En su discurso de despedida como gobernante de Cuba Raúl Castro llamó a su sucesor Miguel Díaz-Canel, que asumió este jueves la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros, “el único sobreviviente” de un grupo de jóvenes que el Partido Comunista venía preparando para suceder a la generación de la Sierra Maestra.
Con él “no cometimos el error de acelerar el proceso”, dijo Castro, aludiendo a la defenestración de varios dirigentes que habían surgido de la Unión de Jóvenes Comunistas y que ocuparon tempranamente importantes cargos en el gobierno antes de ser defenestrados, como los excancilleres Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque, y el ex vicepresidente del Consejo de Estado Carlos Lage Dávila.
Indicó que con Díaz-Canel se buscó darle "un nivel de preparación integral", incluyendo la atención a la esfera ideológica del Comité Central del Partido. Dijo que desde que el dirigente villaclareño asumió la primera vicepresidencia del Consejo de Estado, en 2013, supieron que “habíamos dado en el clavo”.
El hasta ahora general-presidente dio como hecha una hoja de ruta que culminaría con la asunción, por parte de Díaz Canel, “si trabaja bien”, del cargo de Secretario General del PCC, que él retendrá hasta el 8vo Congreso en 2021. “Se ha planificado así”, dijo, y aseguró que el Partido Comunista “apoyará y respaldará resueltamenteal nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en todas sus atribuciones”.
Advirtió que “no podemos cometer errores”, en referencia a acontecimientos de la historia reciente que, lamentó, “dieron al traste con procesos importantísimos para la humanidad, que estamos pagando varios países, incluidos nosotros”, una aparente alusión al desplome de la Unión Soviética y el antiguo bloque comunista. Aseguró que se lee todo lo que le llega sobre el tema.
Anunció que en julio se creará una comisión de la Asamblea Nacional encargada de presentar un proyecto de nueva constitución, que sería luego sometido a referendo público. El texto oficializaría el límite de mandatos a dos de cinco años en los altos cargos del Estado y el Gobierno.
Castro aclaró, no obstante, que con la reforma constitucional “no pretendemos cambiar el carácter irrevocable del socialismo ni el papel dirigente del partido”, que espera se mantenga en el artículo 5 como en la actual.
Castro hizo, asimismo, un resumen de su ejecutoría económica y social, resaltando problemas como la doble moneda que dijo continúa dando dolores de cabeza, aunque mencionó como agravantes de las dificultades económicas los efectos del embargo estadounidense, los huracanes y la sequía.
Se felicitó por la renegociación de la deuda externa de Cuba con varios países y bloques, destacando la labor en ese sentido del ministro de Economía Ricardo Cabrisas. Fuentes occidentales estiman que Cuba ha vuelto a endeudarse desde entonces por un monto aproximado de mil millones de dólares.
Defendió su habitual renuencia a disponer de las reservas del país para resolver problemas de la población, y dijo que cuando se le ha solicitado el uso de alguna reserva “se le trata de engañar”, como en el caso de las de combustible, cuando se le dijo que se iban a afectar los hospitales. “Pan de hoy hambre de mañana”, dijo.
“Las actuales tensiones en nuestras finanzas externas indican que no queda otra alternativa que planificar bien y suprimir los gastos no imprescindibles, que quedan muchos”, se quejó.
No nos encontramos en una situación extrema y dramática, aseguró. “Contamos con bases sólidas para que no se repita" (el período especial de) los años 90, porque "nuestra economía se ha diversificado y crece”. Pero llamó, como solía hacer su hermano, a “resistir y resistir”.
Sobre las relaciones con EEUU se refirió a “la situación actual del vecino que tenemos, que ha vuelto a acordarse de la Doctrina Monroe”, y acusó “un deliberado retroceso en las relaciones”, calificando de “insultante” el Memorándum Presidencial de Seguridad anunciado en junio en Miami por el Presidente Trump en torno a cambios en la política hacia Cuba.
Felicitó a los agitadores enviados por su gobierno que interrumpieron a gritos eventos de la Cumbre de las Américas de Lima, asegurando que eran miembros de lo que llamó “la sociedad civil, que defendieron con brío su reconocimiento como genuinos representantes del pueblo cubano”.
Por otra parte, describió las denuncias internas e informes internacionales sobre violaciones de derechos humanos en la isla como “manipulaciones” y “calumnias” contra Cuba.