¿Qué realidades pueden esconderse detrás de las "deserciones" de los médicos cubanos que cumplen "misiones" en el extranjero? ¿Cuánto de manipulación de las aspiraciones personales y las necesidades básicas de un ser humano se oculta tras el disfraz de un gesto solidario?
En conversación con Marisel Martínez, esposa de Jesús Eduardo Peña, un médico cubano con cerca de veinte años de servicio, pudimos conocer algunos pormenores del ejercicio de la Medicina en Cuba desde la perspectiva de las experiencias personales, del entorno cotidiano.
Especialista en Cirugía Cardiovascular, Jesús abandonó hace dos años la misión médica en Ecuador y, después de muchas vicisitudes, logró llegar a República Dominicana donde intenta rehacer su vida profesional. Marisel, que fue enfermera intensivista hasta hace muy poco, ha accedido a conversar con nosotros:
"Es bueno que se conozca que nada es color de rosa y que, hasta cierto punto, los médicos y enfermeras somos como propiedades del Estado, sobre todo los que hemos hecho una especialidad, como mi esposo y yo. (…) Desde que me casé con Jesús he vivido en este apartamento, que era de los padres de él, aquí nació. (…) Antes de Ecuador, él estuvo en dos misiones más, una en Venezuela y otra en Haití, y lo que ganó en esos años no nos alcanzó para salir de este edificio que un día de estos se derrumba de lo viejo que está (…). Nadie en el Ministerio (de Salud) nos ofreció ayuda para salir de este lugar, y como Jesús y yo hay miles de profesionales en nuestra situación".
"Con el dinero que ganó en Venezuela hicimos un par de cambios. Compramos, a un vecino, un cuarto colindante para ampliar la cocina, el baño y hacer el cuarto de la niña y, lo más importante, instalamos los tanques para el agua y pusimos el motor porque aquí el agua llega hasta la planta baja solo un par de horas en días alternos. (…) Pasamos años en que Jesús tenía que llegar por las tardes directo a cargar agua desde la cisterna del edificio de al lado hasta aquí. Todos los días. La niña era chiquita y yo soy asmática. Así que él tenía que dar como diez o doce viajes con un par de cubos en cada brazo. Al otro día se levantaba muerto de cansancio, con dolor en todo el cuerpo y así mismo entraba al salón, daba consulta en el policlínico, impartía docencia. (…) Si no hacía todo eso, entonces no podía aspirar a salir de misión, que es la única oportunidad de ganar dinero de verdad".
"Yo trabajé en hospitales hasta el otro día y sé que siempre está el que te saca un sable y entonces porque no hiciste una guardia o te negaste a ir a un trabajo voluntario te dejan fuera. (…) Jesús no quería ir a Venezuela porque Zusel (la hija) era muy chiquita y él quería estar con nosotras. Pero el salario no nos alcanzaba. Incluso a veces comíamos gracias a lo que nos regalaban algunos pacientes (…). Llegan a la consulta y, como eres buen médico, te regalan un pollo o una pierna de puerco, un tallo de plátano, malanga, cualquier cosa, como agradecimiento. (…) Entre Jesús y yo, lo que ganamos al mes nunca llegó a los 80 dólares. (…) Él ya no aguantaba más”.
"La cosa aquí está al revés. Todo es muy absurdo. En mi hospital solo había tres médicos que tenían carro. Ninguno era moderno. Moskovichs y Ladas de los años 80 y cosas así, sin embargo, hay una enfermera que tiene un carro moderno, nuevecito (…) porque estuvo en un equipo médico que atendió a no sé qué presidente de África, solo por eso. (…) Jesús y yo teníamos que salir todos los días caminando hasta el hospital. Llegábamos hechos una sopa. (…) Fue el mejor graduado de su año y hay gente que estudió con él, que se hicieron médicos a puñetazos, como se dice, y como eran dirigentes de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) o de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), unos comecandelas, después se la pasaban de misión en misión".
"Jesús no se metía en política, por eso nunca quiso estar en el Partido. Si lo hacía, iba a reuniones y gritaba 'Viva Fidel', como hay quienes lo hacen, enseguida lo iban a mandar a Brasil o a Sudáfrica, que es donde van los más 'destacados' y donde pagan más. (…) Por eso es que cuando algunos logran irse, se quedan y, los que regresan, rápidamente empiezan a buscar otra misión para volver a salir. Jesús regresaba a Cuba por nosotras, por Zusel, pero se cansó. Bueno, mejor dicho, lo cansaron".
(Publicado originalmente en Cubanet el 25/11/2014).