Un grupo de jóvenes seguidores del punk rock y su cultura en la década del 80 en Cuba eligió autoinfectarse con el virus del VIH, como un modo de protestar contra el sistema socialista que los marginaba y de vivir en paz del modo que preferían.
Casi treinta años después, varios de los sobrevivientes rememoran el pasado, la razón y las consecuencias de una decisión impensable para la mayoría de las personas, en un documental producido por la publicación “Vice”.
"Sabía que al infectarse sería enviado al sanatorio", explica Niurka Fuentes sobre su difunto esposo, Papo La Bala, uno de los primeros infectados. "Sabía que iba a conocer a otras personas como él allí, que la policía lo dejaría solo, y que podría vivir su vida en paz".
El documental explica a través de las historias de sus entrevistados las condiciones que se alinearon para que estos jóvenes inyectaran en sus venas la sangre infectada: una Cuba hambrienta tras la caída de la Unión Soviética y un sistema que reprimía la diferencia.
Los Frikis, como se les conoce en Cuba a este grupo social, lucían diferentes –ropas oscuras, tatuajes, piercings-, se resistían a ajustarse a las normas de la sociedad socialista de Castro y pasaban la mayor parte de su tiempo en zonas marginales. A menudos eran acosados, arrestados, encarcelados y obligados a hacer trabajos manuales.
En lugar de continuar viviendo en las calles y en áreas donde eran acosados y perseguidos, los Frikis encontraron un lugar donde les proveían de comida, techo y medicina. “Y una vez que suficientes de ellos fueron enviados a los sanatorios, sabían que estos, a su vez, se convertirían en un refugio punk,” apunta Vice.
"Podías oír el rock and roll y el heavy metal que salía de cada casa", recuerda Yoandra Cardoso, una Friki veterana que aún vive en los terrenos de un antiguo sanatorio. "Cuando el sanatorio abrió por primera vez, era 100% Frikis ... estábamos todos aquí juntos".
En sus inicios, los sanatorios en Cuba estaban a cargo de los militares, pero en 1989 entregaron el control al Ministerio de Salud. A partir de entonces, a los pacientes se les permitió escuchar y tocar música, vestir como prefirieran e intercambiar con otras personas dentro y fuera del sanatorio, todo esto imposible antes bajo el control militar.
“Estos eran mejores alojamientos que los que un cubano promedio podía permitirse en ese momento, por no hablar de un Friki”, apunta la publicación y cita a Fuentes: “Creamos nuestro propio mundo allí”.
(Con información de Vice)