Sudán vivió el miércoles el tercer día de fuertes protestas contra el golpe militar, mientras el primer ministro depuesto, Abdalá Hamdok, volvió a arresto domiciliario.
En el extranjero, la Unión Africana y el Banco Mundial incrementaron su presión sobre el ejército: la primera suspendió a Sudán de sus instituciones y el segundo cesó su ayuda, vital para ese país empobrecido, minado por los conflictos y con una situación económica desastrosa.
Abdalá Hamdok fue detenido el lunes junto a sus ministros y los integrantes civiles del consejo gobernante de Sudán, pero su regreso a casa no logró apaciguar las protestas, y la policía lanzó gases lacrimógenos para disolverlas.
Las manifestaciones continuaron pese a que las fuerzas de seguridad arrestaron a numerosos participantes y rompieron sus barricadas, al tiempo que retiraron las piedras y llantas usadas para bloquear carreteras en la capital Jartum, comprobaron periodistas de AFP.
Hamdok y su esposa volvieron a casa "bajo estrecha vigilancia", dijo su oficina el martes, mientras otros ministros y dirigentes civiles continuaban bajo arresto militar.
El golpe se dio después de dos años de tumultuosa transición definida por un acuerdo de agosto de 2019 para compartir el poder entre militares y civiles, tras el derrocamiento del dictador Omar al Bashir en medio de una ola de protestas masivas contra su gobierno.
Las actuales protestas estallaron el lunes con millares de sudaneses en las calles, luego de que el general Abdel Fattah al Burhan ordenara la disolución del gobierno y declarara el estado de emergencia.
El golpe del lunes fue el más reciente en este país africano, uno de los menos desarrollados del mundo, que solo ha tenido breves períodos de democracia desde su independencia en 1956.
Burhan se convirtió en el gobernante de facto en 2019 como jefe del Consejo Soberano cívico-militar, y mantuvo un alto rango militar durante las tres décadas de gobierno de mano dura de Bashir. Además, tiene el respaldo de las temidas Fuerzas de Apoyo Rápido, paramilitares.
Las tensiones eran evidentes entre los civiles y los militares del gobierno, pero las divisiones se intensificaron tras lo que los civiles calificaron como un fallido golpe el 21 de septiembre pasado.
"Protestas de un millón"
Cuatro personas murieron y muchas otras resultaron heridas cuando los soldados dispararon a los manifestantes, según un grupo de médicos.
Los servicios de internet fueron bloqueados y las tiendas en la capital permanecieron cerradas por los llamados a una campaña de desobediencia civil. La APS llamó a "protestas de un millón" para el 30 de octubre.
Los embajadores occidentales reiteraron que para ellos "Hamdok sigue siendo el primer ministro y su gobierno, el poder constitucional" y pidieron poder reunirse con él en persona.
Pero hasta ahora, Hamdok solo ha hablado, por teléfono el martes, con el secretario de Estado, Antony Blinken, quien saludó el retorno a su casa, al tiempo que expresó su "profunda preocupación" por el movimiento militar y reiteró el apoyo de Washington a una democracia bajo mando civil.
Estados Unidos suspendió la entrega de cientos de millones de dólares en ayuda al país africano tras el golpe y la Unión Europea amenazó con tomar medidas similares.
"Gran error"
Los manifestantes, en tanto, aseguran que no abandonarán la calle hasta que no se restituya un gobierno civil. Desde que el país se independizó, hace 65 años, ha estado prácticamente siempre bajo el yugo de los militares.
A finales de 2018 y en 2019, los ciudadanos acamparon durante meses hasta que forzaron al ejército a destituir al presidente Omar al Bashir. Más de 250 personas murieron en aquella movilización.
Ahora, dos años después, "el movimiento de protesta ha aprendido de sus errores y es más sofisticado", afirmó el International Crisis Group (ICG). "Intentar acabar con las manifestaciones por la fuerza sería un gran error por parte de los militares".
Pues, recuerda el centro de investigación, los activistas prodemocracia tienen ahora "una red de comités locales por todo el país, que pueden organizarse de forma eficaz, incluso sin internet".
De hecho, ya han empezado a celebrarse marchas en otras ciudades del país, que también están siendo dispersadas por las fuerzas de seguridad, según testigos.
Con todo, es en Jartum donde la situación es más tensa.
El aeropuerto, situado en el centro de la capital, donde los manifestantes bloquearon varias carreteras con piedras y neumáticos quemados, está separado únicamente por una valla de las principales avenidas de la capital sudanesa. Debía reabrir este miércoles por la tarde pero, de momento, ninguna compañía anunció que reanudaría sus vuelos.