Las deportaciones de indocumentados cubanos acantonados en las fronteras centroamericanas se han hecho frecuentes en las últimas semanas. La noticia de estos miles de migrantes que caminan por la región en busca de las fronteras de Estados Unidos, ya casi es una crónica cotidiana.
Sin embargo, estas no son las únicas deportaciones que sufren los cubanos. Hay otras más inauditas, con itinerario programado, pero que no llaman la atención de los medios internacionales de prensa, quizás por desconocimiento y mucho menos de la prensa oficial cubana.
Los viernes de cada semana dos autobuses, de 45 asientos cada uno, parten de La Habana hacia el interior del país, con su carga de cubanos deportados desde “la capital de todos los cubanos”. Dos veces al mes el tren que cubre la ruta Habana-Santiago de Cuba, lleva en sus vagones a decenas de cubanos deportados hacia las provincias orientales.
Son los cubanos que no tienen permiso para vivir en la capital del país. Aunque suene alarmante para los lectores que ejercitan de modo natural el derecho universal a la libre locomoción, ese es otro de los derechos humanos “regulados” por la dictadura comunista cubana.
El artículo 8 del decreto ley 217 de 1997 del Consejo de Ministros, estable que pasadas las 72 horas de estancia en la capital, quien notenga reconocido el derecho legal de permanecer en la capital del país será deportado hacia su ciudad natal.
Es una medida que se cumple rigurosamente desde hace casi dos décadas.
El tema fue abordado por el periodista Abrahan Jiménez Enoa, en la revista digital El Estornudo, en una extensa crónica titulada La Habana no es para todos los cubanos.
Jiménez fue en busca de varios de esos cubanos deportados, y de sus familiares, para ilustrar con ejemplos concretos el drama humano y social de estas personas y las penosas condiciones en que sobreviven.
Los casos de cubanos deportados hacia las provincias orientales,descritos en su artículo, merecen ser conocidos en sus propias palabras y no reseñados.
Los cubanos que son capturados por la policía “sin papeles”, son encarcelados en el Vivac, en las afueras de La Habana. Hasta allí llegó Jiménez, para hacer su trabajo periodístico. Así lo cuenta lo que le dijo uno de los custodios del lugar.
“Olvidando su propio acento oriental, me dice tras unos balaustres blancos: “para aquí traen a todos los orientales que van a deportar, todos los orientales que andan en La Habana sin permiso. Todos los viernes sacamos dos guaguas de 45 asientos. Además, al principio y al final de cada mes un vagón del tren de Santiago va lleno con gente que nosotros mandamos”.
Justo al lado de la terminal de ferrocarriles “La Coubre” se encuentra la unidad de la policía ferroviaria, que es la encargada de velar por la tranquilidad ciudadana dentro de los vehículos y de transportar a los deportados hacia sus provincias.
Sobre las condiciones de la prisión del Vivac, el policía de la entrada dice: “esto es un hotelito, está mejor que muchas casas de la gente que traen. Son naves alargadas divididas en calabozos pero que tienen colchón de esponja, televisor plasma y agua todo el día. Los detenidos tienen derecho a una visita de 10 minutos cada siete días”.
El último censo de población y viviendas realizado en 2012 indicó que más de 518 mil personas nacidas en otras provincias se encontraban en La Habana.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas, de la década del noventa a la fecha, La Habana aumentó de 1 millón de habitantes a 2.1 millones.
Jiménez destaca, a groso modo, las regulaciones del Decreto 217 que ordena la deportación de indocumentados cubanos en La Habana.