No es verdad que la educación o la cobertura de salud universal son gratuitas en Cuba. Como en cualquier nación del mundo, la enseñanza pública y la medicina son dos leones hambrientos que devoran un porciento elevado del PIB local.
El Estado no produce dinero. Sólo gastos. En el caso de la isla, debido al abultado aparato burocrático, descomunales fuerzas armadas y una plantilla gigantesca de oficiales de inteligencia destinados a la represión y el control social, se necesitan abundantes recursos técnicos y capital.
Desde que Fidel Castro conquistó el poder a punta de carabina en enero de 1959 y se alió al comunismo soviético, los salarios deprimidos y el impuesto de circulación a cigarros, tabacos, bebidas y otros artículos considerados suntuarios, fueron los que ayudaban a sufragar los servicios sociales.
Desde luego, el peso principal para sostener el despilfarro y el desbarajuste económico, un absurdo ejército con un millón de hombres en armas, 270 aviones Migs, cuatro submarinos que consumían diésel y un cuerpo de contraespionaje del primer mundo, lo costeaba el cheque en blanco girado desde el Kremlin.
La URSS no cayó por la presión de la disidencia política. Fue su raquítica economía incapaz de producir de manera rentable y el lastre de sus colonias el que provocó el derrumbe. No pudo seguirle el paso a la carrera armamentista de la robusta economía estadounidense. El telón de acero se abrió debido a sus desatinadas teorías económicas y el exceso de burocratismo.
El suicido
Después de 23 años de la desaparición de la URSS, piedra filosofal del disparate marxista, en Cuba las estructuras del Estado y la economía todavía apuestan por seguir ese camino trillado que no conduce a ninguna parte. O sí, al precipicio.
Al no recibir préstamos foráneos necesarios para mantener un Estado Benefactor –la economía no genera recursos para sostenerla–, entre otras vías, el régimen optó por utilizar el impuesto personal. Hasta 1993, el impuesto personal en Cuba era invisible. El Estado se apropiaba, y se apropia, de un porciento elevado del salario para sufragar la canasta básica, la seguridad social y la educación.
Es el sistema
Pero no es suficiente. Los sistemas de estructuras comunistas son un saco sin fondo. No es por maldad que los hermanos Castro no tienen los mercados repletos de comida, las ciudades remozadas y servicios eficientes de ómnibus urbanos e interprovinciales.
Es el sistema, con sus praxis irracionales y colosal cantidad de funcionarios y burócratas que cumplen órdenes del ejecutivo, el que frena el desarrollo. Eso lo sabe hasta un niño de kindergarten.
Pero las naciones basadas en el control social y la falta de libertades políticas garantizan un poder efectivo e ilimitado. Ninguna dictadura se ha caído por una huelga o el desempeño coherente de la oposición.
O ellos provocan el cambio (casos de Chile, Argentina y Brasil), o le dan libertad a sus satélites para que gobiernen a su manera, como sucedió en la Europa del Este cuando Gorbachov se desentendió de esa carga pesada que era el bloque de países socialistas del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica).
Cambios insuficientes
En Cuba sucederá igual. Las falencias económicas traerán el cambio real. No el actual paliativo, para ganar tiempo. De momento, la falta de futuro incita a la gente a tirarse al mar o tramar una aventura migratoria por naciones centroamericanas intentando llegar a Estados Unidos.
El general Raúl Castro busca frenar lo irreversible con una tímida apertura económica de bajo calado y leyes de inversiones atrayentes para capitalizar moneda dura.
Ya el Estado benefactor va en retirada. “La gente se acostumbró a vivir del Estado”, sentenció de forma desvergonzada a los medios oficiales el tenebroso ministro sin cartera Ramiro Valdés.
Ahora, la gente debe apañársela como pueda. Es una carrera desordenada para sobrevivir. Los que menos tienen, montan un chiringuito y reparan paraguas, forran botones o le pronostican a los turistas el futuro tirándole las cartas o leyéndoles las manos.
Los aupados por el régimen, lavan el dinero en restaurantes gourmets y bares de tapas. Los otrora 'desafectos' o ‘gusanos’ son una pieza fundamental. Su dinero es la clave para mantener el circo.
Sin explicaciones
Con el trabajo por cuenta propia se han logrado dos cosas: que medio millón de personas vivan sin apoyo del Estado –aunque se sabe que no van a prosperar mucho pues las reglas de juego están diseñadas como freno–, y con los impuestos el Gobierno sufraga el colosal aparato burocrático y represivo.
Cada año entran a las arcas del Estado miles de millones de pesos por concepto de impuestos personales, provenientes de los trabajadores privados. Como en cualquier otra nación.
Pero en Cuba ese dinero no se invierte en reparar calles, viviendas y escuelas o mejorar la infraestructura productiva. El Gobierno se abroga el derecho de no explicarle al contribuyente qué hace con su dinero.
¿En qué, por ejemplo, se gastan los $8.000 millones que reciben de beneficio neto por los servicios médicos en el exterior? ¿En qué se invierten las ganancias de hasta un 400% que obtienen con la plusvalía de las tiendas en divisas que controla el aparato militar?
En Cuba el Gobierno no se debe a sus gobernados. Todo lo contrario. Por eso no se toman la molestia de rendir cuentas.
Publicando originalmente en Diario de las Américas, 12/15/2014.