Luego de décadas sosteniendo un discurso anti Mercado, en el que era recurrente la satanización de las Corporaciones, resulta que nuestros caciques han rendido las banderas ideológicas y pedido de favor a las empresas foráneas que vengan a rescatarnos.
Si faltasen ejemplos para verificarlo, ahí esta el reciente acuerdo filmado entre el consorcio cubano nacido de las ruinas del desaparecido Ministerio del Azúcar, Azcuba y el gigantesco conglomerado brasileño Odebrecht, que permitirá a los capitalistas suramericanos administrar el central azucarero cienfueguero “5 de septiembre” por 13 años, previo desembolso de unos 60 millones de dólares.
Para entender las razones del arreglo hay que entrar a analizar cual es la situación actual que afronta la industria azucarera cubana, quizás entonces se comprenda por qué por primera vez en cincuenta y cuatro años, el régimen entrega las llaves de un sector controlado con celo por el Estado y permite que empresas foráneas se hagan con la administración de importantes nichos de la agroindustria nacional.
Aunque el régimen argumenta que su disposición a compartir ganancias con el capital extranjero no es nueva, y que es el embargo norteamericanos el “Coco” que ahuyenta a los inversionistas, la explicación es una verdad a media. Lo cierto es que la decisión llega en momentos que la industria del dulce agoniza y requiere de una transfusión de verdes dólares que le ayude a lidiar con la descapitalización que padece. Más ahora cuando el huracán Sandy parece haber afectado seriamente en las provincias orientales, la cosecha dispuesta para la venidera zafra.
El mal no es nuevo. Nació con los años 90 tras la desintegración de la Unión Soviética, el principal comprador de crudo con que contaba el país. Entonces Cuba producía entre 7 y 8 millones de toneladas de azúcar. Por razones ajenas a la economía, el país de los sóviet pagaba a la isla la libra de azúcar dos o tres veces el precio que se cotizaba en el mercado mundial. Perder al principal socio significó un impacto tremendo, la producción cayó en picada, de 8,2 millones de toneladas a los niveles actuales de 1,5 millones, inferior a la zafra efectuada en 1907, cuando se elaboró 1,40 millones, con tecnología inferior y una industria que se recuperaba de la desbastadora guerra de independencia. Esto ha provocado la descapitalización de la agroindustria palpable en el deterioro de los centrales, los equipos de corte y tiro de la caña, la erosión de los suelos dado en la falta de fertilidad, consecuencia de la alta compactación, la ausencia de rotación y la deficiente e incorrecta aplicación de los fertilizantes y las técnicas de cultivo.
Uno de los mayores problemas que enfrenta la industria, es que en su momento no supo prever y prepararse para afrontar las consecuencias que tendrían a mediano plazo la desvalorización del producto en el mercado a consecuencia del surgimiento de edulcorantes sintéticos y el sirope de maíz. Si bien es cierto que la caída de los precios desde entonces ha sido un factor desmotivador, también es verdad que países como Brasil o Tailandia han sabido aplicar estrategias de reconversión destinadas a hacer frente a los vaivenes del mercado, focalizando sus esfuerzos en la fabricación, a partir de la caña, de alimentos para el ganado, la cogeneración eléctrica, producción de combustibles como el etanol o el gasoalcohol, alcoholes especiales, ceras, medicamentos, materiales para la construcción, materia prima para la industria biotecnológica y un largo etc.
Esto permitió que por ejemplo Brasil lograse saltar de 6,3 millones de toneladas de azúcar que producía en 1975 a 22 millones de toneladas para el 2003 y Tailandia aumentase sus exportaciones de crudo de 2,4 millones alcanzadas en 1985 a 5,1 millón de toneladas para el 2004. Mientras Cuba buscaba desesperada el fondo del abismo, estas naciones lideraban a un conjunto de productores que lanzaban las flechas de las tablas estadísticas de producción hacia el cielo.
