Este 14 de diciembre de 2012 se celebra en Cuba el día del trabajador de la Cultura, a propósito de la fecha, se propone el siguiente análisis. No existen dudas del esfuerzo de los profesionales, técnicos y obreros del sector por mantener programas y proyectos trazados anualmente. Y lo hacen con un sentido de pertenencia y amor de muchos por su trabajo, unido al interés por la necesaria subsistencia.
Sirvan estas líneas para cuestionarnos hasta qué punto se puede celebrar, no importa en qué fecha su día, yéndonos más allá de tomarse un descanso o de realizar una actividad cultural, que organiza por regla el sindicato por indicación administrativa o partidista.
Si esos mismos trabajadores esperan pasivamente las indicaciones de la provincia y de la nación para conformar sus planes culturales y recreativos, independientemente o al margen de sus necesidades creativas. Si deben ajustar sus propuestas a las temáticas, que no sean censuradas gubernamentalmente o por lo menos pasar por el departamento ideológico del PCC para ser aprobadas.
Si esos trabajadores han observado la destrucción física de las instalaciones de teatro, cine, danzarías, escuelas de arte, oficinas y talleres sin la posibilidad de crear, restaurar o fundar sus propias instalaciones culturales al nivel de las del mundo, ya que contamos con muchos talentos en todas las manifestaciones artísticas para ello.
Si en vez de responder, las organizaciones como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y la Asociación Hermanos Saiz (AHS), a los reales intereses de sus miembros, asumen una postura contemplativa, siendo por lo general, sus representantes miembros del Partido Comunista. Figuras como Miguel Barnet, Alfredo Guevara y Roberto Fernández Retamar, amén de su calidad profesional se han ocupado por años de mantener el discurso oficial desde la cultura y no el discurso desde los creadores. No en vano llevan años ocupando esos puestos.
Si no ha existido una pronunciación de algún trabajador del sector cultural, que resumiera en los llamados Lineamientos del Partido y la Revolución, dentro de los dos apartados dedicados a la Cultura, líneas que reflejaran las insatisfacciones y preocupaciones referidas arriba u otras que pudieran existir.
¿Cómo conservar la identidad y el patrimonio, enriquecer la creación artística y literaria, si no existe una apertura en la libertad de escoger y leer lo que se quiera, si no desaparece la censura, basada solo en diferencias de pensamiento, pues eventos como la Feria del Libro son solo una apariencia de esa apertura?
¿Cómo desarrollar la vida cultural de la población y de las comunidades, si en el sector se aplica el slogan de "más con menos" y no abundan los proyectos salvadores, proveedores de dinero y medios. Unido a la falta de motivación de los grupos sociales por las disímiles carencias económicas?
Tampoco se puede lograr una real calidad en la enseñanza artística y profesional si no se instruye y se educa sin sesgar los contenidos, sin el estímulo a la libertad de iniciativa y creación.
Nada, que es hora de cambiar la mentalidad, no se trata de, ser un trabajador de la cultura, que asista sistemáticamente y puntual a su trabajo en oficina o comunidad sino de que abandone la postura pasiva ante tal estado de cosas y se pregunte si cumple con la esencia de su objeto social, que más menos iría dirigido a crear, desarrollar, divulgar y promover la cultura universal y cubana sin pre condicionamientos ideológicos dañinos.
De qué cultura estamos hablando si en la práctica social, a pesar de que el pueblo, esencialmente capitalino y de las cabeceras provinciales mantiene el gusto y participa en los distintos proyectos culturales, que se realizan. Cada día es mayor el desconocimiento de los valores musicales, teatrales, literarios, constatados a través de diferentes instrumentos de medición, y en los exámenes de actitud para diferentes especialidades. Si a esta altura del siglo XXI, se omiten de las páginas de la cultura personalidades decisivas para su desarrollo como Celia Cruz, Albita Rodríguez, Heberto Padilla, Zoe Valdés, etc., etc. de una larga lista.
Si la desvalorización social, expresada en vicios, mala educación y otras conductas desviadas se acrecienta y palpa por todas partes.
Sin dudas, para celebrar un día del trabajador de la Cultura en Cuba con el beneplácito de las funciones y metas alcanzadas, se necesitaría la implicación responsable de todos sus integrantes en defensa de los valores auténticos nuestros, de la atención de todo tipo a sus trabajadores, incluidos por supuesto el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y remuneración digna, la exigencia activa, pacífica por su reivindicación y realización de sus verdaderos intereses, de acuerdo a la rama cultural en que se desempeñen.
