Mientras el Gobierno de Panamá considera la crisis migratoria de los cubanos un capítulo a punto de cerrarse, 14 isleños permanecen detenidos en un centro para migrantes indocumentados en la capital de ese país.
“Nadie sabe que nosotros estamos aquí dentro, porque aquí no se puede tener teléfono, no podemos tener nada”, dijo a Martí Noticias, Jorge Ariel Sánchez, un cubano de 26 años, oriundo de municipio habanero de Artemisa.
A escondidas logró hacerse con un teléfono para comunicarse con el mundo exterior. El centro, a pesar de llevar el nombre de Albergue Masculino de Emigración de Altos Curundú, mantiene un régimen de reclusión.
“Nosotros tenemos rejas desde el techo y por todos lados, y una sola puerta de salida, detalla Sánchez, quien lleva más de 4 meses en esas condiciones. “Nosotros salimos al patio tres veces en la semana: lunes, miércoles y viernes, un ratico. No llega nunca a la hora”.
El cubano comenta alarmado que él y el resto de los migrantes cubanos allí, comparten espacio con criminales convictos.
“Nosotros somos emigrantes; nosotros no hemos cometido delito alguno. Sin embargo, con nosotros aquí dentro hay presos reales, que los trasladan cuando acaban de cumplir su pena en la prisión de aquí de Panamá que es La Joya y La Mega Joya”, apunta.
“Estamos a expensas de tener cualquier tipo de problema con este tipo de personas. Aquí hay asesinos, aquí hay narcotraficantes, aquí hay sicarios”, comenta preocupado.
La vida antes de Panamá
Jorge Ariel Sánchez llegó a Panamá a finales de febrero de este año. Salió de Cuba hacia Venezuela el 13 de abril de 2016, como parte de la misión médica cubana, en calidad de especialista en sistemas de información de salud. El 10 de julio siguiente escapó hacia Colombia, como muchos otros en su situación.
Desde Bogotá solicitó visa a Estados Unidos a través del Programa para Profesionales Médicos Cubanos, que hasta el 12 de enero de 2017, concedía un parole a médicos y personal sanitario cubano que trabajaran en una misión internacional del gobierno cubano.
La denegación del parole en los primeros días de diciembre lo impulsó a seguir camino por su cuenta, con la esperanza de presentar su caso directamente a los oficiales de migración en la frontera de Estados Unidos.
Su plan encontró un nuevo tropiezo cuando fue detenido en Panamá y enviado a un campamento para migrantes en Lajas Blancas, donde pasó un mes antes de que les permitieran seguir camino nuevamente, solo para ser apresado una vez más.
Antes de llegar a actual centro de detención, pasó 10 días en una unidad militar de Yavisa, y dos en la unidad llamada Sansón.
Además de Sánchez, otros dos cubanos abandonaron allí la misión médica cubana en Venezuela.
Las alternativas
Las autoridades panameñas explicaron a Sánchez que su liberación depende de que el consulado de Cuba lo reconozca como su ciudadano.
“Pero el consulado cubano aquí en Panamá no me acepta de regreso, porque dice que soy un desertor de la misión médica”, explica.
“Además, dicen que de la única forma que ellos me pueden aceptar es si yo me repatrio, y el proceso de repatriación aquí dentro de la prisión dura un año. El tiempo que llevo aquí dentro no contaría”, agrega.
Por eso, Sánchez, también en nombre de sus compatriotas, pide a las autoridades panameñas que los dejen continuar su camino, como han hecho con los cubanos recluidos en el campamento de Chiriquí.
“Al menos que nos dejen salir para la calle y continuar nuestra trayectoria hacia los Estados Unidos”, pide el joven cubano, y advierte que no representarían carga alguna: “por nuestros propios medios. Nosotros no queremos que el gobierno de Panamá nos ayude a nosotros en nada”.
Todos preferirían continuar camino hacia Estados Unidos, pero cinco de ellos, ante la incertidumbre, ya firmaron los documentos en que aceptan la deportación hacia Cuba.
Salvo esto, poco o ningún contacto han tenido con funcionarios panameños que puedan orientarles sobre sus casos. “Las peticiones a las autoridades deben hacerse a través de una carta. Nunca se pueden reunir con nosotros”, indicó Sánchez.