incumplidas y el discurso hueco.
Martí Noticias quiso buscar opiniones sobre el panorama social, político y económico de Cuba. Y el futuro que les depara. Primero charló con tres personas bien informadas. Después, a trece cubanos de a pie les preguntó si se sienten representados por las actuales estructuras de poder. A continuación sus respuestas.
Para Igor, 55 años, ex graduado de transporte ferroviario en el Moscú de Guerra Fría, los políticos son un mal necesario, pero "son los que rigen el mundo. Cualquiera no puede ser político. Hay que tener cualidades de líderes y una oratoria capaz de movilizar amplios sectores de la sociedad. Deben tener asesores de imagen y especialistas en temas específicos. Apoyarse en las encuestas para saber el grado de apoyo popular y conocer los anhelos de las personas”.
Igor asegura que cualquier gobierno “tiene que gobernar para todos los ciudadanos, no solo para aquéllos que lo apoyan. Ésa es la principal deficiencia del sistema cubano. Sus gobernantes no escuchan a los que piensan diferente. La mayoría de los actuales políticos en la Isla no se saben conducir en público, se expresan o leen con problemas de dicción. No tienen empatía y la sensación que transmiten es de improvisación. Mi impresión es que el viejo y el nuevo gobierno por venir no tienen la menor idea de cómo salir del actual atolladero".
En su opinión, están tirando piedras, ganando tiempo y no acaban de coger al toro por los cuernos. "Miguel Díaz-Canel (Villa Clara, 1960) no tiene la mala apariencia de dirigentes que parecen sacados de un cuento soviético. Cuando era primer secretario del partido en Villa Clara era más espontáneo. Ahora parece un robot manejado a distancia. Habla sin mover un músculo de su cara, señal de que no cree lo que dice. No espero nada nuevo de Díaz-Canel. El auténtico cambio en Cuba va a llegar por cansancio, cuando se den cuentan que están chapoteando alrededor de un único escenario”.
Desde que era adolescente, Damián, 21 años, estudiante de Historia, tiene la rara manía de leer el diario Granma y ver los noticieros de televisión. Sigue la política como un fan del fútbol. “Al principio, creía en lo que decía la prensa estatal, ya no, la leo entrelíneas. Me dí cuenta que el comunismo es una utopía. Y una sociedad no puede darse el lujo de desperdiciar varias generaciones, como ha ocurrido en Cuba, persiguiendo una fantasía. El ideal socialista suena bonito: darle voz y una mejor calidad de vida a los desposeídos. La ideología marxista-leninista ha fracasado en el mundo”.
¿A qué sociedad aspiramos los cubanos?, se pregunta Damián, porque "hemos saltado de una dictadura, la batistiana, a un totalitarismo con tintes nacionalistas, que ha justificado la falta de democracia por sentirse acosada por Estados Unidos. Esa etapa terminó y Cuba no se ha enterado. Díaz Canel o el que sea, seguirá el mismo guión. Por eso la ciudadanía no tiene expectativas. Ojalá me equivoque, pero el castrismo es lo más parecido a un viejo boxeador, sin reflejos, que se resiste a abandonar el ring y quiere seguir peleando, a pesar de que ya la campana sonó”.
A Carlos, 66 años, sociólogo, lo que más le duele es haber sido engañado durante tanto tiempo por el discurso de Fidel Castro. Carlos no es disidente, es un intelectual que, como tantos otros, considera que al actual sistema cubano se le agotó el tiempo. “El tiempo terminó hace décadas. Por mala fe y ambiciones de poder siguen con la matraca del socialismo próspero y sostenible. Ninguna economía planificada ha funcionado. Pueden elegir la vía china o vietnamita, con una economía capitalista y una autocracia partidista gobernante, pero ni a eso se atreven".
Lo peor, afirma, han cercenado las aspiraciones de mucha gente talentosa. "Hombres y mujeres, casi todos con títulos universitarios, que han visto en la emigración la única puerta de salida. El parlamento solo representa los intereses del régimen. Da igual que tengan el cuarenta y tanto por ciento de negros y mujeres. En todas las legislaturas los acuerdos se aprueban por unanimidad. A Miguel Díaz-Canel lo veo como una matrioshka rusa. Siempre sale con un guión pre elaborado. Quizás me equivoque, pero Díaz-Canel es la continuación de un modelo fracasado”.
Cuando se conversa con cubanos desinformados, apáticos al quehacer político, uno se percata de que están fuera del juego. Viven en otra dimensión, en la de la supervivencia. De trece encuestados por Martí Noticias, a seis les daba igual que siguiera Raúl Castro, nombraran a Díaz-Canel o al pelotero Yulieski Gurriel si pudiera ser elegido presidente.
“Asere, qué va resolver ese cara de tabla (Díaz-Canel), con la pinta de vividor que tiene. Aquí lo que hay es buscarse cuatro pesos pa’curdear, jamar sabroso y ligar manguitos frescos (muchachas) que están a pululu”, dice un joven vendedor de tarjetas de navegación a internet en un parque habanero.
Tres encuestados, entre ellos Anselmo, 49 años, chofer de ómnibus, piensan que con Díaz-Canel las cosas pudieran mejorar. "Peor no vamos estar. Si Trump se va a reunir con el gordo norcoreano, a lo mejor se reúne también con el villacareño. Veremos qué pasa, porque ni con Venezuela ni Brasil se puede contar. Y lo último sería caer de nuevo en los brazos de los bolos (rusos). Si esto se jode, los mayorales de la finca son los que más tienen que perder”.
Cuatro personas fueron muy pesimistas, como Dania, 36 años, estomatóloga: “La cosa en Cuba va para largo, por eso la solución es marcharse del país, cambie o no cambie”.
Una opción por la que se decanta un segmento elevado de la población. Ver la situación desde lejos es más placentero que luchar desde adentro y provocar un cambio democrático. Se buscan patriotas.