El estado se resistió a entregar la plaza de la dulce gramínea al capital extranjero. El 22 de agosto Ulises Rosales del Toro, entonces Ministro del Azúcar anunció lo que se conocerá como “Restructuración Azucarera” cuya primera medida a implementar fue desmantelar cerca de ochenta Centrales, lo que supuso la pérdida de 100 000 empleos y la reducción de hasta el 50% de las áreas dedicadas al cultivo de la caña. Estos desmantelamientos se sucederían hasta llegar a la cifra de algo más de cien Centrales desmantelados. De 156 centrales existentes en todo el país a principio de los años noventa, sobreviven en la actualidad algo más de 40.
El central 5 de septiembre es un sobreviviente. Los años noventa sepultaron a los centrales construidos en la provincia: 1ro de mayo; Pepito Tey; Espartaco; Elpidio Gómez; Batalla de mal tiempo; Ramón Balboa y Marta Abreu. Igual suerte pudo haber corrido el 5 de septiembre a no ser por el acuerdo firmado con Odebrecht. Por cierto esta firma representa todo lo que el régimen comunista que impera en la isla dice odiar y combatir. Es un verdadero pulpo de mil tentáculos. Tiene presencia en Norte y Suramérica, África, Europa, Medio Oriente, el Caribe, con negocios en el campo de la ingeniería de la construcción; químico y petroquímicos, etanol y azúcar; ingeniería medioambiental; petróleo, gas, energía, bienes raíces; infraestructura; inversiones y participaciones; transporte y servicios de logísticas, en fin, algo así como el anticristo de los comunistas.
Pero como que,” al que no quiere caldo se le dan tres tasas”, nos acabamos de enterar que otra trasnacional, esta vez británica, la Havana Energy, acaba de firmar con Azcuba un lucrativo contrato para construir la primera planta que usará desechos de cañas de azúcar para general electricidad en la isla. La planta deberá producir la cantidad de 30 megawatts por hora a partir de biomasa. Se ha dicho que invertirá entre 45 y 55 millones y se pondrá en marcha a principios del 2015. Pero esa es otra historia sobre la que seguro tendremos que regresar.
Si faltasen ejemplos para verificarlo, ahí esta el reciente acuerdo filmado entre el consorcio cubano nacido de las ruinas del desaparecido Ministerio del Azúcar, Azcuba y el gigantesco conglomerado brasileño Odebrecht, que permitirá a los capitalistas suramericanos administrar el central azucarero cienfueguero “5 de septiembre” por 13 años, previo desembolso de unos 60 millones de dólares.
Para entender las razones del arreglo hay que entrar a analizar cual es la situación actual que afronta la industria azucarera cubana, quizás entonces se comprenda por qué por primera vez en cincuenta y cuatro años, el régimen entrega las llaves de un sector controlado con celo por el Estado y permite que empresas foráneas se hagan con la administración de importantes nichos de la agroindustria nacional.
Aunque el régimen argumenta que su disposición a compartir ganancias con el capital extranjero no es nueva, y que es el embargo norteamericanos el “Coco” que ahuyenta a los inversionistas, la explicación es una verdad a media. Lo cierto es que la decisión llega en momentos que la industria del dulce agoniza y requiere de una transfusión de verdes dólares que le ayude a lidiar con la descapitalización que padece. Más ahora cuando el huracán Sandy parece haber afectado seriamente en las provincias orientales, la cosecha dispuesta para la venidera zafra.
El mal no es nuevo. Nació con los años 90 tras la desintegración de la Unión Soviética, el principal comprador de crudo con que contaba el país. Entonces Cuba producía entre 7 y 8 millones de toneladas de azúcar. Por razones ajenas a la economía, el país de los sóviet pagaba a la isla la libra de azúcar dos o tres veces el precio que se cotizaba en el mercado mundial. Perder al principal socio significó un impacto tremendo, la producción cayó en picada, de 8,2 millones de toneladas a los niveles actuales de 1,5 millones, inferior a la zafra efectuada en 1907, cuando se elaboró 1,40 millones, con tecnología inferior y una industria que se recuperaba de la desbastadora guerra de independencia. Esto ha provocado la descapitalización de la agroindustria palpable en el deterioro de los centrales, los equipos de corte y tiro de la caña, la erosión de los suelos dado en la falta de fertilidad, consecuencia de la alta compactación, la ausencia de rotación y la deficiente e incorrecta aplicación de los fertilizantes y las técnicas de cultivo.
