Un helicóptero negro sobrevuela a baja altura la bahía habanera. Mientras, decenas de transeúntes en las calles saludan e intentan captar la imagen con sus teléfonos móviles.
El aparato efectuó un giro acrobático y regresó a las inmediaciones del puerto. “Mijaíl, apúrate, trata de tirarle una foto ahora”, le grita casi histérica una muchacha a su novio, quien con la premura no atina a activar la cámara de su añejo celular Motorola.
En la parada de ómnibus, muy cerca de la terminal de cruceros en la zona antigua de la ciudad, todos tienen una historia que contar sobre la filmación en La Habana de la octava parte de la película Rápido y Furioso.
Adelfa, vendedora de maní, comenta: “Una amiga que recoge latas vacías de cerveza y refresco, me dijo que en el hotel Saratoga, donde están alojados los actores, unos yumas (americanos) repartieron billetes de 20 dólares a todos los que estaban en la Fuente de la India. La que me perdí. Ahora trato de vender maní en sitios donde pueda estar esa gente de Hollywood, pa’ver si se me pega algo”.
Como sucede en Cuba en temas de dinero, el gobierno ha dado la callada por respuesta, aumentando el runrún.
Un tipo con pinta de funcionario estatal, delante de varias personas, asegura que “los productores de la película pagaron 40 millones de dólares a la administración del Poder Popular de la capital por las molestias que iban a ocasionar”.
Tras sus palabras se rompe un debate. “Quisiera saber qué hará el gobierno con ese dinero. ¿Repararán escuelas, hospitales y calles de La Habana? ¿Arreglarán las casas que se están cayendo o comprarán guaguas nuevas?”, se pregunta un señor que dice llevar una hora esperando la ruta P-5.
Un joven que escucha música, se quita los auriculares y le responde: “¿Tú quieres que te diga lo que yo creo que harán con el dinero? Guardarlo en una cuenta de banco en un paraíso fiscal para que los hijitos de papá, como Antonio Castro o Mariela, le den la vuelta al mundo”.
Algunos de los presentes miran a un lado y a otro, gesto habitual en Cuba que denota temor para saber si alguien del ‘aparato’ (policía política) escuchó el exabrupto del joven.
El miércoles 20 de abril comenzaron los ensayos y el viernes 22 abril se iniciaron los rodajes. Desde entonces y hasta el jueves 5 de mayo, cuando está previsto concluya la filmación, diversas calles de los municipios Centro Habana y Habana Vieja fueron cerradas al tráfico de vehículos, provocando que la gente tenga que ir a pie y dar grandes rodeos para llegar a sus casas o sitios situados en esas zonas.
En la esquina de Infanta y San Lázaro, trailers de la productora del filme estaban aparcados, rodeados de curiosos y vecinos. El personal cubano de seguridad contratado por el estudio hollywoodense, se comportaba de manera brusca con los que tiraban fotos o grababan con sus celulares.
“Es lo orientado por los productores. Alegan que cualquiera puede grabar un trecho de la filmación y luego colgarla en internet. Esta gente paga mucho y bien, pero siempre quieren tener controlados los derechos sobre la película. En Cuba no conocemos nada de eso”, se justifica un guardia de seguridad.
Rumores sobre el dinero que reparten a manos llenas los realizadores circulan por La Habana.
Osvel, chofer de un taxi colectivo que cubre el trayecto Víbora-Vedado, expresa: “A los dueños de negocios privados en todo el área donde están filmando, a la ONAT (institución gubernamental que rige el trabajo particular) le entregaron 300 dólares para entregar a cada cuentapropista y solo les dieron 40 chavitos a cada uno. La mordida fue grande”.
Arianna, secretaria de la ONAT, asevera que “no puede confirmar qué cantidad de dinero entregaron los productores. De eso no han hablado nada mis jefes, pero no creo que el gobierno se quede con tanta diferencia de dinero, pues esas cosas siempre terminan conociéndose”.
Como sucede en Cuba en temas de dinero, el gobierno ha dado la callada por respuesta, aumentando el runrún. Llegar hasta un portavoz del equipo de filmación es una misión imposible para un periodista alternativo.
“Cuando se termine el rodaje habrá una conferencia de prensa”, informa un señor con una credencial de Universal Pictures. Ni siquiera la Embajada de Estados Unidos en Cuba conoce de los planes del estudio cinematográfico ni de una hipotética rueda de prensa con directivos y actores.
“Las empresas privadas necesariamente no tienen que contactar con la Embajada para realizar su trabajo. Nosotros solo tenemos acceso a delegaciones gubernamentales”, aclara una funcionaria de la sede diplomática.
Tampoco se pueden confirmar las múltiples 'bolas' (especulaciones) que rápidas y furiosas corren por la ciudad: que le darían 80 mil dólares a dueños de autos viejos que serán utilizados en colisiones durante el rodaje o que pagan 50 dólares la hora a los que actúan de extra.
Lo cierto es que después de la revolución de Fidel Castro, jamás en Cuba se había visto la parafernalia tecnológica de Hollywood y su derroche de dinero.
“La última vez que los americanos filmaron aquí fue a mediados de 1959, cuando rodaron Nuestro hombre en La Habana. A mí me pagaron diez dólares para que pregonara como vendedor de frutas”, acota Ramón, un anciano de 76 años y que seis décadas después, vende tamales de maíz en un cubo con agua caliente.
La novela homónima de Graham Greene fue llevada al cine como una comedia de espionaje. Protagonizada por Alec Guinnes y Maureen O'Hara, en 1960 ganó un Globo de Oro.
El vendededor ambulante incurrió en un error. Nuestro hombre en La Habana no es una película estadounidense, si no británica. Pero a los cubanos todo lo que sea anglosajón se le parece.