La trompeta del jazzista estadounidense Louis Armstrong está en ebullición. El moderno equipo de audio de alta fidelidad recoge los tonos más cálidos del monstruo de New Orleans interpretando Hello, Dolly con su banda All Stars de seis instrumentos. Estamos en La Zorra y el Cuervo, en La Rampa, Vedado, probablemente la mejor plaza de Cuba para escuchar o ver conciertos en vivo de jazz.
Joel, músico, suele ser punto fijo del lugar.
Armstrong se desata a cantar con su voz gutural, mientras Joel disfruta de un doble de ron Santiago a la roca. Cuando la frustración lo embarga y la falta de futuro lo invita a trazar planes para emigrar, el músico escapa del tedio y el descontento escuchando jazz de altos quilates.
“El gobierno de dinosaurios que tenemos no pone una. Según una circular, que ya se está aplicando, los artistas y músicos que se ganan la vida en negocios privados, ahora están obligados a firmar contratos a través del Estado. Y me enteré que si es para trabajar con los cuentapropistas, la empresa no aprobará el contrato. Es una manía dañina que en este país intenten controlar tu vida, tus ganancias, tus lealtades políticas. Nos tratan como si fuéramos niños”, confiesa Joel.
Cuando usted le pregunta, a quiénes considera menos malo como gobernante, si a Fidel Castro o a su hermano, hace un gesto de decepción y comenta:
“Por mi edad, no viví esos años iniciales de movilizaciones constantes de Fidel Castro bajo el pretexto de una invasión yanqui. Cuando era un adolescente ya no había libreta de productos industriales, que te permitía comprar ropa y calzado. Soy de la generación del Período Especial, la que siempre teníamos hambre y los apagones de doce horas diarias. La que en voz baja nos burlábamos del comandante y creíamos seriamente que el tipo estaba loco. Cuando llegó Raúl y comenzó sus reformas económicas, muchos como yo pensábamos que las cosas cambiarían para bien. Después del 17 de diciembre de 2014, al cuadrarse la caja con los yumas, creíamos que definitivamente íbamos a prosperar. Pero todo fue un espejismo. Creo que a Fidel le interesó más ser un estadista antiimperialista y ayudar al movimiento descolonizador en África, que ser un mandatario que modernizara la industria y cimentara una economía sólida. Raúl intentó arreglar el entuerto. Pero a estas alturas del juego, debió darse cuenta que el modelo cubano no tiene reparación posible. Ninguno de los dos cumplió su objetivo. Para mí están desaprobados”, subraya Joel.
Aleida, exprofesora de historia, considera que "tanto bajo el mandato de Fidel como el de Raúl, hubo momentos un poco mejores". En el caso del barbudo, señala la década de los 80, antes que se desintegrara la URSS, "cuando surgieron los primeros mercados campesinos y comercios paralelos, donde podías comprar alimentos del campo socialista por pesos o producidos en Cuba, como los que ofertaban en la antigua tienda Sears". Y en el de Raúl, "la autorización de compra y venta de casas y autos, la posibilidad de viajar al exterior y de hospedarse en hoteles de primera". Pero reconoce que en materia de libertades "los dos han mantenido el puño cerrado, aunque de Raúl a la gente le gusta que no es estar dando discursos ni convocando a movilizaciones y marchas combatientes, como hizo Fidel".
Al oeste de la ciudad, en el municipio Playa, reside el académico Dimas Castellanos, una de las voces sensatas dentro de la oposición cubana. Su respuesta es tajante al comparar los 47 años de dictadura de Fidel y los 12 de autoritarismo de Raúl: "Ninguno de los dos fue un buen gobernante. Si tengo que escoger a uno, me inclino por Raúl. Las reformas que hizo, aunque se han frenado, ha llevado al país a punto definitivo donde no hay retroceso posible y el unico camino que queda es el de la democracia".
En un ambiente menos intelectual, un toque de santo en la barriada de Lawton, entre tambores y chivos berreando que van a ser sacrificados con un cuchillo de carnicero, Yandris, babalao, inhala profundo su tabaco barato y responde:
“Brother, los dos son fulastres. Fifo tendrá trascendencia por las cosas que hizo fuera de Cuba, pero a los cubanos nos llevó a paso de conga. Por mucho tiempo las religiones estuvieron prohibidas y santería era vista como un atraso, aunque a él le hicieron un santo con todos los hierros. Los cubanos hemos vivido mal con los dos. Al principio, Raúl abrió un poco la puerta, pero cuando vio que algunas personas comenzaron hacer dinero, la volvió a trancar. Ninguno de los dos sirve”.
René, jubilado de 73 años, se considera un fidelista de toda la vida. "El comandante es el cubano más importante desde que existimos como nación. Incluso más grande que Martí, pues ayudó a liberar a varios pueblos africanos. En la economía no logró el desarrollo que se esperaba, por culpa del bloqueo y la burocracia. Su hermano intentó reformar la economía, pero el sartén se le fue de las manos. Si tú autorizas el trabajo privado, aumentas la desigualdad y al final ese sector es el que te saca del poder. Ha permitido cosas con las que no estoy de acuerdo, como darle ala a los [homosexuales]. Donde no hay integridad, difícilmente exista revolución”.
Juan González Febles, periodista independiente, está convencido “de que Fidel Castro fue una inminencia para la maldad. Para fundar una de sociedad como ésta, es elemental que se debe tener un talento innato de perversión. Raúl es un mediocre de cuarta categoría. Su intento de reformas económicas solo le sirvió para ganar tiempo. Si de algo estoy seguro es que seis meses después que Raúl se vaya, Cuba será diferente y comenzarán los cambios. Es inexorable”.
Este reportero percibió que, cuando hablan con entera honestidad, siete de cada diez entrevistados valoró de pésima la gestión de Fidel y Raúl Castro en temas económicos y sociales. Las personas en edades comprendidas entre 15 y 28 años, cuya vida adulta ha transcurrido rodeada de escasez y penurias, delante de un desconocido te sueltan de carretilla la apología sobre Fidel Castro que como papagayos remiten los medios oficiales.
En confianza hablan peste de ambos. A Fidel lo ven como algo lejano, indescifrable, etéreo. A Raúl, como el culpable que su calidad de vida o salarios se mantenga intacto en el tiempo.
Al contrario del disidente Dimas Castellanos o el periodista libre Juan González Febles, son pesimistas con respecto al futuro de Cuba. Para ellos, el próximo presidente que saldrá elegido en un remedo de elecciones, será más de lo mismo.
Es decir, sigue el castrismo, pero sin los Castro. Su puerta para escapar de la locura es emigrar. Preferentemente a los Estados Unidos.