El gobierno de Villa Clara, en la región central de Cuba, informó el jueves el cierre del mercado mayorista El Caracatey, de la ciudad de Santa Clara.
El establecimiento era el único mercado de productos agropecuarios al por mayor que quedaba en la isla después del cierre en La Habana en mayo de El Trigal, al que los medios oficiales acusaron de ser “un antro de perdición”.
Según informó al diario provincial villaclareño Vanguardia el vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial (CAP) Bárbaro Monteagudo, las razones del cierre de ese punto de venta de productos agropecuarios al por mayor fueron la falta de fundamento legal y las indisciplinas constatadas en sus áreas adyacentes.
Monteagudo se quejó de que “concurrían productores que vendían fuera de la plaza establecida, y algunos no habían cumplido sus contratos de entrega con el Estado.
Pero el reportaje de Vanguardia sugiere que de lo que se trata es de asegurar el control de todos los suministros agrícolas por parte del ineficiente mecanismo estatal de Acopios:
“El cierre del Caracatey responde, además, al interés de las autoridades agrícolas y gubernamentales del país por reordenar la comercialización agropecuaria, lo que trae aparejada la necesidad de que las direcciones de Acopio de cada territorio contraten todo el depósito cuya finalidad esté en organismos y empresas, industrias, sustitución de importaciones, mercados agropecuarios estatales, placitas y puntos de venta de cooperativas. Objetivos que, al decir de Monteagudo Fernández, peligran si los campesinos ocultan a Acopio sus reservas productivas o las venden en otras provincias”.
“El mercado abrió a principios del año pasado de manera experimental, pues el único autorizado en el país era El Trigal, de La Habana, y se hizo para poner fin al desorden existente en áreas aledañas al estadio Sandino y el mercado estatal Buen Viaje, con respecto al trasiego de mercancías. Sin embargo, concurrían productores que vendían fuera de la plaza establecida, y algunos no habían cumplido sus contratos de entrega con el Estado”, explicó el funcionario.
Onelio Santos, administrador del mercado, señaló que desde su apertura, El Caracatey funcionó como fuente de abasto para vendedores particulares de productos agropecuarios, incluidos los ambulantes (carretilleros)
Desde febrero de este año el gobierno y sus medios han lanzado una campaña contra los carretilleros, una de las categorías legales del trabajo por cuenta propia, acusándoles de afectar a la población al cobrar precios cada vez más altos. Sin embargo, economistas han advertido que la subida de los precios se deriva de la insuficiente oferta, condicionada por la escasez de recursos para cultivar, las trabas burocráticas y la sequía, y a la mayor demanda, acentuada por el boom turístico que atraviesa la isla.
“Si lo cierran, tendremos que entregar esto», dijo a Vanguardia Yosvany Rojo Puerto, mostrando su licencia de carretillero. Por su parte, el productor de plátanos Jorge Luis García Espinosa, de Ciego de Ávila, afirmó que con el cierre del mercado Villa Clara podría perder buena parte de los alimentos que se comercializan allí y que no se producen en la provincia”.
Respecto a una eventual reapertura de El Caracatey, el dirigente provincial afirmó a Vanguardia que ello ocurrirá solo si se reconoce fundamento legal para este tipo de mercado en Villa Clara. "Por ahora, eso no tiene futuro", concluyó.
La ausencia de mercados mayoristas en Cuba afecta a la gente común en la isla, ya que el sector gastronómico privado se ve obligado a asegurar sus insumos en los mismos mercados que la población ─a menudo mediante esquemas de corrupción─ lo que se traduce también en menos oferta y precios más altos.
Para tratar de frenar la subida de los precios el gobierno ha decretado el tope de 23 renglones agropecuarios. La medida ha generado malestar entre productores y distribuidores. El mes pasado en la provincia de Sancti Spiritus, colindante con Villa Clara, 114 puntos de venta de cooperativas, empresas y agricultura urbana fueron cerrados por sus operadores.
Otros comenzaron a esconder sus mercancías, cambiar horarios o cobrar precios no marcados. La revuelta fue descrita por una conocida reportera oficialista como “una especie de huelga a lo cubano”.