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Cuba busca inversionistas con vieja estrategia publicitaria


Raúl Castro (d), y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff (i), inauguran la primera etapa del puerto del Mariel construido con financiación brasileña en Mariel (Cuba).
Raúl Castro (d), y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff (i), inauguran la primera etapa del puerto del Mariel construido con financiación brasileña en Mariel (Cuba).

Me gustaría saber si este nuevo proyecto de ley abrirá nuevas libertades para esos emigrados cubanos que actualmente sólo pueden realizar – desde fuera de fronteras – actividades de compra-venta.

En 1989, Cuba concentraba el 85 por ciento de sus relaciones comerciales con la URSS y el resto del campo socialista. Con ello aseguraba el suministro de insumos, materia prima, tecnología y créditos satisfactorios en términos de plazo e interés; al producirse el derrumbe del socialismo en Europa y la desintegración de la URSS, en un corto período de tiempo Cuba vio disminuir sustancialmente su capacidad de compra y su realidad económico-financiera.

La Habana se iba a bolina en un panorama tan incierto como el de un balsero en alta mar. Fue entonces cuando Fidel, experto en sortear crisis, y muy irresponsable en los costos, elaboró las directivas para enfrentar la debacle como si fuera un tropezón. Internamente mantuvo a la nación entretenida con el tristemente célebre “Período Especial y La Guerra de Todo el Pueblo”; no para el exterior, hacia donde lanzó mensajes que aseguraban control y seguridad, gancho efectivo para encontrar nuevos socios comerciales y mercados.

Así aparecieron por la isla, un sobrino de Sadam Husein que construyó la primera planta de refrescos en lata “Tropicola”; y un conocido traficante de armas (buscado a nivel mundial) interesado en financiar la producción nacional de azúcar de caña y cítrico.

Tras tan ilustres personajes llegaron disfrazados de empresarios otros tantos familiares de afamados dictadores, oportunistas del mercado, afinados bandoleros, vulgares atracadores, hombres con decoro, y emigrados cubanos con maletas de ilusión. En fin, el mar, el capital carece de ideología, patria y moral.

Como era de esperar, de muchos emprendedores, los que el gobierno rechazaba por diferentes motivos, quedaron en el largo camino de los inaguantables impagos; pero otros recibieron, además de su residencia temporal, el derecho a poseer una “firma extranjera” que hoy negocian en la isla a bajos costos y alta plusvalía.

Esta cuasi deshonestidad donde confluían lo foráneo y lo nacional, desató una especie de euforia; por un lado, muchos ciudadanos cubanos intentando escapar del ahogo económico, lograron trabajar para empresas extranjeras; por el otro, personas cercanas y familiares de altos dirigentes cubanos, por no sentirse empleados, salieron de Cuba y fundaron sociedades mercantiles con las que luego compraron otra y otra, hasta ocultar la identidad de origen para luego inscribirla en el registro mercantil de la Cámara de Comercio de la República de Cuba y hacerla funcionar.

Claro está, no todos los hijos de pincho quisieron convertirse en prósperos empresarios; el exaltado Alejandro Castro Espín, decidió jugar alto y bajo el seudónimo de Ariel fue nombrado jefe de la sección del departamento 4to de la Seguridad del Estado, encargada de investigar, aprobar, reclutar y sobornar a todos los comerciantes, inversionistas, empresarios, trabajadores en empresas extranjeras, y a los cubanos tenedores de empresas extranjeras. Vamos, lo mismo que imprimir dinero.

En tales circunstancias, en 1995 se aprobó la primera legislación (No.77) que regula la inversión extranjera y al hoy continúa vigente. A finales del año 2000 habían 392 asociaciones económicas con capital extranjero, ubicadas en su mayor parte en minería, prospección-extracción de petróleo, turismo, industria ligera, sideromecánica y construcción; varias de ellas, propiedad de unos pocos cubanos (familiares o personas cercanas a altos dirigentes cubanos) residentes en la isla.

El periódico Granma informa, que conforme a lo establecido, el Consejo de Estado de la República de Cuba, convoca a sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular para el sábado 29 de marzo del presente año con el objetivo de analizar el proyecto de Ley de la Inversión Extranjera.

La respuesta la veo clara, hay realidades políticas que no pueden esperar. Alianzas como ALBA y CARICOM huelen a redireccionamiento; Venezuela, por ahora, no creo pierda a Maduro como Presidente pero sí su liderazgo regional. Cuba vuelve por las andadas, se acerca a Brasil y a la Comunidad Económica Europea echando mano a su vieja pero efectiva estrategia publicitaria para atraer inversionistas.

Me gustaría saber si este nuevo proyecto de ley abrirá nuevas libertades para esos emigrados cubanos que actualmente sólo pueden realizar – desde fuera de fronteras – actividades de compra-venta; y si finalmente decidirán legislar a favor o en contra de esos empresarios cubanos, residentes en la isla, que desde hace mucho tiempo invierten en Cuba y necesitan disfrutar de un marco legal protector.

Creo que si le pregunto a cualquier funcionario cubano, se acogerá a una 5ta enmienda que no existe en nuestra constitución. Para todo lo demás, habrá que esperar.
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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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