Un carretillero apodado “Yyabó” con cinco años en el negocio asegura, que las cosas han cambiado mucho hasta hoy desde que se inició en 2013 con la carretilla.
“He transitado por muchos barrios de La Habana,a veces huyendo de los inspectores, o por causa de las deudas. En estos momentos tengo la licencia vencida ycomo la mayoría de los carretilleros estoytrabajando de manera ilegal desde 2016, cuando la ONAT decidió no volver a renovarlas. Además está el problema de los altos precios, que los intermediarios encarecen y luego nosotros debemos subirlos más aun, para conseguir algo deganancia. Y al final quedamos como los malos de la película, porque somos los que damos la cara al pueblo”.
“Yyabó” fue protagonista de una protesta en 2015, cuando le fueron incautados los productos y decomisado el dinero de la venta, además fue multado con mil pesos por no cumplir con un artículo de la licencia que exige mantener la carretilla en movimiento.
“Pesa una tonga, es imposible”, dice Yyabó mientras vende un racimo de plátanos a una cliente y afirma: “mira estos platanitos, están ‘calientes’. Tengo que venderlos a dos pesos cada uno para sacarle algo”.
El sector no estatal de la economía pasa por un momento crítico. Con la carestía de la vida los dueños han tenido que pagar más a sus empleados y subirle el precio a las ofertas.
Una dueña de cafetería de Jaimanitas llamada Lidia, que abre su establecimiento a las 5 am y no cierra hasta por la tarde, tiene mucha demanda al atender la merienda escolar del barrio y el desayuno de los trabajadores yparte de la comunidad.
Para buscar más dinero Lidia amplió la tablilla en este 2018 con la oferta de‘pan con aceite y ajo’, a 3 pesos, que es la opción más asequible para las madres de pocos recursos. Lidia subió los precios del ‘pan con mantequilla’, del ‘pan con pasta’ y del ‘pan con mayonesa’ a 5 CUP, y el‘pan con jamón’ a 7. También subió los jugos a 5 CUP el vaso.
Kile, un padre de familia de Jaimanitas, calcula: “Tengo dos muchachos en el seminternado y son cuatro meriendas al día, en total 32 pesos, que multiplicados por los veinte días escolares del mes suman 640 pesos. Yo solo gano 410.00 como custodio del policlínico y no alcanza. Mi mujer salió a la calle a limpiar casas, para ayudarme, pero no encontró ninguna”.
Lidia comenzó dos nuevos servicios en este 2018: “1 peso por pasar al baño”, y “encendido de cigarros”, conun cartel que dicta: “Candela, 1 peso”. Alega que los clientes le gastan los fósforos pidiéndoselos constantementey ella no va a “continuar con las perdidas”.
“Es que la cosa se está poniendo fea por todos lados”, dice Lidia. “El negocio de la cafetería deja si se le pone mano dura. Nadie se hace rico con esto. Solo da para la supervivencia”.
Aunque muchos negocios particulares puedan aparecer florecientes a la vista pública, detrás de la fachada sus dueños rumian sus penas, como Sixto, dueño de un puesto de venta de alimentos situado en una avenida y con ventas diarias de hasta mil pesos. Sixto afirma:
“Ahora los gastos son mayores. Subieron el impuesto y el costo de la licencia, además tuve que reconstruir el local, porque después de hacer la inversión inicial en la cafetería tuve que tumbarla y ponerla dentro del portal de la casa, según dicta una nueva directiva de la ONAT. Fue un dineral gastado, además la materia prima hay que comprarla de manera clandestina, cara y con riesgo del decomiso por los inspectores estatales, que siempre andan detrás de la tajada”.
La "Conceptualización del modelo socialista" en lo referente al sector privado, no constituye en sí una protección sobre este sector emergente de la sociedad. Ni Yyabó, ni Lidia, ni Sixto saben en qué consiste, ni cómo los afecta, y aunque el gobierno ha reconocido laimportancia del trabajo no estatal y la necesidad de fortalecerlo, la realidad es distinta.
Otro cuentapropista al que le va mal en el negocio es Ovidio, de 60 años y vendedor ambulante de confituras.
“Trabajé con el estado durante años y tenía un jefe de departamento que me controlaba, además del contador y el gerente, ahora yo soy todo eso, nadie me puede robar, a no ser yo mismo. Pero reconozco que ‘la cosa’ se ha puesto a límite. Antes se podía vivir de esto, ahora ser cuentapropista es una verdadera contienda”.