Parece que no logro ponerme de acuerdo con alguien respecto a la muy vista y comentada por estos días película Conducta, de Ernesto Daranas.
Discutía hace días con unos amigos si Conducta es una película anti-sistema o no.
Para ellos, no lo es de modo alguno. Para ellos, lo sería, por ejemplo, Las viñas de la ira, de John Ford. Por el contrario, consideran que Conducta viene a ser algo así como una muestra actualizada -según nuestras circunstancias- del realismo socialista, cuyo saldo final indica que no todo está perdido en nuestra sociedad, a pesar de lo muy mal que luce, porque aun quedan personas positivas, con valores, como la maestra Carmela, que pueden perfeccionarla, a pesar de los corruptos y los extremistas.
No concibo a Carmela, maestra normalista, creyente, indómita, humana, como un personaje sistémico. Tampoco creo que pase por la mente de alguien medianamente sensible e inteligente, que pueda ser perfectible un sistema capaz de generar tan desolador panorama.
Parece que mis amigos, para los cuales no debe mediar excesiva distancia entre Máximo Gorki y Pedro Juan Gutiérrez, confunden el realismo socialista con el realismo sucio, y peor, exigen a Daranas decir más de lo posible.
He escuchado a algunos, demasiado acostumbrados al cine de Hollywood, quejarse de que las películas cubanas, solo muestran miseria, problemas, mugre, chusmería y malas palabras. ¡Cómo si hubiese mucho más que mostrar!
Dicen algunos que Conducta les resultó triste y deprimente. Lo es y mucho. Pero, ¿acaso es peor que lo cotidiano? ¿Revela algo que no conociéramos? ¿Por qué nuestra realidad en la pantalla impresiona más que en tiempo real?
En Conducta, donde guión, dirección y actuación, se compaginan de una manera poco usual en la cinematografía cubana, me impresionó más la actuación de Alina Rodríguez como Carmela -¿su papel definitivo?- que la de Armando Valdés Freire como Chala.
El carácter, carisma y organicidad que indudablemente tiene el muchacho, lo empleó con mucho acierto en la interpretación de lo que es: un niño cubano de este tiempo. Como sus compañeros de aula y de juegos en el barrio. ¿Cuántos casos como el de Chala no conocerá Armandito? Lo que hizo en Conducta, en cuanto a gestos, vocabulario, etc., fue casi como participar en un reality show. ¿Creen ustedes que requiera eso excesivo esfuerzo para un niño cubano que posea talento para la actuación y que no haya pasado por el laboratorio de La Colmenita?
Tal vez soy demasiado franco… Me disculpan, pero el tema me duele particularmente y no puedo decirlo de otra forma: el sistema educativo, que es presentado como un logro de la revolución y el socialismo, es una catástrofe. Las escuelas cubanas parecen diseñadas para formar rufianes. Y para qué hablar de las llamadas escuelas de conducta, verdaderas antesalas de las prisiones.
Conducta no tiene un final esperanzador. No puede tenerlo. La inflexible burócrata del MINED le ganó la partida a Carmela. ¡La Virgen del Cobre nos guarde!
No hay que tener mucha imaginación para suponer que Chala y algunos de sus compañeritos, con nombres impronunciables, con profusión de letras Y, irán a parar a la cárcel o morirán en riñas callejeras; y que Yeni la palestina acabará convertida en jinetera… ¿Y ustedes qué esperaban?
Lo único alentador de la película es que personas como Carmela hayan podido subsistir en medio de la “pedagogía revolucionaria”. A un amigo, la actitud de Carmela le evocó el Poema Pedagógico de Antón Makarenko. A mí, a las maestras normalistas de mi infancia. Ojalá hubiesen muchas como ellas en la actualidad.
Al menos Carmela está en la pantalla. Hacía mucho que el cine cubano necesitaba una heroína así, que sea, a diferencia de las heroínas cuasi operáticas de las películas de Humberto Solás, sincera y creíble. Para ponernos a pensar. Para hacer que nos miremos por dentro. Para saber qué nos falta y no seguir fingiendo y engañándonos mientras creamos monstruos.
luicino2012@gmail.com
(Publicado en Primavera Digital el 02/27/2014)
"Conducta" no tiene un final esperanzador. No puede tenerlo. Chala y algunos de sus compañeritos irán a parar a la cárcel, o morirán en riñas callejeras.