Mientras estas cosas no ocurran, creo que valdría más que una celebración, un Réquiem por la Cultura.
Sirvan estas líneas para cuestionarnos hasta qué punto se puede celebrar, no importa en qué fecha su día, yéndonos más allá de tomarse un descanso o de realizar una actividad cultural, que organiza por regla el sindicato por indicación administrativa o partidista.
Si esos mismos trabajadores esperan pasivamente las indicaciones de la provincia y de la nación para conformar sus planes culturales y recreativos, independientemente o al margen de sus necesidades creativas. Si deben ajustar sus propuestas a las temáticas, que no sean censuradas gubernamentalmente o por lo menos pasar por el departamento ideológico del PCC para ser aprobadas.
Si esos trabajadores han observado la destrucción física de las instalaciones de teatro, cine, danzarías, escuelas de arte, oficinas y talleres sin la posibilidad de crear, restaurar o fundar sus propias instalaciones culturales al nivel de las del mundo, ya que contamos con muchos talentos en todas las manifestaciones artísticas para ello.
Si en vez de responder, las organizaciones como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y la Asociación Hermanos Saiz (AHS), a los reales intereses de sus miembros, asumen una postura contemplativa, siendo por lo general, sus representantes miembros del Partido Comunista. Figuras como Miguel Barnet, Alfredo Guevara y Roberto Fernández Retamar, amén de su calidad profesional se han ocupado por años de mantener el discurso oficial desde la cultura y no el discurso desde los creadores. No en vano llevan años ocupando esos puestos.
Si no ha existido una pronunciación de algún trabajador del sector cultural, que resumiera en los llamados Lineamientos del Partido y la Revolución, dentro de los dos apartados dedicados a la Cultura, líneas que reflejaran las insatisfacciones y preocupaciones referidas arriba u otras que pudieran existir.
¿Cómo conservar la identidad y el patrimonio, enriquecer la creación artística y literaria, si no existe una apertura en la libertad de escoger y leer lo que se quiera, si no desaparece la censura, basada solo en diferencias de pensamiento, pues eventos como la Feria del Libro son solo una apariencia de esa apertura?
¿Cómo desarrollar la vida cultural de la población y de las comunidades, si en el sector se aplica el slogan de "más con menos" y no abundan los proyectos salvadores, proveedores de dinero y medios. Unido a la falta de motivación de los grupos sociales por las disímiles carencias económicas?
Tampoco se puede lograr una real calidad en la enseñanza artística y profesional si no se instruye y se educa sin sesgar los contenidos, sin el estímulo a la libertad de iniciativa y creación.
Nada, que es hora de cambiar la mentalidad, no se trata de, ser un trabajador de la cultura, que asista sistemáticamente y puntual a su trabajo en oficina o comunidad sino de que abandone la postura pasiva ante tal estado de cosas y se pregunte si cumple con la esencia de su objeto social, que más menos iría dirigido a crear, desarrollar, divulgar y promover la cultura universal y cubana sin pre condicionamientos ideológicos dañinos.
De qué cultura estamos hablando si en la práctica social, a pesar de que el pueblo, esencialmente capitalino y de las cabeceras provinciales mantiene el gusto y participa en los distintos proyectos culturales, que se realizan. Cada día es mayor el desconocimiento de los valores musicales, teatrales, literarios, constatados a través de diferentes instrumentos de medición, y en los exámenes de actitud para diferentes especialidades. Si a esta altura del siglo XXI, se omiten de las páginas de la cultura personalidades decisivas para su desarrollo como Celia Cruz, Albita Rodríguez, Heberto Padilla, Zoe Valdés, etc., etc. de una larga lista.
Si la desvalorización social, expresada en vicios, mala educación y otras conductas desviadas se acrecienta y palpa por todas partes.
Sin dudas, para celebrar un día del trabajador de la Cultura en Cuba con el beneplácito de las funciones y metas alcanzadas, se necesitaría la implicación responsable de todos sus integrantes en defensa de los valores auténticos nuestros, de la atención de todo tipo a sus trabajadores, incluidos por supuesto el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y remuneración digna, la exigencia activa, pacífica por su reivindicación y realización de sus verdaderos intereses, de acuerdo a la rama cultural en que se desempeñen.
Mientras estas cosas no ocurran, creo que valdría más que una celebración, un Réquiem por la Cultura.