El fin de semana en Cuba fue el momento de reanudación de la Serie Nacional de Béisbol –interrumpida antes para que una selección participara en los Juegos Centroamericanos de Veracruz, México–, y, como en una cascada, la comidilla de los aficionados revivió el fantasma de las estampidas hacia otras geografías.
El diario Granma anunció que "un total de cinco bajas golpearon al plantel camagüeyano, que ya no contará con el torpedero Alexander Ayala, el jardinero Osmel Águila, el antesalista Héctor Quintero y los lanzadores Frank Madan y Fidel Romero".
Y la nota, como apostilla de los primeros resultados del calendario de diciembre, concluía con que "(el funcionario) Tony Castillo, al frente de la Serie Nacional, confirmó a Granma que la Dirección Provincial agramontina reportó la baja de Ayala por ausencia a los entrenamientos, y las de Madan y Romero por salida del país, mientras los otros cometieron indisciplinas".
Familiarizado como estoy con la jerga de las publicaciones oficialistas, podría asegurar que esos "otros (que) cometieron indisciplinas" intentaron igualmente tomar las de Villadiego, pero con la dramática variante de hacerse a la mar, tal vez por carecer de medios –dinero o amistades– para acudir formalmente a un aeropuerto.
Antes que comenzara la lid regional en Veracruz, yo había imaginado que solo un milagro permitiría que todos los peloteros de Cuba regresaran a su país. El milagro ocurrió, pero el deporte en la Isla, con la fuga de los camagüeyanos, sufría en el ínterin otra fractura en sus cimientos.
Al campeonato nacional número 54, en su fase clasificatoria, le restan nueve programas para cada conjunto –avanzan ocho equipos y los ocho restantes dirán, entonces, adiós– y nadie se atrevería a asegurar que de aquí a la primavera, cuando se proclame al campeón 2015, las nóminas de cada escuadra se habrán blindado contra las deserciones.
Los criollos, que no acudieron a la lid precedente en Mayagüez, Puerto Rico, alegando temores por la seguridad de la delegación, recuperaron hace unos días su título en el torneo de béisbol. Es verdad que Cuba enfrentó a rivales de nivel muy limitado –ninguna nación interrumpió su campeonato invernal, de los cuales, además, están excluidas las estrellas de Grandes Ligas–, pero los representantes de la Mayor de las Antillas ganaron sus juegos, y es el oro lo que importa.
Durante casi dos semanas de competencia, en un puñado de escenarios atléticos, México lideró el medallero, y solo en las últimas fechas los competidores enviados desde el verde caimán dieron un golpe definitivo de poder. En medio de tanta calamidad, la que reina de San Antonio a Maisí, ellos demostraron su estirpe en las canchas, mientras los expertos se preguntan cuánto más podrían hacer –cubanos y cubanas– si fueran dueños de sus destinos.
Por lo pronto, hay una duda que no alcanzo a borrar de mi cabeza: ¿Enviará Cuba, finalmente, al equipo de Pinar del Río –titular del año pasado– a la Serie del Caribe en Puerto Rico?