Olmo Guillermo Liévano llegó a Miami por fin de año para visitar a sus nietos. De tan pequeños que son, creyeron que era Santa Claus, a tal punto de despersonalizarlo. Lógico de cierta manera: el abuelo vive lejos.
Así que el señor se acercó a una barbería con la idea de que le rebajaran la barba, pero los empleados se negaron:
–¡Cómo vamos a afeitar a Santa… Imposible! –dijeron muy serios.
El hombre tenía urgencia por ser retocado. Ofreció el doble, pero los profesionales "del sillón" se resistieron así y todo. Entonces, al interesado se le ocurrió una idea:
–Retrátense conmigo sin pagarme en metálico, pero recórtenme a cambio.
Eso sí funcionó.
Cuenta Olmo, todavía impresionado, que el culto a Santa Claus en Estados Unidos le ha tocado en carne propia. Le cuesta creer lo en serio que se lo toman.
Arquitecto de profesión y pintor de toda la vida, es uno de los promotores culturales más constantes que tiene el departamento del Huila, ubicado al sur de Colombia. En la ciudad de Neiva, donde vive, creó calles peatonales a partir de una visita a Barcelona, ciudad mediterránea que lo impresionó mucho. Olmo fue alcalde de Neiva.
Ahora es asesor de paz en la región. Se trata de una zona fuertemente azotada por guerrilleros de las FARC. De hecho, recordó, las FARC comenzaron a actuar por ahí.
En estos momentos está amenazado de muerte por un supuesto grupo paramilitar nombrado Águilas Negras, que se había extinguido pero ha resurgido en la medida en que avanza el proceso de paz. El Diario del Huila indica que hay gente que al parecer no quieren que termine la maldición más fuerte del país sudamericano, junto con la producción de cocaína.
Olmo confesó a este periodista que ha ido a recoger rehenes de las FARC, a sitios perdidos en la maleza, en un carretón sencillo para no llamar la atención. Dice que las FARC tienen su número de teléfono y, de vez en cuando, lo llaman para que recoja a algún liberado.
Una vez, debido a cierta indiscreción de un periodista, el ejército lo siguió y se vio envuelto en un tableteo de ametralladoras, en medio de la nada. Se preguntó "¿qué hago aquí?" cuando vio la muerte tan cerca. Podía haber sido tomado como informante del ejército nacional, cuando en realidad no lo es. Su vida es una tesitura compleja.
Ahora está en Miami dejando pasar el tiempo, aunque tiene billete de vuelta comprado.
Cree que el año entrante se firmará la paz.
–Pero Uribe tuvo a la guerrilla bastante acorralada –puntualiza este periodista.
–Cierto, pero a fuego limpio. O sea, con la guerra.
Olmo Guillermo es muy tranquilo. En su conversación se respira, verdaderamente, paz. No habla por hablar. Se fija en cosas sencillas que están a su alrededor. Disfruta a los niños que están en la comida de Navidad donde transcurre el diálogo. Le apasiona el urbanismo, por eso le brillan los ojos cuando hablamos de Barcelona. Pregunta con cuánto dinero al mes se vive allí. Es posible que esté pensando en refugiarse en la hermosa Ciutat Condal, pero no tocamos el tema del nacionalismo catalán. Preferimos hablar de la paz.
Miami es ideal para estar relajados. Un césped recién cortado, unos niños que corren, una mesa con gastronomía colombiana y cubana. Una conversación que hace de la perspectiva del tiempo y del espacio su mejor herramienta.
Comento que las FARC, grupo terrorista de su país, fue entrenado desde La Habana, que paradójicamente está sirviendo de garante en el diálogo para firmar la paz en Colombia. Olmo guarda silencio. Su función no es polemizar, sino salvar vidas.
Pasamos a otro tema, al de las acuarelas, la técnica que más le gusta, aunque ahora está pintando al óleo.
Alguien trae un cuadro suyo con motivo erótico. En ese gesto están sintetizados los años, sin muchas palabras. Está fechado hace demasiado tiempo, cuando él era joven y no lo confundían con Santa Claus. No vale la pena hablar de política. Seguimos hablando de la vida.