Ni el poder económico de Estados Unidos, ni las habilidades oratorias de Obama parecen ser suficientes para ofrecer respuestas a los pedidos exagerados, equitativos o personales de un abanico variopinto de la sociedad cubana.
Esa vieja manía subyacente en la mentalidad nacional, de que el dinero extranjero, inversiones o comercio encarrilarán al manicomio económico local y traerá prosperidad, aflora entre los cubanos que desayunan café sin leche.
A la salida de clases de la escuela secundaria Eugenio María de Hostos, en el barrio de la Víbora, un grupo de estudiantes comentaban:
"Asere, dice la pura que Obama viene de visita en marzo. Voy a pedirle que me compre un par de Nike, que los New Balance míos están reventados", señala un chico entre risas y guasas.
Una adolescente que cursa séptimo grado, muy seria, dice que quisiera hablar con Obama para plantearle "que arregle la escuela, que está en candela, y que me consiga una beca para estudiar cine en Estados Unidos".
Se pudiera pensar que los pedidos triviales y la chacota es cosa de niños. Pero no.
En tono grave, mientras dribla con maestría un reguero de baches en la Calzada de 10 de Octubre, Augusto, un taxista que trabaja 12 horas diarias conduciendo un añejo automóvil con carrocería de Ford, motor Hyundai surcoreano y caja de velocidad alemana expresa:
"Yo creo que esa visita va a ser importante. Es probable que Obama traiga cosas buenas. Va y a lo mejor lanza propuestas que pueden beneficiar económicamente al país. Ya es hora de que el Gobierno arregle las calles y sustituya a los almendrones por carros americanos nuevos".
Giorvis, albañil, desea que la Administración de Obama apruebe un permiso especial para que los cubanos puedan trabajar un tiempo en Estados Unidos.
"Tengo un primo que vive en Nueva York y está metido en el negocio inmobiliario. Me dice que allá necesitan mano de obra. Si se permitiera un contrato temporal para laborar en Estados Unidos, uno iba unos meses y después regresaba a la isla. Te aseguro que la mayoría de la gente no emigraría".
Si el Gobierno de Raúl Castro abriera una oficina donde la gente pudiera hacerle llegar por escrito propuestas a Obama, se sorprendería de la cuantía de las misivas recibidas.
Comenzando por Nora, una mulata gorda que vende cucuruchos de maní a peso en la parada de Acosta y Poey, que sueña obtener un pequeño crédito para reparar su destartalada choza; pasando por Osniel, dueño de un café, que desea importar alimentos directamente desde Miami; y terminando con Sergio, primera base de un equipo de béisbol categoría cadete, que le pide premura a Obama para firmar un acuerdo entre la MLB y la Federación Cubana que ponga freno al goteo incesante de peloteros que saltan la cerca.
De una manera u otra, todos los cubanos esperan algo de Obama.
Pero Obama no es Houdini. Y, en poco más de 24 horas, primero deberá escuchar la machona retórica de la autocracia verde olivo, reclamando la entrega de la Base Naval de Guantánamo, el cese del "bloqueo", el pago de miles de millones por indemnizaciones y el cierre de Radio y Televisión Martí.
Según un funcionario del Partido Comunista en el municipio 10 de Octubre, el más poblado de Cuba:
"Se espera organizar un recibimiento multitudinario y es probable que haga un discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana o el Palacio de las Convenciones. En la Plaza de la Revolución no, porque es el símbolo de resistencia antiimperialista y sería una contradicción. Aunque, como están los tiempos, cualquier cosa es posible"
Otro sector que le va a hablar sin paños tibios a Obama es la disidencia, si en su agenda tiene reunirse con ellos. Dentro de la oposición hay matices variados y opiniones divergentes.
Justo el día que Obama pisará suelo cubano, el 21 de marzo, pero de 2003, Jorge Olivera, poeta y periodista independiente, fue uno de los 75 disidentes que fue a prisión por decreto de Fidel Castro.
Para Olivera, la visita del mandatario estadounidense puede marcar un antes y un después:
"Espero que se reúna con la sociedad civil y sectores de la oposición, los viejos y los nuevos. Al menos es lo que ha planteado en diversas entrevistas. Soy de los que piensa que esta visita podría ser un parteaguas".
Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, un grupo de mujeres que con sus marchas pacíficas provocó negociaciones tripartitas entre el régimen, la Iglesia Católica y el Gobierno español para liberar a los presos de conciencia de la Primavera Negra en el verano boreal de 2010, es más escéptica.
"El 28 de enero, las Damas de Blanco le enviamos una carta al presidente Obama describiendo casos concretos de violaciones de Derechos Humanos por parte de la dictadura. Golpizas domingo tras domingo en nuestras marchas reclamando la libertad de presos políticos, acoso, robos de dinero y pertenencias por parte de las autoridades y amenazas a familiares cercanos.
Hasta ahora no hemos recibido respuesta de Obama. Nuestro grupo aprueba la visita de Obama a Cuba siempre y cuando se reúna con la sociedad civil independiente y la oposición. De lo contrario, Obama sería cómplice de las violaciones de Derechos Humanos de la dictadura", apunta Soler.
Un mes antes de que aterrice el Air Force One en La Habana y la espectacular limousine presidencial conocida como "La Bestia" ruede por la ciudad, los cubanos han generado todo tipo de comentarios, peticiones y rumores.
"Dicen que va a venir un portaaviones y un submarino como parte del aparato del servicio secreto que protege a Obama. Para que La Bestia pueda circular en La Habana, a varias avenidas habrá que 'pasarle la mano' (arreglarlas). Lo que hace falta de una maldita vez que llegue comida, materiales de la construcción e inversiones desde la yuma que favorezcan a los cubanos, no al Gobierno", subraya un artesano que vende sus productos en la parte antigua de la capital.
Según algunas encuestas, el mandatario de la Casa Blanca tiene
más aceptación en Cuba que los hermanos Castro. Y es más popular en la isla que en su propio país. Pese a la lista de reclamos de la gente de a pie, de la disidencia y del Gobierno, Barack despierta simpatías entre los cubanos.
"El Negro", como cariñosamente muchos le dicen, podría presumir de poder llenar un estadio o una plaza de manera voluntaria. Cumplir la retahíla de peticiones, es otra cosa. Es Obama, no es Dios.