Uno de los mayores problemas que enfrenta la industria, es que en su momento no supo prever y prepararse para afrontar las consecuencias que tendrían a mediano plazo la desvalorización del producto en el mercado a consecuencia del surgimiento de edulcorantes sintéticos y el sirope de maíz. Si bien es cierto que la caída de los precios desde entonces ha sido un factor desmotivador, también es verdad que países como Brasil o Tailandia han sabido aplicar estrategias de reconversión destinadas a hacer frente a los vaivenes del mercado, focalizando sus esfuerzos en la fabricación, a partir de la caña, de alimentos para el ganado, la cogeneración eléctrica, producción de combustibles como el etanol o el gasoalcohol, alcoholes especiales, ceras, medicamentos, materiales para la construcción, materia prima para la industria biotecnológica y un largo etc.
Esto permitió que por ejemplo Brasil lograse saltar de 6,3 millones de toneladas de azúcar que producía en 1975 a 22 millones de toneladas para el 2003 y Tailandia aumentase sus exportaciones de crudo de 2,4 millones alcanzadas en 1985 a 5,1 millón de toneladas para el 2004. Mientras Cuba buscaba desesperada el fondo del abismo, estas naciones lideraban a un conjunto de productores que lanzaban las flechas de las tablas estadísticas de producción hacia el cielo.
El estado se resistió a entregar la plaza de la dulce gramínea al capital extranjero. El 22 de agosto Ulises Rosales del Toro, entonces Ministro del Azúcar anunció lo que se conocerá como “Restructuración Azucarera” cuya primera medida a implementar fue desmantelar cerca de ochenta Centrales, lo que supuso la pérdida de 100 000 empleos y la reducción de hasta el 50% de las áreas dedicadas al cultivo de la caña. Estos desmantelamientos se sucederían hasta llegar a la cifra de algo más de cien Centrales desmantelados. De 156 centrales existentes en todo el país a principio de los años noventa, sobreviven en la actualidad algo más de 40.
El central 5 de septiembre es un sobreviviente. Los años noventa sepultaron a los centrales construidos en la provincia: 1ro de mayo; Pepito Tey; Espartaco; Elpidio Gómez; Batalla de mal tiempo; Ramón Balboa y Marta Abreu. Igual suerte pudo haber corrido el 5 de septiembre a no ser por el acuerdo firmado con Odebrecht. Por cierto esta firma representa todo lo que el régimen comunista que impera en la isla dice odiar y combatir. Es un verdadero pulpo de mil tentáculos. Tiene presencia en Norte y Suramérica, África, Europa, Medio Oriente, el Caribe, con negocios en el campo de la ingeniería de la construcción; químico y petroquímicos, etanol y azúcar; ingeniería medioambiental; petróleo, gas, energía, bienes raíces; infraestructura; inversiones y participaciones; transporte y servicios de logísticas, en fin, algo así como el anticristo de los comunistas.
Pero como que,” al que no quiere caldo se le dan tres tasas”, nos acabamos de enterar que otra trasnacional, esta vez británica, la Havana Energy, acaba de firmar con Azcuba un lucrativo contrato para construir la primera planta que usará desechos de cañas de azúcar para general electricidad en la isla. La planta deberá producir la cantidad de 30 megawatts por hora a partir de biomasa. Se ha dicho que invertirá entre 45 y 55 millones y se pondrá en marcha a principios del 2015. Pero esa es otra historia sobre la que seguro tendremos que regresar.